Rehenes de Maduro
Agustín Pery.- Que el Gobierno ha mentido en el caso Ábalos es empíricamente demostrable. Que en su miríada de falacias están implicados varios ministerios, también. Que su campaña de contraataque se sustente en un alud de tuits burdos a cargo de los boyardos del PSOE argumentando, decretando más bien, que los españoles tenemos cosas más importantes de las que ocuparnos sería una bufonada salvo por lo que tiene de redundante moralina, de tic izquierdoso que decreta qué y en qué grado importan las cosas. El silencio cómplice del otrora combativo Podemos no es más que la constatación de la fórmula pujoliana del «ahora no toca». Apoltronados en el poder, al partido de Iglesias no le interesa vocear su hermanamiento dopado con la satrapía venezolona. Ahora, ya digo, no toca. Entonces, ¿a qué obedece este esperpento? ¿Qué gana Sánchez? Nada. ¿Qué pierde? Algo. Otra grieta en su vaciado depósito de credibilidad.
Se puede mentir por vicio, estaríamos ante una patología. Se puede fingir por interés. Pues eso, a falta de un sistema a la americana, con impeachment a Sánchez, y sabedores de que su troupe de asociados no tienen ningún problema en convivir con un embustero, la cosa no tiene más remedio que irse a hacer puñetas. Concretamente las de los jueces, que esperemos tengan la pericia y el valor para desentrañar lo que no es un resbalón diplomático, sino un delito. Mentir, al fin, sería entonces por necesidad. Falta desentrañar las razones. ¿Congraciarse con un régimen denostado «urbi et orbi»? Imposible, toda vez que la remilgada Europa se ha posicionado del lado de los demócratas caribeños y en contra del tirano. ¿La vía española? Una patochada con Zapatero de embajador del régimen bolivariano.
Lo desolador es que con un Congreso cautivo de la aritmética y convertido en un mercado persa tengamos que recurrir a la Justicia, otra perseguida, para poner luz en todo lo que el Gobierno quiere ocultar. Maleta arriba, maleta abajo, en cualquier otro país el rosario de dimisiones sería instantáneo. Aquí no. Aquí la mentira institucional se consolida, se tecnifica y acaba hermanando dos regímenes, el de Maduro y el de Sánchez. Ocurre que el segundo es rehén del primero. Sánchez y sus edecanes cautivos de lo que quiera desvelar el tirano venezolano. ¿Y si decide contar lo que vino a hacer Delcy? ¿O calla a cambio de prebendas? Unos linces los de Moncloa. Y mentirosos.
Para mí que los tienen cogidos por los tiquimanejes del programa de recuento de las elecciones.