Mentiras, contradicciones y desatinos en tiempos de pandemia
En la Sanidad hay dos niveles diferentes. La dirección y los trabajadores. La primera, en manos de dirigentes políticos poco escrupulosos y muchas veces lejanos a los problemas de la Salud Pública, lleva a la toma de decisiones de dudosa eficacia cuando no claramente equivocadas. Los segundos sólo pueden seguir las instrucciones de los primeros con poco margen para la improvisación.
Los responsables sanitarios están dando, estos días, sobrada muestra de incompetencia para el cargo que ostentan. El Ministro de Sanidad Salvador Illa, Filósofo de profesión y con un máster en Economía, ya sólo por su no pertenencia al mundo sanitario debería haberse hecho a un lado y no dirigir un operativo sanitario nacional de envergadura sin ninguna experiencia en el tema.
En ocasión de su nombramiento, “Diario Médico” titulaba el 10 de enero: “El próximo ministro de Sanidad, Salvador Illa, no es sanitario pero tiene un perfil que puede resultar útil en el seno del Consejo Interterritorial”. ¿Interesaba más su postura antiindependentista para compensar el favoritismo que el Gobierno de Sánchez daba a los catalanes anticonstitucionalistas? Seguramente, era un peón de conveniencia.
El 15 de marzo el Presidente constituye el gabinete de crisis frente al coronavirus y declara que “El Gobierno central tendrá competencias en todo el territorio nacional para garantizar la salud” anunciando que “el Ministro de Sanidad asume el poder, aunque la gestión estará en manos de las regiones”. Aquí se produce la doble incongruencia que es dar toda la responsabilidad a un Ministro Sanidad no lego en el tema y con un poder dudoso a nivel nacional, dado que las competencias sanitarias están transferidas. De ahí lo de la gestión propia que Sánchez reconoce a las distintas Comunidades Autónomas. Contradictorio a más no poder.
El Ministro pone la guinda de su ignorancia en una comparecencia en la que, en la rueda de prensa posterior, a la pregunta de que Alemania y Estados Unidos están haciendo acopio de cloroquina, un medicamento para la malaria que en China ha sido eficaz en el tratamiento del coronavirus ¿España está haciendo alguna compra extraordinaria de este fármaco?, el Ministro responde: “No conozco el detalle concreto del fármaco que usted me pregunta, vamos a recabar información y se lo comunicaremos desde los servicios del Ministerio de Sanidad”
Los expertos indican que no existen aún estudios concluyentes que demuestren que la cloroquina es un medicamento eficaz para tratar el coronavirus pero sí se está evaluando su uso. También con algunos retrovirales usados en el tratamientno del SIDA y otros antiinflamatorios. Lo que no es de recibo es que el ministro no sepa ni qué era eso que le preguntaban, cuando ya hace días que el tema se debate entre los médicos.
No todo es negativo para el pobre Illa. Hay que admitirle su tímida advertencia en la mañana del día 8 de marzo pidiendo, en la rueda de prensa posterior a la reunión de seguimiento de la enfermedad celebrada en el Ministerio de Sanidad, que aquellas personas que presenten síntomas relacionados con el coronavirus “no acudan a las manifestaciones”. Tarde, ya estaba todo el pescado vendido.
Un caso llamativo es el de Fernando Simón, coordinador de Emergencias de Alertas Sanitarias, quien ha tomado protagonismo por ser el responsable del área ‘de acción’ en esta crisis. Epidemiólogo de profesión, se perfilaba a priori como un técnico experto en la gestión de la lucha contra la epidemia en España, pero a poco de aparecer en televisión se vieron sus carencias.
El día 31 de enero hizo un a previsión a la baja, muy a la baja, de lo que significaría la infección: vaticinó que “España no va a tener, como mucho, más allá de algún caso diagnosticado” y que esperaban que “no haya transmisión local y en ese caso sería muy limitada”. A finales de febrero afirmaba que “casi todos los casos están asociados a grupos bien identificados que se han producido a partir de casos conocidos. No hay una avalancha de casos”. Curioso que negara la evidencia de la rápida expansión que ya se daba en China y en Italia y no fuese, por lo menos, cauto.
Cito un artículo publicado en “El Mundo” el día 23: “El 2 de marzo, la Unión Europea ya recomendaba «evitar concentraciones masivas», como el 8-M, por el coronavirus, ya que está científicamente demostrado, en base a los datos de otras pandemias y epidemias, que cancelarlas «puede reducir la transmisión del virus». Así lo alertó un informe del Centro Europeo para el Control y Prevención de Enfermedades (ECDC), una agencia comunitaria de cuyos órganos de gobierno y asesoría forman parte cuatro españoles, a los que se les «da conocimiento» de los documentos y recomendaciones que se emiten a los 27 estados miembros”. Por lo tanto, Fernando Simón, que Junto a la Directora general de Salud, Pilar Aparicio Azcárraga, forma parte del ECDC, sabía perfectamente el 2 de marzo la que se venía y no informó o aconsejó, al menos no públicamente, cancelar la reunión de VOX en Vistalegre o la manifestación feminista, ambas previstas 6 días más tarde, el 8M. Preguntado en rueda de prensa dijo que no existía ningún riesgo y afirmó “Si mi hijo me pregunta si puede ir a la manifestación, le diría que haga lo que quiera”
Desde luego algo se sabía en Sanidad porque el día 4 de marzo se canceló el Congreso de la Sociedad Española de Glaucoma, en Palma de Mallorca, al que iba asistir los días 5 y 6 de ese mes ¿Por qué no se cancelo entonces el 8M? Opino que por pura estrategia política, o por miedo al totalitarismo feminista, o ambas cosas a la vez.
Viendo en retrospectiva, ya se debió intuir el peligro cuando el 12 de febrero, en un acto de sensatez – o más bien fue por obligación ante la avalancha de cancelaciones de asistencia de múltiples empresas al congreso – los organizadores del Mobile World Congress, el evento más grande de su tipo en el planeta, decidieron cancelar la edición de este año en Barcelona, precisamente por la epidemia de coronavirus.
Tampoco todo es negativo en Fernando Simón. Tuvo la iluminación de confesar de donde provenían algunos focos del COVID-19. En la rueda de prensa del día 22 de marzo, Fernando Simón explicó que “Madrid tiene un comportamiento anterior en su evolución como epidemia comunitaria, mientras que en las regiones de La Rioja, Navarra, País Vasco y una pequeña parte de Castilla y León, (la epidemia) está marcada en su inicio por un brote asociado a un evento de reunión de mucha gente, un evento de masas” ¡Que cachondo! ¿Por qué no dijo claramente que se refería a la manifestación feminista del 8M? Sí, esa misma manifestación a la que él mismo habría dejado acudir a su hijo. No lo dijo por no ser políticamente incorrecto. Y es que a Simón, en definitiva, se le reprocha su alineamiento con los políticos en detrimento de la salud pública.
Lo siento, se que me he ensañado en exceso con él pero es que siendo un profesional experto en epidemiología y portavoz del Gobierno en la evolución de la enfermedad, su falta de sinceridad no tiene perdón.
Y para desatino, el que tuvo la Consellera de Sanidad de Valencia, Ana Barceló Chico, quien afirmo que los profesionales sanitarios se contagiaron el coronavirus “por hacer viajes y ver a sus familiares”. Esto no sólo es irresponsable sino una flagrante mentira: el foco original de contagio en la Comunidad Valenciana se establece fehacientemente el día 19 de febrero. Aquel día, unos 2500 aficionados del Valencia presenciaron en el estadio San Siro de Milán el partido de Champions de su equipo contra el Atalanta de Bérgamo. Allí reunidas, 40.000 personas pudieron contagiarse al estar más que cerca, pegados unos a otros.
Así, el día 25 de febrero, la Subdirectora General de Epidemiología, Vigilancia de la Salud y Sanidad Ambiental de la Comunitat Valenciana, Hermenelinda Vanaclocha informó de 3-4 casos en aislamiento por síntomas entre los seguidores del Valencia que fueron a Bérgamo. Mientras, el día 1 de marzo en Italia, Fabiano di Marco, jefe de Neumología del hospital de Bérgamo, describe que la sala de emergencias estaba abarrotada de pacientes con neumonía severa, que jadeaban en las camillas y en los pasillos. Era como la guerra. Bérgamo es hoy un foco importante de infección. Para muestra de las consecuencias baste este ejemplo: solamente en la plantilla del primer equipo del Valencia el 35% está infectado.
Finalmente, el Colegio de Médicos de Valencia ha pedido una rectificación a la Consellera Ana Barceló y medidas de protección adecuadas para atender a los pacientes y, en caso contrario, solicitarán su renuncia. Aún esperan sus disculpas.
Frente a esta crisis, la situación actual de la Sanidad en España es acuciante, ya no sólo por la cantidad de enfermos y muertos en crecimiento exponencial sino por el elevado número de contagio entre los propios sanitarios por no haber sido dotados adecuadamente con las medidas de protección necesarias para curar a los pacientes con un mínimo de seguridad. El número de sanitarios contagiados es de 13.6%, una barbaridad si lo comparamos con el 8% en Italia y el 4% en China. La irresponsabilidad política podría convertirse en una demanda penal de proporciones gigantescas si se demuestra la negligencia de los encargados de la sanidad pública española.
Finalmente, el desastre de la pésima gestión de la crisis sanitaria puede verse en el gráfico comparativo de los pacientes infectados en distintos países al día 20 de declarada la epidemia: España va en primer lugar.
Conclusión: aún sin atisbar el final de la pandemia, sus consecuencias serán más nefastas de los que nos auguran nuestros infames dirigentes sanitarios.
Tranquilo Jorge, que ya verás como la curva de progresión de la pandemia se arregla rapidamente a base de decreto del de las cejas de angora. A partir ya de hoy, se contabilizarán los enfermos según el diagnóstico que se hará por “criterios clínicos y radiológicos” y “será considerado caso posible”, pero ya no contarán como casos confirmados y, por tanto, no entrarán en la estadística del Ministerio de Sanidad. Con lo cual, ya tenemos la estadística trucada para poder ser manejada al antojo del Gobierno.
Poner a un profesor de filosofía de ministro de sanidad, solo se le ocurre a un imbécil.
¡Pero claro, los partidos separatistas catalanes querían su cuarto y mitad de ministro!
Y los españoles que se jodan…