La arbitrariedad autocrática también contagia a la Policía
“Por la vida se pierde la vida” (Refrán popular) El refrán popular es la traducción laica de la gran sentencia evangélica: “Quien quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí y del evangelio, la salvará”. (Marcos, 8:35)
Esta reflexión me la ha inspirado el escalofriante espectáculo de la policía impidiendo la celebración de la misa en la catedral de Granada. Y acentúa mi escalofrío el hecho de que la Policía Nacional estaba transgrediendo chulescamente el decreto de estado de alarma. Porque es cierto que de la ley son responsables mis representantes; y si jugamos limpio el juego democrático que respeta los ámbitos de libertad de cada uno (también de la Iglesia católica y de los fieles), hemos de aceptar que la ley, en un estado de excepción (oficialmente, sólo de alarma) limite excepcionalmente esa libertad de los ciudadanos: y eso bajo la normativa rigurosísima y controladísima, que arbitra esa ley de confiscación de las libertades.
Pero que los ejecutores de la ley puedan interpretarla arbitrariamente, pero no en favor de la libertad, sino contra ella, nos retrotrae a los regímenes en que los ejecutores se han dedicado a interpretar la voluntad del dictador de turno, para congraciarse con él y así ir progresando en su carrera hacia la identificación con el jefe: es decir, actuando según la auténtica voluntad del jefe, que no ha podido conseguir una ley a su gusto. El celo policial, digno de mejor causa, ha ido muchísimo más allá del cumplimiento del decreto. Probablemente no se han guiado sólo por su letra, sino por lo que deben pensar que es su espíritu: suprimir incondicionalmente el culto católico con la excusa del coronavirus.
Quizá sean las brumas y las telarañas de lo demasiado antiguo lo que empaña mis gafas de mirar esas cosas; pero ésa es mi sensación al ver a las fuerzas del orden actuando por su cuenta y riesgo (pero sin ningún riesgo) contra la ley y contra la libertad de la Iglesia y a ésta, en la persona de sus responsables, guardando un silencio condescendiente.
Por ello, citaré nuevamente las sabias palabras del filósofo y médico John Locke que parecen fagocitadas por el mismo coronavirus en las mentes y en las acciones de los responsables policiales: “Donde no hay ley no hay libertad. Pues la libertad ha de ser el estar libre de las restricciones y la violencia de otros, lo cual no puede existir si no hay ley; y no es, como se nos dice, una libertad para que todo hombre haga lo que quiera. Pues ¿quién pudiera estar libre al estar dominado por los caprichos de todos los demás?” También de los de la policía. Lo adecuado sería ahora que la Policía Nacional renunciara a su patrón. El Santo Ángel Custodio ya les ha abandonado.
Como abogado no puedo menos que suscribir su brillante exposición de la a a la z. Sigo sin entender porqué el señor Arzobispo de Granada, hablando claramente, se la envainó, Y NO HA DICHO NI PIO AL MENOS QUE SE SEPA, O DENUNCIADO JUDICIALMENTE LO SUCEDIDO, QUE ES LO QUE PROCEDE EN UN ESTADO DE DERECHO, y no de desecho, como el que por desgracia estamos sufriendo. (Con los aplausos, HASTA CON LAS OREJAS, DEL PP, PARTIDO PARA AYUDAR… A LOS PARTIDOS DE IZQUIERDAS). Vean y juzguen ustedes mismos: “Real Decreto 463/2020, de 14 de marzo, por el que se… Leer más »
¿Cabe esperar queja del presidente de la Conferencia Episcopal o de alguna autoridad eclesiástica?
Espera sentado a que Juan José Omella diga algo que pueda molestar al gobierno