¿Y si China indemnizase al mundo?
Abel Veiga.- Hace unos días –y pese a las cada vez más disparatadas ocurrencias del presidente Trump–, de repente soltó una que, sin embargo, se rastrea en los medios y en las redes sociales; esto es, «China debe compensar al mundo por esta pandemia», al tiempo que seguía machaconamente insistiendo en que todo surgió en un laboratorio. Superpotencias nucleares como la propia EE.UU., Rusia y China saben mucho de armas bacteriológicas. Pero esta es otra historia por mucho que en los ochenta se redujeran algunos arsenales.
Pero ¿tiene China, y si la tiene, es exigible y en base a qué, responsabilidad civil? ¿Cuál es la causa de esta pandemia, por qué y cómo se crea, qué falló, qué se ocultó, desde cuándo se sabía el daño y el daño continuado e in crescendo? Más, ¿quién se la exigiría y que diría y haría el gobierno chino? A ello únase la guerra comercial soterrada que ya existe entre chinos y norteamericanos y, en menor plano, europeos.
También algunos países de Europa piden al gigante chino que aclaren el origen y la causa de este virus. Lo hacen con la boca pequeña pero sin atreverse a enfrentarse a la fábrica del mundo y dueño de buena parte de la deuda de muchos países occidentales. Hemos deslocalizado nuestras fábricas hacia Asia, compramos componentes que solo se fabrican allí en una cadena de proveedores y suministros de la que solo dependemos de ellos, mendigamos y suplicamos a sus gigantescas empresas públicas que inviertan en nuestras regiones y compren fábricas, empresas, etc, pero a la hora de exigir algo, solemos callar. Hay miedo. El miedo al poder. Al enfado. Lo saben bien Macron y Johnson.
Este último negó y se reía de la pandemia y hoy, Reino Unido, se está convirtiendo en el país de Europa con mayor número de muertes. Se perdió un tiempo vital, algunos insistieron, incluso, en celebrar una no tan absurda primera vuelta de las municipales en Francia, calculando que, tal vez no habría segunda y los resultados se dieran por buenos. Pero ahora miran o tratan de distraer la atención hacia China.
Y esta, dictadura aplastante de derechos humanos y fábrica del mundo y soporte de una economía que está colapsando en Occidente, ni siquiera se resiente. Vende todo lo vendible a países que necesitan proveerse de millones de equipos, mascarillas, e incluso nos venderá la primera vacuna. No importa que aquellos sean defectuosos o no sirvan. Esto no solo ha pasado en España, también en Alemania y en otros países. Aunque todo vale para las oposiciones políticas. Lástima que en España la oposición no tiene líder y se equivoca una y otra vez, entre fotomontajes a un espejo o pase de una revista protocolaria en un desdibujado dos de mayo madrileño que simplemente no debía ni celebrarse. No mejor está un gobierno desbordado, sin explicación y con el resuello agonizando. Hoy los ciudadanos estamos solos. A las ocho antes aplaudíamos al personal sanitario, ahora ya no se saben por quién doblan las campanas de la fiesta o por quién las caceroladas crecientes. Somos españolitos de a pie, turbada la lógica y la razón, mansos a la manipulación y obedientes solo ante el miedo o la bota.
China debería explicar y aclarar muchas cosas. Desde donde y cómo se originó el virus y posterior pandemia hasta los protocolos que se siguieron entre engaños de cifras y de víctimas. Se persiguió y detuvo a los primeros médicos que alertaron de esta tragedia. Se silenció todo, fácil en una dictadura comunista. Y se acantonó y acuartelaron ciudades y cantones marcialmente, con candados y un estado vigilante en cada esquina. Y el pueblo chino obedeció. Aquí en Europa empezamos ya a sublevarnos y algunos juristas a dudar de la constitucionalidad del estado de alarma.
Si el país asiático hubiese sido más claro con los efectos devastadores de la epidemia, con el riesgo letal de su transmisibilidad y alta capacidad exponencial de contagio, si hubiera antes restringido movimientos quizás algo habría cambiado en esta descreída Europa que al principio lo veía como un problema chino y a miles de kilómetros. En Washington algunos se jactaban del declive político y económico. Pero el que ríe primero ríe y llora último también. Aquí hay pócimas para todos.
La clase política saldrá mal amparada, prácticamente toda con algunas excepciones y el riesgo, esta vez sí, es que ahora la clase media no será capaz de soportar como en la anterior la crisis económica de 2009 a 2013. Los millones llovieron para la banca y orquestar nuevos bancos de viejas cajas de ahoroa, cual paganas únicas de viejas borracheras de euforia y dinero a espuertas. Algún presidente negaba que hubiera rescate europeo. Qué ceguera. Pero era el español con sus impuestos los que garantizaban la devolución, no los bancos.
Pero ¿se imaginan que el mundo pidiera y exigiera responsabilidad civil por el daño causado a China y esta, en vez de hacer negocios ahora hasta con el virus, resarciera parte de esos daños? A lo mejor nos conformábamos también que dejaren de comer y comerciar con ciertos animales vivos y muertos. Del Sars no aprendimos nada. Del Covid-19, cuando pase la angustia, quizá tampoco.
* Abel Veiga Copo es profesor ordinario de Derecho de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid.