Le dijo no al Manchester United y dejó el fútbol para seguir su fe, tuvo cáncer, malaria y fue figura en un Mundial: las mil vidas de Carlos Roa
Por Juan Franco Gagliardi.- En esta época de cuarentena, donde las series y documentales deportivos están a la orden del día, el que tranquilamente podría ser el protagonista de una es el ex arquero de la selección argentina y actual integrante del cuerpo técnico del San José Earthquakes de la MLS, Carlos Roa.
Aunque no haya sido uno de los futbolistas más marketineros, su carrera tuvo todos los condimentos: acción, alegría, decepciones, giros inesperados y en varias oportunidades se levantó de las cenizas, como la mítica figura del Ave Fénix.
En diálogo con Infobae, Lechuga repasó su exitoso paso por el mundo del fútbol, las enfermedades, su destacada actuación en Francia ‘98 y la decisión que marcó un quiebre en su carrera: abandonar su amada profesión cuando era pretendido por el Manchester United para iniciar una búsqueda espiritual.
Aunque Roa debutó en Primera División en Racing, por distintas factores nunca pudo asentarse en el cuadro de Avellaneda. Una de las cuestiones que lo privaron de hacerse un lugar en la Academia fue el tiempo que estuvo fuera de las canchas a raíz de una malaria (por estas latitudes también conocida como paludismo).
Todo sucedió durante una gira por África, en la que disputaron algunos partidos en países como Costa de Marfil y Togo. “Fue por una picadura de mosquito. Estuve casi un año hasta que pude volver a jugar al fútbol, fue complicado. El mosquito deposita huevos en la sangre y te contamina todo el torrente sanguíneo y el hígado”, rememoró el arquero.
Durante este proceso los temores lo invadieron, pero él asegura que su fe (es un fiel devoto adventista del Séptimo Día) lo ayudó a seguir adelante con su sueño. “Era una incógnita en ese momento, porque antes hubo casos de jugadores que tuvieron enfermedad y no pudieron volver a jugar. El tema de la fe fue muy importante, sin ninguna duda”.
Ya recuperado, de la mano de Patricio Hernández, arribó a Lanús en 1994, donde al poco tiempo se consolidó, hizo historia y comenzó a ganarse un importante lugar dentro del fútbol argentino. El arquero fue una de las grandes figuras del plantel que bordó la primera estrella en el escudo granate.
Con Héctor Cúper en el banco de suplentes, ganó la ahora extinta Copa Conmebol en 1996, luego de superar en la final a Independiente Santa Fe en el mismísimo Campín de Bogotá. “Hicimos una gran labor. Teníamos un equipo con experiencia, pero también con algunos jóvenes muy buenos. Había carisma, personalidad. Teníamos un gran respaldo de la gente y los dirigentes, que eran muy buena gente. La final nos tocó allá, en Colombia, donde tuvimos que sacar el partido adelante. Disfruté mi tiempo en Lanús al máximo”, rememoró.
En la ida en La Fortaleza, los locales ganaron 2 a 0, con goles de Oscar Mena -penal- y Ariel Caño Ibagaza. En la vuelta, gracias a las manos de Lechuga, resistieron los embates de los colombianos y, pese al 1 a 0 en contra, se volvieron con el trofeo en sus manos.
Durante su paso por el Sur se da una de las grandes curiosidades de su carrera, ya que le marcó un gol nada más ni nada menos que a José Luis Félix Chilavert. “Habíamos hablado esa semana con Cúper que si había dos penales, que es algo raro, el segundo lo pateaba yo. El encargado de patear en realidad era Mena. ¡Y se dio así en el partido! Tuvimos uno en el primer tiempo y otro en el segundo. Crucé toda la cancha mirando a Héctor para ver si me decía que tenía que volver. Lo pateé con total confianza, y lo pude hacer. Fue una gran alegría. Él se tiró bien, pero cuando va arriba es muy difícil para el arquero. Fue cerca del ángulo, era inalcanzable”, relató.
EL HÉROE EN LOS PENALTIS CONTRA INGLATERRA
Luego del escandaloso partido disputado en La Paz, en el que la selección argentina perdió 2 a 1 contra Bolivia y terminó enfrentándose con la policía (el famoso corte a Julio Cruz), Roa se hizo el dueño del arco de cara al Mundial de Francia 1998. La expulsión de Nacho González le dio una oportunidad y él no la desaprovechó. “Me acuerdo de ese partido. Dentro de ese quilombo que se produjo me tiraron gas pimienta. Fue la peor experiencia que tuve en el fútbol. Hubo un tumulto con la policía, ellos nos tiraban palazos. Fue feo, es jodido cuando te lo tiran en la cara”, soltó sobre ese encuentro.
Con el primer lugar en la tabla de clasificaciones en las Eliminatorias, la Albiceleste de Daniel Passarella llegó a Europa con el mote de candidata. Dentro de ese plantel se destacaban futbolistas de la talla de Roberto Ayala, Matías Almeyda, Diego Simeone, Gabriel Batistuta, Ariel Ortega, Juan Sebastián Verón, Hernán Crespo, Marcelo Gallardo y Javier Zanetti.
“Fue mi primer Mundial. En lo personal fue muy bueno. Era todo nuevo para mí. Fue lo más grande que me pudo pasar como profesional. Tuve ese privilegio, y lo disfruté muchísimo. Me agarró en el mejor momento de mi carrera. Yo venía jugando en Mallorca, y lo hacía muy bien. Jugué con los mejores jugadores argentinos del momento, con todos ellos tuve una gran relación. En lo colectivo nos faltó llegar a la final, algo que nos dolió muchísimo. Creo que teníamos un gran equipo como para pasar de los cuartos de final”, aseveró.
Lechuga tuvo su momento de gloria en el Stade Geoffroy-Guichard de Saint Étienne. Tras el 2 a 2 en los 90 minutos (goles de Gabriel Batistuta y Javier Zanetti para los albicelestes y de Alan Shearer y Michael Owen para los ingleses), las manos salvadoras del santafesino le dieron la victoria a Argentina en los octavos de final en la tanda de penales. El ex Lanús le contuvo los disparos a Paul Ince y David Batty.
“Le atajé uno a Ince a la izquierda y uno a Batty a la derecha. Con el paso del tiempo se me escapan algunos detalles, pero es un lindo recuerdo. Antes de los penales Daniel (Passarella) me dijo que debíamos ganar y, de alguna manera, me puso una mochila grande encima. Era importante ese partido, por lo que significaba. Había que pasar de fase, pero yo venía inspirado con los penales. En España se hablaba mucho de que atajaba penales, y eso generó toda una historia. Aproveché ese buen momento. Yo me tenía fe contra Inglaterra, me sentía bien”, comentó el ahora entrenador de arqueros del cuerpo técnico de Matías Almeyda.
A diferencia de lo que sucede actualmente en esta clase de situaciones, Lechuga no contó con ningún “papelito” o “machete” para tratar de adivinar los lanzamientos de los ingleses: “Vi algunos videos, pero no es como ahora que tenés mucho más detalle. En esa época no había demasiadas imágenes. Ahora hay mucha más información sobre el equipo rival”.
Pese al envión anímico, el conjunto nacional recibió un fuerte golpe. Quedó eliminado por Holanda debido a un gol de Dennis Bergkamp a escasos segundos para la finalización del juego en el Stade Vélodrome de Marsella. “Creo que fue un poco sorpresivo para nosotros, sabíamos que teníamos un gran equipo. Tuvimos la oportunidad para ganarlo, con un tiro que dio en el palo. El gol de ellos fue muy justo, tras una expulsión (Ariel Ortega, por una agresión a Edwin van der Sar). Fue un pelotazo de 60 metros a nuestra área, si teníamos un poco más de tiempo creo que lo podíamos empatar…”
“El vestuario era un silencio absoluto en ese momento. Cuando entré me encerré donde estaban mis cosas y no dije absolutamente nada”, comentó con congoja.
EL RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL Y EL INESPERADO RECHAZO AL MANCHESTER UNITED PARA INICIAR UN CAMINO ESPIRITUAL
Por pedido de Héctor Cúper, Carlos Ángel Roa fue uno de los argentinos que desembarcó en un Mallorca que hizo historia dentro del fútbol español. El equipo de las Islas Baleares pasó de ser un “humilde” invitado dentro de La Liga a ser protagonista, pelear los torneos, salir campeón y competir en Europa.
“Fue un lindo paso, un gran recorrido. Con la llegada de Cúper se nos dio la posibilidad al Mencho Mena y a mí de poder ir allá. Yo no conocía nada la zona, es una isla espectacular. Vinieron jugadores del Valencia, Amato del Hércules… Fuimos varios jugadores con ganas de ganar y conseguir cosas. La primer temporada llegamos a la final de la Copa del Rey, hicimos un gran torneo local. Le ganamos la Supercopa a Barcelona y llegamos a la final de la Recopa de Europa”, inició su relato a la hora de hablar sobre su aventura por el Viejo Continente.
Justamente en ese cruce ante los catalanes en abril de 1998, Roa volvió a hacerse gigante en una definición desde los “doce pasos”, desviando 3 ejecuciones y convirtiendo la suya. Sin embargo, la suerte no los acompañó. “Fue algo inexplicable. Les atajé a Rivaldo, Celades y Figo y convertí el mío, pero así y todo no se pudo. Teníamos ilusión. En el quinto penal pudimos haberlo ganado, pero le tocó errar a nuestro mejor pateador, que era Jovan Stankovic. Fue triste, cerca de 15 mil personas nos acompañaron (se disputó en el Estadio Mestalla de Valencia). Pese a que no se pudo, ese equipo aún es recordado, por la entrega en ese partido”.
Tuvo una brillante temporada 1998/99. Mallorca finalizó en la tercera colocación y Roa fue clave, al quedarse con el premio Zamora (el arquero con la valla menos vencida). Esto despertó el interés del Manchester United, que ofreció cerca de 10 millones de euros por el argentino para suplir la salida de Peter Schmeichel.
De manera inesperada, Lechuga decidió hacer un cambio radical en su vida. Se retiró del fútbol en su mejor momento para iniciar un camino más espiritual. “En ese momento decidí alejarme del fútbol por un tema religioso. Me fui de los campos de juego por una cuestión personal. Era algo que yo sentía, lo que me hacía feliz, bien. Seguramente con esa decisión la gente del Mallorca se vio sorprendida, al ver que una persona que estaba pasando su mejor momento deportivo se alejaba para hacer una cosa totalmente diferente. Estoy tranquilo por la decisión que tomé. No sé qué hubiese pasado si hubiese seguido. Eso no lo vamos a saber. Lo importante es que a mí me sirvió para mi vida personal”, esbozó.
Al ser consultado sobre si alguna vez imaginó qué hubiese pasado si aceptada la oferta, sostuvo que esto es algo que “no te lo podés replantear, es suponer cosas que no son reales. Es especular. Uno toma decisiones, las puede acertar o no. De los errores se aprende. Es así”.
Durante ese tiempo hizo base en Córdoba, más precisamente en Villa de Soto, un municipio del departamento de Cruz del Eje, que actualmente cuenta con una población cercana a los 12 mil habitantes. “Me fui a la montaña, fue una linda experiencia. Es una vida totalmente diferente a la que había planificado. Estaba tranquilo en mi casa, relajado, con mi familia, tratando de poder asimilar el momento que vivía. Todo lo que hice era para beneficio de mi familia. Estaba alejado de todo, aunque tenía algunos vecinos cercanos del campo. Convivía con los animales, con las vacas, con los caballos. Me enriqueció en la parte espiritual. Era algo diferente a lo que estaba acostumbrado a hacer. De estar rodeado del éxito después del Mundial a estar aislado… pero a mí me ayudó muchísimo y me cambió la perspectiva de la vida”, detalló el futbolista, respaldando la decisión que tomó hace más de dos décadas.
LOS MITOS SOBRE SUS CONDICIONES PARA VOLVER A JUGAR
¿Qué lo hizo regresar a la actividad profesional luego de tomar semejante decisión. El propio protagonista lo explica de manera muy sencilla. “El hecho de querer volver a jugar, punto. Fue así. No hubo nada extraño. Me dieron ganas de jugar de vuelta, de estar en una cancha, que es en lo que soy bueno. ¿Por qué no puedo seguir haciéndolo? La decisión era mía, no involucra a ningún tercero. Así como me alejé, porque pensaba de una manera, volví a jugar de la misma manera. Nadie me obligaba a volver. Fui yo que sentí ganas de jugar”.
Durante ese período, miles de noticias salieron a la luz. Una de las que más se replicó fue que su futuro estaba condicionado a no jugar los sábados, ya que para los Adventistas del Séptimo Día el sábado es considerado para descansar. Aprovechando el paso del tiempo, Roa contó su verdad en diálogo con Infobae. “De ninguna manera puse como condición no jugar los sábados. No fue así. Toda mi vida trabajé los sábados. Yo me fui por una decisión personal, no por jugar los sábados, que era algo que yo ya lo venía haciendo. Nunca puse en tela de juicio o como condición jugar un sábado. Cada uno decide lo que quiere ser. Si querés ser feliz siendo jugador, sos jugador. Si querés ser camionero, camionero. Tenés que ser feliz con lo que hagas”, aclaró.
“Lo mío era más complejo que no trabajar un sábado. Era una decisión de vida. Fue así, de esa manera. Siempre jugué los sábados”, recalcó el futbolista que se retiró con la camiseta de Olimpo de Bahía Blanca.
Otra de las cuestiones que aclaró es su famoso dorsal 1.3, utilizando un punto entre el uno y el tres para evitar que se forme el 13. Aunque los medios de la época afirmaron que había cuestiones religiosas en este accionar, Lechuga lo explicó de otra forma. “Fue porque dicen que era de mala suerte. Era un número que me gustaba, pero como todos decían que era mala suerte le puse el punto para cortarlo. No tuvo nada que ver la religión, fue por gusto. Me dieron ese permiso y le puso un punto entre el 1 y el 3”.
UNA NUEVA BATALLA
Luego de perder el puesto a manos de Leo Franco, sumado a una lesión en el hombro izquierdo que lo imposibilitó de jugar durante varios meses, Roa aceptó la aventura de ser transferido a Albacete, donde logró rápidamente el ascenso a la elite española.
Durante su estadía en el club, tras realizarse unos estudios, le notificaron que tenía cáncer testicular. “Fue un momento difícil porque estaba jugando de nuevo. La expectativa de jugar en Primera generaba entusiasmo y ganas, pero ahí vino este problema. Ahí fue todo lucha de nuevo. Fue difícil de asimilar al principio, porque tenía que estar todo un año fuera de las canchas. Yo tenia pensado en 15 días irme a mi casa, pero me dijeron que debía hacer un tratamiento de varios meses”.
“Cuando bajás a tierra te das cuenta que es algo importante, complicado. Viví una etapa muy fea, complicada para uno y mi familia, porque te ven muy mal. Hicimos quimioterapia muy agresiva, para tratar de volver lo más rápido posible a las canchas. Podría haber tomado otra de 6 a 8 meses, pero elegí una de 3. Ves que se te cae el pelo, el color de tu piel cambia a amarillenta, bajás de peso, porque no podés comer absolutamente nada. Vomitás todo lo que comes. Gracias a Dios salí adelante”. Así describió el duro momento que debió atravesar en España junto a la presencia de su esposa.
Al igual que al inicio de la entrevista, Carlos sostiene que su fe fue un factor importante para no bajar los brazos y tratar de salir adelante. “La parte espiritual me permitió tomar fuerza para salir adelante. Mi caso, por lo que me dijeron los médicos, fue un milagro. Dios me dio otra oportunidad, tiene otro plan para mí en esta vida, porque todavía sigo acá después de tener cáncer y malaria”, comentó. Y luego, agregó: “Yo sigo batallando la vida y soy muy feliz. Puedo decir que fue complicado, pero siempre tuve el apoyo y la parte espiritual de Dios. Yo me aferré a mis creencias”.
OTRAS FRASES DESTACADAS
“Vengo llevando bien la cuarentena, con tranquilidad. Ya llevamos más de un mes acá en San José, California. De a poco se ve que hay cierto movimiento de gente. No es una cuarentena estricta, no es que está prohibido salir de casa. Hay gente caminando, o pueden ir al parque. Pero siempre respetando la distancia, utilizando barbijo y evitando el contacto. Esperando para saber qué va a pasar con el fútbol, que en la mayoría del mundo no se ha activado”.
“Los objetivos para esta temporada en San José son ir a lo máximo. El primero es clasificar a la liguilla. La temporada pasada nos faltó ganar un partido. Aunque no será nada fácil, trataremos de mejorar lo que hicimos la temporada pasada. Hay mucho por mejorar. Pero tras este parate todo será una incógnita”
“A Almeyda lo conocía de enfrentarlo en el fútbol argentino y en la Selección, pero a través de mi amigo Gabriel Omar Amato, con el que nos une una amistad desde hace mucho tiempo, surgió la posibilidad de trabajar juntos. Con Amato jugamos juntos en Mallorca y me ayudó a ir a Olimpo. Yo había dejado de trabajar con Adrián Gorostidi, que dirigía a Ben Hur de Rafaela. Y surgió esta posibilidad, tras el descenso de River. El Pelado me llamó al otro día del descenso a mi casa y me preguntó si quería formar parte de su cuerpo técnico. Acepté con gusto”.