La respuesta del Duque de Ahumada al presidente Narváez que la oposición utiliza contra Marlaska
Quién nos iba a decir que el Congreso de los Diputados retrocedería hasta dos siglos este miércoles.
Ha sido así por el recuerdo que algunos diputados (en especial Teodoro García Egea, del PP) han tenido para dos figuras históricas de nuestro país: el presidente Ramón María Narváez y, sobre todo, el fundador de la Guardia Civil, Francisco Javier Girón y Ezpeleta (duque de Ahumada).
Todo ha venido a colación de la polémica abierta entre la Benemérita y el Ministerio del Interior. El cese del hasta ahora jefe del cuerpo en Madrid, el coronel Diego Pérez de los Cobos, ha generado un gran revuelo (y nuevas salidas posteriores en la Guardia Civil). Con el 8-M, otro asunto discordante a más no poder, como ingrediente añadido. Los alicientes eran máximos para que el tema copase buena parte de la sesión de control al Gobierno que ha tenido lugar hoy. Como así ha sido.
En un momento dado, García Egea ha querido comparar el episodio entre el ministro Fernando Grande-Marlaska y el coronel Pérez de los Cobos con otro sucedido nada menos que en 1850. ¿Sus protagonistas? Narváez y el duque de Ahumada.
El ‘choque’ entre Narváez y el fundador de la Guardia Civil
Seis años después de su fundación (1844), la Guardia Civil fue protagonista de una anécdota de plena actualidad en nuestros días. Ocurrió con motivo de la inauguración del Teatro Real. El evento iba a contar con la presencia de la reina Isabel II y requería, por supuesto, de la seguridad prestada por los agentes del cuerpo. Una de las medidas decretadas entonces fue el cierre de algunas calles cercanas al edificio y con acceso a la plaza de Ópera de la capital, en la que se encuentra este.
De ahí que un cabo de la Benemérita diera el alto a un carruaje que pretendía transitar por una de estas calles próximas al Teatro Real. En el vehículo iba nada menos que el presidente Narváez, que se dirigía al recinto. Como el cochero no logró que se le permitiese continuar con la marcha, el propio Narváez se vio obligado a intervenir. Aunque también sin éxito: el carruaje tuvo que dar media vuelta y acceder al teatro por otro lugar.
Una vez en él, Narváez habló con el duque de Ahumada para exigirle un castigo ejemplar para el cabo que no le había dejado pasar. Sin embargo, Girón y Ezpeleta se limitó a argumentar lo mismo que su subordinado: sólo se cumplían órdenes y el honor del cuerpo no debía ser atropellado. Por lo tanto, no habría castigo alguno.
El presidente del Consejo de Ministros (así se denominaba entonces al jefe del Ejecutivo) pidió entonces al duque de Ahumada que trasladase al agente a un lugar fuera de Madrid. Aunque aceptó la explicación del jefe de la Guardia Civil, Narváez le hizo saber que consideraba apropiado que hubiese, al menos, un castigo leve para el cabo que no le dejó pasar: al ser él también militar (general, de hecho), se había sentido agraviado.
A la mañana siguiente, el duque de Ahumada se presentó ante Narváez con dos cartas que requerían su firma: la de la dimisión de Girón y Ezpeleta y la de la orden de traslado del cabo. Al final, el presidente no aceptó la renuncia del alto mando de la Benemérita y todo quedó en un episodio ejemplarizante sobre el honor en la Guardia Civil.
La escena cinematográfica que recuerda la anécdota de Narváez y la Guardia Civil
Esta historia decimonónica también ha dado el salto a las redes sociales. Ha sido Juan Carlos Girauta, ex de Ciudadanos, quien ha rescatado una conversación muy similar a la que debieron tener Narváez y el duque de Ahumada. Esta tuvo lugar no en la realidad, sino en el cine.
La escena recoge un despacho entre un gobernador y un teniente coronel de la Guardia Civil. Durante el mismo, el político le ordena al militar que traslade a un miembro de su comandancia a otro lugar de la provincia. Es entonces cuando el representante de la Benemérita menciona lo sucedido entre Narváez y el fundador del cuerpo. Además de la respuesta que le dio el duque de Ahumada al presidente: “Esa disposición la tomará mi sucesor”.
Con la intención de dimitir y a la vez de tomar la medida que le pide el gobernador, el teniente coronel se muestra airado. “Nosotros tenemos un código y un estilo. Yo no puedo proceder caprichosamente con hombres de honor. Mi deber es velar tanto por la disciplina como por la moral de las fuerzas que se me han confiado. Si no fuera así, preferiría dejar la Guardia Civil”, expone. A lo que su interlocutor reacciona haciéndole saber que acepta sus reticencias hacia la orden y que actuará como si nada hubiese pasado.
Olvidada por muchos y recordada por tan sólo unos pocos, la historia del siglo XIX en lo que respecta a España ha salido a la palestra de la forma más inesperada esta semana. Porque, como han podido comprobar, los pulsos entre el Gobierno y la Guardia Civil no han nacido ayer precisamente.
Grandisimo articulo, gracias a la Guardia Civil, en 1880 ya casi habian extirpado el bandolerismo en Espana, un cancer desde la epoca romana. Lo mejor que tenemos en nuestro pais. Gracias por la honradez frente a ese lacayo proto comunista de Marlaska.
EL HONOR ES LA DIVISA DE LA GUARDIA CIVIL.
Y UNA VEZ QUE SE PIERDE, O SE RECUPERA JAMÁS.
Por ello el TENIENTE GENERAL QUE DIMITIÓ, HIZO LO CORRECTO.