Si hay algún golpista, ese es Iglesias
Iglesias ha dejado claro que Sánchez no tiene ningún tipo de ascendencia sobre él y que sigue milimétricamente su hoja de ruta para imponer un cambio de régimen. Iglesias no solo ha embestido siempre contra los consensos de la Transición, contra la Constitución como eje vertebrador de España, contra la Monarquía y contra el poder judicial. También está utilizando las instituciones para instaurar un guerracivilismo ya superado y para generar odio ideológico en las calles. El enfrentamiento entre españoles es su manera de entender el poder y de alterar los códigos con los que nuestra democracia se ha convertido en un ejemplo de convivencia, de lucha contra el terror y de reafirmación nacional. Incomprensiblemente, hoy todos estos valores están en riesgo por el expreso deseo de Sánchez de sacrificar al PSOE constitucionalista y sustituirlo por un socialismo revanchista y cainita. La atmósfera ya es conflictiva en las instituciones y en la calle. Es alarmante la irresponsabilidad de Sánchez al permitir que su vicepresidente alimente la teoría de que la derecha desearía dar un golpe de Estado a través de una asonada militar.
Iglesias es un provocador. Nació en la agitación política y callejera, presumió de revolucionario, anheló tomar «el cielo por asalto» y diseñó un partido a su medida: autocrático, heredero del más rancio comunismo, simpatizante del terrorismo etarra, y proclive al independentismo, como ayer quedó claro al pedir la excarcelación de los «Jordis», condenados por intentar dar un golpe en Cataluña, precisamente. El partido de Iglesias puede bromear con la guillotina para la Familia Real, mofarse de los asesinados por ETA, propugnar la fractura de España, imponer la bandera republicana y amedrentar a los militares, a los jueces y a las Fuerzas de Seguridad acusándoles de ser cómplices de un golpe de Estado. Y no pasa nada. Está demostrando que Podemos es idéntico a las «cloacas» que siempre denunció, y es intocable mientras destroza España. Tiene patente de corso para reventar la comisión de reconstrucción nacional o para criminalizar a los Tribunales si no le dan la razón, y su partido nunca será responsable de un contagio masivo de coronavirus en las manifestaciones del 8-M… El diagnóstico es peligroso.
Iglesias es una farsa en sí mismo. Convertido en ese burócrata tras el que se esconde un pésimo gestor, ha visto cómo zonas «obreras» de Madrid se echaban a la calle para criticarle. Por eso necesita recuperar su perfil más antisistema, chulesco y antidemocrático. Pero juega con dinamita acusando al Ejército y a la oposición de ser desleales a la democracia porque es Podemos quien pisotea la lealtad a diario. Iglesias representa la huida hacia delante de un nuevo burgués al que desprecia la mitad de su Gobierno. Si en España hay algún golpista, ese es Pablo Iglesias.