La seguridad de Francia, en jaque por los suicidios de policías bajo presión
Se propaga y crece un tumor cancerosos entre las fuerzas de seguridad del Estado: el incremento llamativo de los suicidios entre los 150.000 policías nacionales, solo es un síntoma, trágico, de una angustia colectiva muy profunda. Perrine Sallé, portavoz oficial de la asociación «Mujeres de fuerzas del orden en cólera» (MFOC), nos describe esa tragedia a un pequeños grupo de periodistas que cubrimos una manifestación de protesta de policías: «Las esposas, compañeras, hijas de policías y gendarmes somos insultadas, nuestros domicilios son pintarrajeados, incluso nuestros hijos son amenazados. En el caso de los policías suicidas, las familias son las primeras víctimas».
«Las familias de muchos policías estamos en primera línea de crisis», continúa Perrine Sallé, agregando: «En mi caso, por ejemplo, he pedido a mi compañero que no vuelva a casa con el arma de servicio. Pura y sencillamente, tengo miedo que un día mi amor y mi apoyo no sea suficiente y que, en algún momento, él tenga la tentación de pasar al acto».
Al menos 70 policías se suicidaron el año pasado. Más de un suicida por semana. La crisis nacional de la franquicia de los «chalecos amarillos» creó tensiones y angustia entre las fuerzas del orden. Intentando responder a esa incertidumbre íntima nació la asociación «SOS Policías en peligro» (SOS PeP), consagrada como un servicio público de apoyo mutuo entre colegas.
Christophe, vicepresidente de la asociación, prefiere guardar un cierto anonimato, pero comenta el aumento de las tentaciones suicidas, en el seno de la policía nacional, en estos términos: «Entre colegas, entendemos mejor nuestros problemas íntimos. Existe un servicio de ayuda psicológica, pero está desbordado. Por otra parte, la tensión angustiosa que viven muchos colegas, armados, día a día, no siempre es fácil de comprender fuera del cuerpo. Un buen día, una joven colega se sinceró conmigo, y me dijo, “Christophe, dime algo que justifique mi trabajo”. Le dije que pensara en las víctimas y familiares a los que ella ayudó. Al día siguiente, me llamó por teléfono y me dijo: “Christophe, usaste las palabras justas. Estaba a punto de colgarme en un árbol».
Se trata de un problema de inmenso calado, enterrado en la tumba del silencio, durante muchos años. Philippe, policía en una comisaría de los suburbios parisinos, la «banlieue» de París, declara a la cadena BFMTV: «En veinte años de carrera he conocido diecisiete suicidios. Es muy duro, demasiado…».
La pandemia y las manifestaciones racistas y anti racistas de las últimas semanas han agravado la crisis. Tras el confinamiento, también se han multiplicado las manifestaciones de protesta: decenas, centenas y millares de policías se han manifestado en lugares emblemáticos, ante el Arco del Triunfo, ante el ministerio del Interior, ante la Basílica de Montmartre, ante la sala de conciertos Bataclan (escenario de la legendaria matanza del mes de noviembre del 2015), pidiendo justicia, comprensión, tratamiento digno y apoyo, no solo psicológico.
En silencio, grupos de policías, en uniforme, se han tirado a la calle para protestar, paseando ataúdes marcados con las cifras de suicidas del año pasado. Aquí allá, policías y gendarmes, uniformados, ponen en el suelo sus esposas y parte de sus herramientas de trabajo, pidiendo ser escuchados por su ministro de tutela, Christophe Castaner, que ha recibido a varios sindicatos, sin conseguir calmar la cólera y la angustia.
La penúltima sucesión de suicidios ocurrió este mismo mes de junio, confirmando una crisis, angustiosa que viene de muy lejos. Jean-Michel Fauverge, antiguo responsable de una unidad anti terrorista de élite, declaró con ese motivo en una rueda de prensa: «En uniforme, o en casa, los policías son hombres y mujeres que sufren, padres y madres de familia. Los suicidios entre policías aumentaron un 79 % el año pasado. La pandemia ha agravado la crisis».
El ministerio del Interior ha prometido incrementar los presupuestos de ayuda psicológica y mejorar las condiciones de trabajo. Los sindicatos piden apoyo y reconocimiento.
Fuerza y honor. La policía, con todos sus defectos, es el último baluarte frente a la barbarie de los invasores y los ninis