Sánchez amortiza a Iglesias por el “caso Dina”
«Todo inquilino de La Moncloa tiene que convertirse en un’‘killer” para sobrevivir a la vida en Palacio». La reflexión se le escuchó a un ex ministro del Gobierno de Rajoy no en referencia a José María Aznar, como podría parecer, si no al propio Rajoy. Y hoy es perfectamente aplicable a Pedro Sánchez. En las últimas semanas el presidente del Gobierno ha ejecutado una nueva pirueta para hacer que parezca posible lo que él mismo se había encargado de hacer que pareciese imposible. Ha desconcertado a la dirección nacional del PP y a sus socios de cabecera, y en el poder periférico del principal partido de la oposición dicen hoy, cuando España se enfrenta a una crisis económica y social incalculable, que va a ser muy difícil «echarle de La Moncloa» por su «camaleonismo» y por su capacidad de «reinventarse», sin que «tenga ningún principio como límite».
Los presidentes autonómicos y los alcaldes vivían mucho más cómodos en la etapa del estado de alarma, y ahora, cercados por los rebrotes, temen la mutualización del desgaste. El acercamiento de Ciudadanos (Cs) al PSOE no es medible en cuanto a resultados electorales para la formación naranja, pero lo que sí ya reconocen la mayoría de los actores del tablero político es que ha tirado por tierra todas las estrategias y ha permitido que Sánchez se presente con un relato que desdice de un día para otro todos los hechos sobre los que ha construido su jefatura del Gobierno desde la moción de censura a Mariano Rajoy,
El «caso Dina», la mala gestión por parte de Pablo Iglesias de lo que podía haberse quedado en una disputa en el ámbito personal e íntimo, ha llegado, además, para fortalecer aún más a Sánchez. En el PP tienen bien medido esto en su relación con Ciudadanos (Cs), y aunque en la dirección nacional del partido haya quien ha pensado que puede ser territorio donde morder para desestabilizar al Gobierno de coalición, quienes tratan a diario con la formación naranja en ámbitos de gestión advierten de que la debilidad del socio, en este caso Iglesias, sólo sirve para fortalecer a Sánchez. Como le ocurrió al PP tras el mal resultado electoral de Cs en las últimas elecciones generales.
Iglesias se ha metido en un laberinto de difícil salida. Puede tener razón en que las «cloacas del Estado» han intentado desestabilizar a su partido, pero no tiene razón cuando utilizó este caso para alimentar la teoría de la conspiración y utilizar esta falsificación de la realidad para la campaña electoral de 2019. Los hechos de la investigación judicial confirman que el origen de este escándalo, sometido al escrutinio de la Audiencia Nacional fue una filtración, y no la «mano negra» de las cloacas del Estado. Estas «cloacas» intervinieron después, pero no fueron la causa original del problema. Desde el entorno afín al vicepresidente del Gobierno ya han activado una intensa campaña difamatoria contra el juez de la Audiencia Nacional, Manuel García-Castellón, pero estas maniobras no conseguirán tapar los problemas a los que se enfrenta el líder de Podemos.
Más sólo que nunca, además, porque la mayoría de sus amigos, los fundadores de Podemos, fueron purgados previamente. Iglesias tiene pendiente explicar por qué, presuntamente, retuvo la tarjeta del teléfono robado a su ex asesora Dina Bousselham, y por qué, presuntamente, la devolvió manipulada. Por larga que sea la sombra del comisario jubilado José Manuel Villarejo, actualmente en prisión, con los hechos ya conocidos esa sombra no bastará para tapar las contradicciones en las que ha incurrido Iglesias, y que, según fuentes judiciales, le sitúan ante el riesgo de una doble imputación en el Tribunal Supremo por delito de daños informáticos y de revelación de secretos.
En el PSOE sacan el colmillo y hay que remover muy poco para que aflore la verdad que siempre ha presidido la relación de los socialistas con los morados. El Gobierno de coalición es un matrimonio forzoso, sin confianza entre los cónyuges. Moncloa mantiene las formas, a sabiendas de que la debilidad de Iglesias contenta y mucho a una buena parte del Consejo de Ministros. Pero fuera de Moncloa no se andan con miramientos. En las baronías socialistas se frotan las manos. «Iglesias es tan sistema que parece que, igual que la casta, tiene sus propias cloacas a su servicio. Y hasta le ha dado un chiringuito a su ex asesora». Lo del «chiringuito» refiere a «La última hora», diario dirigido por Dina Bousselham, y para el que Podemos pide colaboración económica a sus inscritos.
Sánchez tiene atrapado a Iglesias. El vicepresidente no puede dar un portazo y abandonar al Gobierno de coalición en estas circunstancias. Con un partido profundamente dividido, sin poder territorial, con malísimas perspectivas en gallegas y vascas, y sin ni siquiera un balance de Gobierno que pueda servirle de justificación. Amén de que el hedonismo del poder parece tan adictivo para la casta como para los líderes del 15-M.
Pero Sánchez también ha conseguido de momento desactivar el frente de ERC. El eslogan independentista de que sin mesa de partidos no habría Legislatura ha sido arrasado por la pandemia, y ahora la clave depende de los Presupuestos. Y hoy en el ámbito político, y a pesar de la negligente gestión de la crisis sanitaria, si se pregunta por ejemplo a dirigentes del PP si creen que Sánchez podrá aprobarlos, la respuesta es «sí». Es decir, que le reconocen la capacidad de hacer lo que no ha conseguido desde la moción.
La presión económica a favor del acuerdo y de que haya Presupuestos es muy grande, y la posibilidad de que las cuentas salgan con el apoyo del PNV y de Cs se ve más que factible. Además de que la negociación de esos Presupuestos coloca al PP ante un complicado dilema. Ahora es mucho más difícil para el PP renegar del acuerdo por culpa de la situación económica y por culpa del acercamiento entre el PSOE y Ciudadanos. El partido de Pablo Casado no puede quedarse en el rincón de Vox, porque perderían la centralidad, pero tampoco puede permitirse el lujo de ir de la mano del Gobierno. Es un punto de equilibrio casi imposible de conseguir cuando Pedro Sánchez sabe que juega con ventaja al tener a su lado a Cs, y está moviéndose para achicar espacios al PP sin darles nada a cambio.