El PSUV, un partido manejado por militares que saquearon a Venezuela
«El Partido Socialista Unido de Venezuela es mucho más que un partido». La frase no es (solo) un eslogan electoral de la formación política que fundó Hugo Chávez. Es la última sentencia del tirano Nicolás Maduro que muestra cómo, en plena pandemia, empuja al PSUV hacia la simbiosis con el Estado.
El estado o los estados, pues Venezuela es un país en que se han multiplicado las denuncias e informes que aseguran que las autoridades han perdido el control de algunas zonas del territorio en las que bandas criminales, grupos disidentes de las FARC y la guerrilla colombiana Ejército de Liberación Nacional (ELN), imponen su ley.
En todo caso, el sueño político de Maduro parece más cerca que nunca y sus anhelos de que partido y Estado, Estado y partido, sean uno solo lo roza con las brigadas médicas del PSUV persiguiendo a la COVID-19 y militares que solidifican su sueño.
POSTESTALINISMO TROPICAL
Con este panorama, el doctor en Ciencia Política y profesor de la Universidad Simón Bolívar Daniel Varnagy considera que el modelo que sigue el PSUV es una suerte de «postestalinismo tropical» con unos referentes alejados en el tiempo y en el espacio pero adaptado a las características culturales del Caribe.
Según explica, el partido que fundó Chávez tiene en su ADN «muchas características de un partido comunista de corte centroeuropeo» posterior a la Segunda Guerra Mundial.
«Es un partido sumamente cohesionado, muy homogéneo, con una estructura que combina la militancia civil con la dirigencia militar porque una buena parte de los que, históricamente, han ocupado los más altos cargos del partido son militares de carrera», sostiene.
Por eso, considera que es un partido que, «tanto en ideología como en praxis, combina la mentalidad militar, la toma de decisiones jerárquicas y las voces más altas son también las voces que están en la dirección del país».
«De tal manera que se ha migrado a un sistema hegemónico donde el partido tiene una preponderancia central y medular pero que no es demasiado distinto de un partido comunista del este de Europa, más bien postestalinista. Hay distintas voces, no una sola, pero son homogéneas», resume.
«MÉDICOS», MILITARES Y EL MAZO
El último embate de Maduro contra la separación del PSUV y el Estado se vivió ante los ojos del ministro de Salud, Carlos Alvarado, y uno de los principales responsables de organización del chavismo, Darío Vivas, jefe de Gobierno de Caracas.
Por sorpresa, le encargó a Vivas, en su calidad de líder del PSUV, que organice brigadas médicas compuestas por sus copartidarios para localizar a enfermos de COVID-19. El mayor desafío para la salud, la economía y la sociedad de Venezuela no será afrontado por el Ministerio de Salud, sino por el PSUV, «más que un partido», según espetó Maduro frente a Alvarado.
Que el chavismo es un partido civil en el que los militares tienen un fundamento esencial es una evidencia desde su fundación por Chávez, entonces teniente coronel en retiro.
Sin embargo, las muestras públicas y oficiales de afecto al chavismo y al socialismo no dejan de multiplicarse. El último caso fue un acto de graduación de oficiales el pasado 6 de julio, cuando además de defender la patria, los nuevos militares juraron no rendir «sus armas hasta ver surgir una Venezuela libre, soberana y socialista».
Además, tal y como es habitual, Maduro fue recibido en ese acto con un militar de guardia que le dio la bienvenida proclamándose «bolivariano, socialista, antiimperialista y, más que nunca, profundamente chavista».
Última muestra de cómo los soldados de Venezuela han dejado de lado la imparcialidad bajo el grito que repiten en cada acto de «independencia y patria socialista», uno de los eslóganes del PSUV.
El último y más evidente caso es el del número dos del partido, si se considera que Maduro es el máximo líder, Diosdado Cabello, capitán retirado. Semanalmente emite en su programa exclusivas que proceden de las fuerzas armadas y de seguridad.
De algún modo se ha convertido en el estilete del Gobierno y la mano derecha fundamental, sin tener ningún puesto oficial. Solo es el líder del partido, un cargo fundamental en Venezuela, y presidente de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), un poder, según el papel, separado del Ejecutivo.
MÁS COREANO QUE CUBANO
Para Varnagy, todo ello muestra un modelo por el que, según recuerda, tanto Chávez como Maduro han mostrado su admiración, el de Corea del Norte. No en vano, Nicolás Maduro hijo hizo una visita reciente a Pyongyang.
Viendo ese sistema, considera que se puede «entender un poco hacia donde va» Venezuela en lo que tiene que ver con la toma de decisión, si bien es muy necesario comprender que son dos contextos culturales muy diferentes.
De hecho, Corea del Norte cuenta con un partido hegemónico, el Partido del Trabajo, y dos prácticamente desconocidos en el exterior de los que apenas se tiene noticia, el Partido Social Demócrata de Corea y el Partido Chondoísta Chong-u, que además forman una coalición con el primero.
Actualmente, el PSUV compite en las elecciones con varias formaciones pero de cara a los próximos comicios legislativos contará como opositores a tres partidos domesticados judicialmente y que hoy cuentan con buena parte del liderazgo opositor: Primero Justicia, Acción Democrática y Voluntad Popular.
Todos ellos han sido arrancados a sus líderes por una decisión judicial y entregados a exmilitantes expulsados a los que sus antiguos compañeros tachan de haberse dejado sobornar por el chavismo. Por tanto, en las próximas legislativas estarán en las papeletas sus logos y colores pero con unos dirigentes que distan mucho de ser feroces detractores de la tiranía.
COQUETEO CON CHINA
En la retina de todos están también las buenas relaciones que sostiene Venezuela con China, uno de sus más importantes aliados en el mundo y al que los líderes del PSUV aluden cada vez con más frecuencia como referente.
En opinión de Varnagy, «hubo un coqueteo importante con la posibilidad de incorporar muchos elementos (chinos) en la praxis de sistema hegemónico que se impulsa en Venezuela».
Entre ellos está el entender «que el sistema económico y político están separados, y sumados suponen lo que uno entiende como sistema social».
«Hay una necesidad inherente en el sistema venezolano al control. Es un sistema en el que el control es muy importante y cuando (en Venezuela) se siente que está soltando el control, como en el cambio de precios, (…) tiende a aparecer otra vez el control», afirma el politólogo.
Por eso, explica que en China «se separaron claramente los sistemas» para dar paso a un liberalismo económico que no está en la línea venezolana, donde considera que va a haber «un sistema mas cerrado donde se van a permitir algunas libertades».
Sin embargo, desde el punto de vista político, Varnagy cree que «habrá muchas similitudes» con «un sistema muy centralizado» tras las votaciones de diciembre.
Pero considera que pesa también la presencia desde hace años en Venezuela y el referente histórico que supone Cuba. No tanto Nicaragua donde «hubo una ligeramente mayor institucionalidad».
Con jerarquía de tipo militar, militantes entre los uniformados y ahora brigadas «médicas» compuestas por simpatizantes del partido, Venezuela y el PSUV construyen su propio modelo con ejes alejados en lo geográfico.