¿Es la crisis económica una bendición?
“La crisis es la mejor bendición que le puede suceder a personas y países porque la crisis trae progresos” (Albert Einstein).
El shock traumático provocado en la sociedad por la irrupción de coronavirus y la posterior entrada en recesión de las economías, provocará el final del endémico aislamiento y pasividad del Individuo y obligará a una profunda catarsis y metanoia de la sociedad en su conjunto que hará revisar los fundamentos que lo sustentan. La metanoia sería transformar la mente para adoptar una nueva forma de pensar, con ideas nuevas, nuevos conocimientos y una actitud enteramente nueva ante la irrupción del nuevo escenario pandémico lo que implicará la doble connotación de movimiento físico (desandar el camino andado) y psicológico (cambio de mentalidad tras desechar los viejos estereotipos vigentes ante el escenario distópico que se dibujará en la economía española post coronavirus y que significará de facto el retorno a escenarios autárquicos de la posguerra española.
Así, la crisis pandémica tendrá como efectos colaterales el incremento de la tasa de paro hasta niveles desconocidos provocados por el efecto dominó en la declaración de EREs en las empresas (estimaciones de tasas del paro del 20 % para el 2021), retraso de la jubilación a los 67 años y la generalización de la interinidad vitalicia con salarios tercermundistas e interinidad vitalicia. Todo ello conllevará la radicalización de los otrora aburguesados y sumisos sindicatos de clase, sedados por el chorro de millones de € de los sucesivos Gobiernos, la ruptura del diálogo social con la patronal, frecuentes estallidos de conflictividad laboral y la aparición mediática de los grupos antiglobalización que utilizando tácticas de guerrilla urbana pondrán en jaque a las fuerzas de seguridad.
Por otra parte, la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores debido a los exiguos incrementos salariales, congelación o dramática reducción de los mismos lo que unido a la ausencia de la cultura del ahorro doméstico provocará una severa contracción del consumo interno y el consecuente finiquito del consumismo compulsivo imperante en la pasada década. El drástico descenso de los ingresos del Estado y el bestial incremento de las prestaciones de Desempleo podría provocar una dramática reducción de los subsidios sociales que afectaría a la duración y cuantía de las prestaciones de desempleo, a las pensiones de jubilación y viudedad y a los sueldos de los funcionarios así como la subsiguiente contracción de inversiones en Infraestructuras Básicas.
Como consecuencia de todo lo anterior, asistiremos a un severo estancamiento del mercado inmobiliario por lo que las entidades bancarias intentarán mediante subastas y la creación de sociedades de gestión de activos inmobiliarios dar salida a los pisos embargados que acumularán en sus carteras (considerados “bienes ilíquidos”), lo que originará drásticas caídas de los precios de los inmuebles (precios artificialmente revalorizados debido a la especulación inmobiliaria de la última década). Igualmente, se producirá una desertización comercial de amplias zonas urbanas, con la progresiva desaparición del pequeño comercio (alimentación, ropa,calzado y concesionarios de automóviles) y de establecimientos de ocio y diversión (bares, cines, restaurantes, discotecas y centros comerciales) consecuencia de la severa contracción del consumo interno que llevará aunado la extinción de incontables medios de comunicación impresa y audiovisual ante la pérdida de ingresos por publicidad, quedando Internet como refugio para navegantes.
Las ciudades asistirán a una revitalización de los cascos antiguos y centros urbanos de las ciudades en detrimento de los barrios periféricos, motivado por la falta de liquidez de las arcas municipales y consecuente reducción de servicios públicos, fruto de la ya mencionada desertización comercial y de la profunda recesión del mercado inmobiliario que conllevarán una acusada reducción de ingresos por impuestos y subsiguiente endeudamiento crónico de los ayuntamientos.
En el plano educativo, es previsible un progresivo deterioro de la Educación Pública con tasas insultantes de fracaso escolar en la Educación Secundaria Obligatoria, quedando la mayoría de los centros públicos convertidos en guetos de inmigrantes y los centros privados como refugio de la excelencia educativa y de las clases económicamente solventes así como el redescubrimiento de la Formación Profesional en detrimento de los estudios de Bachillerato aunado con una drástica reducción del número de Universidades Públicas asfixiadas por la falta de subvenciones y la reducción espectacular del número de estudiantes.
Finalmente, las fuerzas centrífugas provocarán el éxodo al medio rural de una población urbana afectada por la asfixia económica, embargo de viviendas e ingreso en las listas del paro, con la consiguiente revitalización de extensas zonas rurales, rejuvenecimiento de su población y regreso a escenarios ya olvidados de economía autárquica.