La decadencia del Barça es la de Cataluña
Salvador Sostres (R) La decadencia del Barça es la de Cataluña y lo mismo que le ha pasado al club, y por los mismos motivos, le ha pasado a la Generalitat. El «més que un club» y el «som una nació» se fundieron trágicamente entre el 8 a 2 del viernes -después de tres años de derrotas igualmente humillantes en Europa, aunque desde luego no tan abultadas- y con el «menos que una comunidad» con el que Puigdemont humilló a Cataluña en 2017 provocando la aplicación del artículo 155 por una declaración de independencia que ni él ni Junqueras se creyeron, ni mucho menos defendieron, y al día siguiente el primero se fugaba como un cobarde, abandonando a los suyos a su suerte, y el segundo se entregaba a la Justicia, como continuación de una larga y funesta tradición de Esquerra de provocar los mayores horrores a Cataluña tanto como a ellos mismos.
El Barça de Xavi, Iniesta y Messi, liderado por Guardiola; el mejor Barça de la Historia y que jugó el fútbol más bonito que jamás se haya visto, se extravió en jardines que claramente le sobrepasaban, en guerras que no eran la que sabía y podía librar, en metáforas nacionales que pueden constituir una épica resistencia sentimental en tiempos de dictadura, pero que en democracia, lamentablemente, recuerdan a los idealismos que en el siglo XX usaron las demostraciones de la turba para arrasar el Estado de Derecho.
La ambición deportiva fue quedando en segundo plano: y cuando primero Laporta y dos años más tarde Guardiola se marcharon, los jugadores se hicieron con el control del vestuario como pequeños tiranos, anulando la autoridad de los sucesivos entrenadores -Vilanova, Martino, Luis Enrique, Valverde y Setién-, reducidos a meros empleados; y los sucesivos presidentes -Rosell y Bartomeu-, por miedo, por desidia y por manifiesta incompetencia, dejaron que los pequeños tiranos se convirtieran en grandes chantajistas y acabaran el viernes arrastrando el escudo del Barça por Lisboa, llevados por su egoísmo, su avaricia, su macarrismo y su total falta de escrúpulos y de respeto al club que les formó como jugadores y se lo ha dado todo. Los aficionados pueden perdonar derrotas, pero la ingratitud y el abuso son intolerables. Busquets no era nadie. A Messi tuvimos que crearlo, incluso por dentro, como un mecano. Piqué naufragaba en Mánchester, Sir Alex Fergusson le despreciaba.
Del mismo modo, la masa independentista se movilizó tantas veces como sus líderes políticos lo pidieron. Se jugó el tipo en el referendo ilegal del 1 de octubre, frente a la Policía, aportó el dinero (en suma de varios millones de euros) para pagar las sanciones y multas y fianzas que el procés pudiera comportar; y lo que obtuvo a cambio fue que los líderes políticos se comportaron como los avariciosos jugadores del Barça, y en lugar de ser ambiciosos prefirieron pelear entre ellos por el poder autonómico, pero manteniendo la retórica independentista, con su falsa e impostada gravedad, para no parecer tan mezquinos y continuar viviendo del escandaloso engaño.
Lo grave del 2 a 8 no fue que el Barça perdiera contra el Bayern sino el tiempo que los jugadores llevan insultando a su afición, burlándose de ella. Es el mismo tiempo que Junqueras y Puigdemont llevan insultando a todos los catalanes y burlándose muy particularmente de los independentistas, con su deprimente parodia del soldadito represaliado cuando fueron ellos los que nunca tuvieron la intención real de cumplir con su palabra, y en cualquier caso se rindieron antes de presentar batalla. Los problemas de Sandro Rosell con la Justicia, que aún no han terminado, y los que presumiblemente tendrá Bartomeu en los próximos meses son una versión menos aparatosa, pero no menos cínica de el pozo sin fondo de la corrupción de Convergència y de cómo todavía hoy se financian sus campañas electorales.
Los gobernantes independentistas decidieron gobernar para menos de la mitad de los catalanes e insultar a la otra mitad, tal como el Barcelona, con su identificación con el independentismo, giró la espalda a decenas de miles de socios y aficionados. Al final, lo que tanto como el independentismo como el Barça de Bartomeu han podido ofrecer a su público fragmentado, dividido y enfrentado, ha sido una derrota sin paliativos, una derrota en todos los campos, una derrota que tiene mucho más que ver con la falta de honradez y de inteligencia propios que con la potencia de sus rivales, a pesar de que el Bayern es un equipo letal y España un Estado sólido, con recursos y aliados, mucho más estable y resistente de lo que el independentismo en su arrogancia creyó y ahora comprueba desde la cobarde fuga o desde la cárcel.
Pero al final, y de hecho al principio, no podemos olvidar que vivimos en una democracia, y que a Puigdemont y a Junqueras les votaron, lo mismo que a Rosell y a Bartomeu. Si hoy se celebraran elecciones en Cataluña, lo más probable es que el bloque independentista continuara sumando, y que incluso dentro del independentismo, las voces más moderadas fueran las derrotadas. En el Barcelona, Bartomeu no tendrá más remedio que adelantar las elecciones, aunque si le quedara algo de honor y de dignidad se disculparía ante los aficionados, devolvería el dinero y presentaría su inmediata e irrevocable dimisión para acelerar su sustitución, que el club necesita como primer e inaplazable paso para remontar y para regenerarse, también en lo moral.
De fondo, los verdaderos responsables y culpables de esta doble y paralela vergüenza son los barcelonistas y los catalanes, una sociedad enferma que lleva años votando lo que la destruye, enganchada a la droga de la culpa ajena y del delirio de unas ensoñaciones que nunca se concretan, pero que ayudan a evadir el presente, hasta que de repente te meten 8. Igualmente, el independentismo se ha quedado sin hoja de ruta, sin proyecto político, y a Puigdemont le basta repetir una y otra vez las promesas que nunca cumplió porque su público narcotizado cree, como los males padres, que la ciega adhesión es más amor que la exigencia. El Barça es hoy mucho menos que un club: mucho menos que el Madrid, el City o el Liverpool y los que por cobardía nos dejaron sin autonomía son los mismos que cuando la recuperamos y han tenido su oportunidad, la han gestionado como los mismos seres menores, mezquinos incultos y patanes que han llevado al Barça al arrastre.
Memoria histérica zapatética:
Han pasado del Barcelona’82,pagando todos los “españoles” el freedom cakalonia de la mafia pujoliana (según el juez), a la visión del Barça ‘2-8.
¡Cómo avanzan trabajando atentados, referendos e independencias por la izquierda! ¡Qué machadas de enanitos (pujolines), eunucos y Zetas… !
¡Que gozada visitar al ‘Roca y dedicarle un ‘suspiro’ a ella y al conde de Jodó!
Por muy bonito que te haya quedado el comentario no es Barcelona 82 (eso fue España 82, el mundial de futbol) es Barcelona 92. Y eso de pagado por todos los españoles…. ¿que te has fumado?