La Nueva Normalidad (II)
“Pero razón de sobra tenemos para temer que la maldad destructora no tardará en acercarse adonde estamos, de la misma manera que sabemos por experiencia cuan grande e impetuosa es la fuerza devastadora de un incendio, o cuan terrible el contagio de una peste al extenderse” (Santo Tomás Moro)
Retomo el final de la primera parte de mis reflexiones sobre la “nueva normalidad” en relación con la libertad de expresión y pensamiento al hilo de un furibundo ataque del vicepresidente Iglesias contra el periodista Vicente Vallés, simple y llanamente por informar verazmente y relatar el turbio asunto judicial en el que se ve implicado por el “caso Dina”, amén de todas las falsedades que rodean al número de fallecidos o a la cruel tragedia de miles de ancianos muertos en las residencias sin que el vicepresidente de asuntos sociales haya hecho el menor atisbo de sentirse concernido o implicado en la preocupación y dolor de tantas familias abatidas y desconsoladas por estos acontecimientos.
Decía ese gran maestro de la radio que es Luis del Olmo que una de las satisfacciones más poderosas que se puede tener en un medio de comunicación era “decir su verdad”. Vicente Vallés, como otros muchos periodistas que le han mostrado su solidaridad están también inmersos en una etapa revolucionaria de la información y de la comunicación. Los grupos de presión empresariales, la competencia de las redes sociales, la inmediatez de la noticia y la asfixiante presión del poder político les han convertido en objetos oscuros de deseo para ganarse su docilidad y servilismo.
La verdad y la libertad solo se puede defender desde la conciencia personal que, aunque hoy no esté de moda, es la que te dicta la diferencia entre la bondad o maldad de un acto y te ayuda a elegir uno u otro camino Andrei Sajarov, ardiente defensor en su patria rusa de los derechos humanos y las libertades, se convirtió en acusador de un régimen que consiguió hundir a sus ciudadanos en la indolencia, la pasividad y el aburrimiento, lo que los arrastraba indefectiblemente a un empobrecimiento cultural e intelectual. Este convencimiento le llevaba a obedecer a la propia conciencia aun a costa de un desgaste y sufrimiento personal considerable.
Es indudable que si continua este acoso y derribo de la izquierda comunista a los periodistas que desde su conciencia y honestidad solo sirven a la verdad mediante una información libre y rigurosa, nuestra democracia, una vez más, volverá a resentirse después de los últimos asaltos que el gobierno de Sánchez ha protagonizado a instituciones como la Abogacía del Estado, la Fiscalía o a la propia Guardia Civil.
A la vista de estos últimos acontecimientos, a los que hay que añadir la vergonzosa y cobarde fuga que han protagonizado el presidente y el vicepresidente del gobierno para no asistir al funeral religioso en la Almudena por la víctimas de la pandemia, es evidente que Sánchez e Iglesias han abierto en España una batalla ideológica de incalculables consecuencias. La izquierda socialcomunista avanza con determinación hacia un revisionismo histórico con el que pretende justificar la apertura de un nuevo período constituyente que ponga fin al sistema de monarquía parlamentaria.
Por otra parte deberán ser erradicados de los centros educativos los fundamentos de nuestra sociedad que, al igual que la europea, se habían asentado sobre los principios y valores de la civilización cristiana y ser sustituidos por la nueva cultura individualista y libertaria que preconiza la ideología de género, el nuevo becerro de oro al que debe “someterse” la ciudadanía sumisa, pasiva e indolente de un Estado que intenta controlarla y protegerla desde su “nueva normalidad.“
Lo preocupante es que la desorientación manifiesta del centro derecha, su división y visión cortoplacista del poder, su negativa a plantear un verdadero debate de ideas a la izquierda les impide advertir que este profundo cambio al que nos arrastra el gobierno socialcomunista es ya una realidad y que con el auxilio del virus confinador, están consiguiendo bloquear nuestras mentes, distanciarnos socialmente y cercenar nuestras libertades.
Como bien señalaba Santo Tomás Moro, víctima también de su recta conciencia, debemos luchar unidos? no solo para que nuestra particular pandemia no se extienda. sino para que el incendio que está provocando esta izquierda totalitaria no arrase el frondoso bosque de una España que ya sufrió sus dramáticas consecuencias en un pasado no muy lejano.
(Continuará)
NO es centro-derecha. Es centro, nada más. Y por ciertto muy descentrado..Decir derecha, es decir arrestos. .