Estados Unidos recupera su economía y entra en un boom industrial
Tras la enorme inyección de liquidez en los mercados, los principales indicadores macroeconómicos muestran signos de recuperación permanente. La bolsa de comercio de Nueva York, la plaza bursátil más grande del mundo, ya había dado este tipo de señales desde el pasado mes de mayo.
Según un informe reciente del Departamento de Estadísticas Laborales del país norteamericano, la producción industrial habría repuntado un 3,4% en julio, después de haber crecido un 5,7% en el mes anterior.
Desde la Casa Blanca, los asesores económicos del presidente Trump esperan un crecimiento del 5,4% en el tercer trimestre del año, en comparación con el anterior. Estas previsiones implican un incremento en las perspectivas generales para fin de año.
De esta manera, la industria crece por tercer mes consecutivo, y acumula un alza del 20% desde entonces. La capacidad instalada informa resultados en esta misma dirección, y el ratio se remontó hasta el 70%, una cifra que no se veía desde marzo. El fuerte repunte industrial se vio enormemente impulsado por el comportamiento del sector automotriz, que registró una recuperación notable.
Sólo en julio, la industria automotriz repuntó un 28%, y un 65% en los últimos tres meses. La recuperación en la actividad económica tuvo una rápida incidencia sobre el nivel de desocupación, y el sector manufacturero responde de la misma manera.
Otro gran sector que influyó en el repunte económico general fue la construcción, que se vio favorecida por las tasas impulsadas desde la Reserva Federal, de las más bajas en la historia. Estados Unidos experimentaría el pico del boom económico para las elecciones de noviembre, un contexto crucial para la campaña electoral.
Mientras los demócratas concentraron su discurso en torno a una agenda “progresista” como eje de campaña, los republicanos tomaron la bandera de la economía como propia, y esperan poder capitalizar los logros alcanzados. Es por esta razón que, incluso entre las encuestas que daban por ganador al candidato Joe Biden, la brecha entre ambos parece estar reduciéndose mientras se normaliza el frente económico.
Los republicanos se mostraron firmes en su apoyo al Presidente, cerca de un 65% de sus votantes se declaran entusiastas de la gestión, mientras sólo el 20% de los demócratas encuestados alegan tener un apoyo entusiasta al candidato Biden, en referencia al rumbo económico del país.
La gestión republicana buscará valerse de sus logros anteriores a la llegada del COVID-19, cuando la economía norteamericana había logrado crear un total de 6,6 millones de puestos de trabajo desde enero del 2017.
Por su parte, Donald Trump presentó el programa económico a llevar a cabo, en caso de ser nuevamente electo presidente en noviembre. El programa pretende profundizar la reforma impositiva del 2017, bajando aún más los impuestos.
La reforma impositiva aprobada en diciembre de 2017 hacía énfasis en las cargas sobre las empresas, principalmente con el objetivo de lograr mayor competitividad frente a China y otros mercados internacionales. Fue así como se aplicó la reducción más alta en toda la historia sobre el impuesto corporativo, pasando del 35% al 21%.
Había aplicado también recortes impositivos sobre las distintas nóminas salariales de los trabajadores, pero en una cuantía menor a lo realizado para empresas. Por esta razón, la profundización de la reforma buscaría centralizar sus esfuerzos en reducir las cargas aplicadas para los ingresos de los trabajadores.
Estas rebajas sobre los ingresos brutos buscarían emular a las que había implementado el entonces presidente también republicano, Ronald Reagan, en la década de 1980, con excelentes resultados en materia de recaudación.
El otro peso fuerte dentro del programa es la desregulación de los mercados. Este proceso fue especialmente notable en el sector energético, con rápidos resultados sobre la actividad económica.
Aunque el gobierno republicano fue acusado de proteccionista por algunos de sus rivales políticos, así como por otros países, lo cierto es que las protecciones arancelarias están lejos de ser el centro del plan de acción.
Aún con la guerra comercial con China y los aumentos arancelarios, Estados Unidos mantiene un promedio tarifario general (MFN) que es 25% menor al que mantiene la totalidad de la Unión Europea, según datos de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Esto lo coloca como uno de los países más abiertos del mundo.