Pensiones y descendencia (Un sistema viable para matar dos pájaros de un tiro)
Cuando yo era un estudiante de derecho -sustantivo y adjetivo- del trabajo y de la seguridad social, creía que lo máximo en sabiduría, eran los cálculos actuariales. Y se hablaba de ello a la manera mistérica, con unción y respeto. La capitalización y el reparto, reinaban en la cuestión de pensiones y tomado el camino del reparto, por España, a nadie le era concebible aportar nada nuevo. Era sacrosanto.
-Mira hijo, ese señor, de enorme cerebro, o es un actuario o es un Aquinate. Descubrámonos en señal de respeto y cedámosle el paso.
Pero con los años, he podido ver, con horror que la pirámide de población es la que manda. La demografía, no los actuarios. Y una modificación sustancial que se veía venir hace años -por unas modas y unas políticas erróneas que se olvidaron de aquella- la han deformado, hasta llegar a invertirse y parecerse a una peonza y esto pone la cuestión en un peligro evidente. Por más que los fondos busquen rentabilidad en los mercados garantizados y se trate de añadir dosis de capitalización a ese reparto, la tortuga alcanzará al veloz Aquiles y Zenón de Elea, se partirá de risa, con esta aporía. El lobo asoma las orejas por la barda.
Retrasada la jubilación según lo pida, los años que puedan ser, que no dan para mucho, por más que la medicina y la esperanza de vida aporten longevidad –que no es ya productividad, porque el ser humano es como es- la pensión, en el sistema que proponemos, es cuestión real de cotizaciones y de hijos que produzcamos y eduquemos, como buenos futuros cotizantes y esta correlación –estrechísima- no se ha valorado debidamente –ni de lejos- a la hora de fijar la cantidad final de la pensión. Se ha llevado a cabo a bulto. Todos café. El sistema debe contemplar y atender a su propia estructura con los coeficientes adecuados. La demografía, las pensiones y las cotizaciones tienen que caminar de la manita, les guste o no.
Los hijos, amigo, tienen un coste tirando a alto y las rentas no invertidas en hijos, por falta de vocación, expectativas, o infertilidad, deben ir a bolsas de capitalización de cara al futuro. Al fin, lo de los cañones o la mantequilla de Samuelson. La postura escandalosamente pelendengue de la célebre Chamosa, es la imagen irresponsable de cómo se actúa en esto y no debe ser.
Los legisladores y los gobiernos españoles, no han previsto, o no quieren ver, lo trascendente de ayudar a las familias generosamente, invertir en ellas y fomentar la natalidad, en lugar del aborto, que no deja de ser “crimen organizado” revestido de premeditación y alevosía, aunque se mire para otro lado, como hace el Constitucional. Ahora, ha quedado a la vista, cómo los chinos se pasaron en la limitación de descendencia y corrigen el tiro. Un hijo es un gasto para la familia, que producirá en su día para el Estado, pues sus cotizaciones y contribuciones impositivas -mayores a mayor cualificación, e inversión en ello- contribuirán al gasto en pensiones, entre otras cosas.
Cuando más se invierta en ellos mayor será su rentabilidad. Los que no son rentables son los inmigrantes analfabetos, sin cualificación, ni porvenir que no sea salir del apuro. Hambre para hoy y para mañana. Con las tecnologías –a las que tardarán generaciones en subirse- serán un lastre progresivo, no otra cosa. No veo el negocio de los “menas” ni de los “ninis”, mientras se favorece el aborto de jóvenes inexpertas y azaradas. Un mal negocio, a ojos vista. Hay que ser muy tontos. Además, la familia española y cristiana se ha manifestado como el mejor apoyo al Estado y al orden, en las crisis y malos tiempos.
Sería muy rentable, que las políticas sociales fueran en ese sentido. La pensión, debería estar en relación directa al número de hijos habidos, o adoptados y bien educados, hasta cierta cantidad, porque son los que en el futuro contribuirán a ese gasto creciente y sobre los que, en un altísimo porcentaje, va a gravitar la realidad. Ser generosos y realistas con las familias, no es ningún error, es ser inteligentes.
Si hacemos políticas miserables, nos llenaremos de miserables –lo estamos viendo, “cría cuervos y tendrás muchos”- y no arreglaremos nada. Es algo muy serio, que merece toda la atención de los gobernantes y de asesores muy cualificados. Hoy es posible en聳ayar modelos de todo tipo y luchar contra esa peonza, que gira amenazadora sobre las cabezas de los futuros pensionistas y de la economía de la nación española.
La cicatería en la materia por parte del responsable de turno, y la filosofía de no complicarse la vida –total, para cuatro años…- debe dar un giro y afrontar el problema. No es cuestión de ocurrencias “lastreras” o “aidopaginistas”, tan de moda. Si usted se ahorra criar y educar, al menos, a un hijo –lo evita- no espere mucho de la administración el día que cese de cotizar. El hijo lo es de una madre y de un padre que se esfuerzan por su crianza y educación y el Estado debe contemplarlo y ayudar generosamente en plan inversión.
La administración debe entender que la esterilidad, con ese ahorro y sin descendencia, en muy buena parte, si no en el total, debe conducir a buscarse usted la vida por su lado en una entidad que se lo garantice y la administración le aportará un mínimo de esas cotizaciones suyas. Pongamos que un mínimo vital.
Usted no ha sido perceptor de ayudas por hijo, en alimentación, vestido y educación, ni se ha esforzado en ellos y eso consta grabado y debidamente registrado. Usted, como no ha gastado en hijos, se supone que habrá ahorrado y capitalizado esos fondos y no le preocupará el asunto. Se desentenderá. Lo que no puede ser es que usted no aporte al cimiento del sistema –que son los hijos- se lo gaste alegremente, lo ahorre incluso y espere que se preocupen de usted cuando no sirva para nada. Le darán matarile o eutanasia, por hablar, lo que prefiera.
Si el Estado, apuesta por la demografía y ayuda a las familias españolas y a las mujeres embarazadas generosamente, pasado un tiempo, comenzará a recibir cotizaciones y contribuciones fiscales de esos hijos, que durarán toda su vida laboral, y serán más cuantiosas cuanto más se hayan cualificado a cargo de sus padres o del Estado. Éste amortizará lo invertido y dispondrá de ingresos para abonar las pensiones. Lo actual hace que se hayan adquirido unos compromisos que exceden las posibilidades por la retracción de cotizaciones al no haber sucesores.
Esperemos que antes que se modifiquen las cosas no haya que caer de hoz y coz en el estricto reparto de lo que hay y se abone a todos los pensionistas un promedio, digamos, que para eso siempre habrá. Esto debe tranquilizar a los pensionistas famélicos.
No es tan fácil el cambio que se propone, por supuesto y esto requiere un profundo estudio y cálculos serios, seguimientos y control –yo si crearía un pequeño ministerio o dirección general de custodia al efecto, merece la pena- pero en gran parte el problema estaría solucionado hacia el futuro. Que las españolas experimenten el aliento del reino de España en sus cogotes. Serán muy otras. Mujer que pare, mujer que ya tiene un mínimo garantizado de pensión, una base para aplicar futuros coeficientes, que se irá dibujando e incrementando según la vida laboral. Si el padre consta y se implica, lo mismo.
La pirámide engrosando su base, habrá recuperado su figura poliédrica y por vía de impuestos, o atemperando los gastos, habrá garantía de percepción en el futuro y reposición de nuevos españoles, que no es poco. Al fin, sistema propio de capitalización privada para unos –que han optado por ello- con una pequeña parte de reparto, para que los tarambanas no sean problema, y por otro lado sistema de reparto garantizado en el tiempo, con rejuvenecimiento de la población y nuevas generaciones españolas. Futuro. Indexar las pensiones supone una hipoteca utópica, absurda, y un peligro.
De este modo, una vez retrasada la edad de jubilación razonablemente –cada diez años, o cada veinte, el tramo que aconseje la nueva esperanza de vida- si usted no ha criado y educado a un hijo o dos, no espere sino una pensión o contribución mínima, sea cual fuere la tarifa por la que cotizaron la empresa y usted. Es esencial que en esta propuesta las cotizaciones se entiendan hechas para el sistema de contingencias comunes incluidas pensiones, no para el único bien del jubilado, que tan solo aportó un 16% para todas ellas, aunque fuese de una base más alta, por lo que en buena lógica se supone que pudo ahorrar más. La jubilación es una contingencia común (ILT, Jubilación, incapacidades permanentes, absolutas y grandes, muerte y supervivencia, protección familiar, asistencia sanitaria y farmacéutica, maternidad…) y es la empresa la que abona el 83,3% de la cuota. El trabajador abona un 16,6% de ella. Es una cuota del 28,3% sobre la base el que ingresa total la empresa, suma del 4,70 del trabajador+23,6 de las empresas. Las que han retenido y abonado principalmente en la vida laboral son las empresas.
Usted –sin hijos- suma a su sistema privado lo que le propina el sistema público. Devenga a partir de la edad de jubilación establecida un mínimo por años cotizados y bases por las que se han hecho. Supongamos una cantidad de 500 euros, de partida. Lo que interesa al sistema es la aportación de descendencia y su formación que dará lugar a mayores cotizaciones y asegura el sistema y su pervivencia, no el welfare de que se jubile a vacacionar sin compromiso alguno.
A partir de ahí se considera esa fundamental reposición demográfica a la que ha contribuido. Si ha tenido un hijo -legítimo, natural o adoptado- y lo ha criado y educado repone un 50% de la pareja -y se aplica un coeficiente primado del 50% a cada miembro de la misma- que supondría 250 euros a cada uno y sumarían unidos 750×2=1.500 euros- que lo tuvo o adoptó, educó y crió. Si ha tenido dos, repone un 100% la pareja y se aplica otro a cada miembro de la pareja, en principio del 60% y según convenga al crecimiento demográfico, que supondría en principio 300 euros mes. Así se va construyendo una prima, un coeficiente por cada hijo criado y educado –que es lo importante- que se acumula en el momento de la jubilación en una escala de coeficientes –autónomos, creadores de trabajo, etc.- hasta un máximo, que podría ser ese de 1.800. Se pueden añadir otros pequeños coeficientes que primen aportación personal, como el servicio voluntario militar, etc, etc.
Por cada hijo, además, se percibe del Estado ayuda seria para su crianza, alimentos, transportes y educación, mensual y vigilada, que se rentabilizará con los años. Todo ello, repito, en proporción a los años y bases cotizadas, claro, que es la base de partida y sobre la que se aplican los coeficientes. Este sistema es razonable, lógico, sostenible, sería controlable y funcionaría.
Si no deja hijos, lo mínimo de subsistencia que se refleja en su aportación del 16,6%, para todas las contingencias comunes, que valoramos en los 500 de partida. Si aporta reposición de cotizantes –que son los hijos- se le premia el sacrificio y se le ayuda, como a las madres solas, a las que nunca se debe abandonar y a las que se debe defender de la voracidad abortista.
Merece la pena entrar en ello y darle vueltas, pero lo que no es posible es mirar para otro lado y esperar que sean el Alzheimer y la caquexia, los que arreglen esto.
Cantando vienes,
cantando vas.
Al año que viene,
ya me lo dirás.
el régimen del 78 ha quebrado la economía próspera que nos dejó Franco
Tener más hijos no resolvería el problema de las jubilaciones sino que lo agravaría en el futuro. La situación ideal sería alcanzar una población estabilizada (mejor a la baja, en unos 10 millones) para que todos los españoles que quieran trabajar encuentren trabajo y la renta per cápita de los españoles sea más alta que la actual. En España no hace falta importar mano de obra porque todavía hay millones de españoles que no encuentran un puesto de trabajo; lo que hace falta es, en primer lugar, aumentar la población ocupada a porcentajes similares a los de Alemania, Austria o… Leer más »
Por un lado, en cuanto a la especializaciñon de los trabajadores,hace falta revisar el sistema educativo , porque, ¿ que me dice del porcentaje de fracaso escolar que tenemos? Como analiza el informe PISA el nivel de los estudiantes españolesno no es satisfactorio. Por supuesto, siempre hay excepciones, visibles sólo en algunos curriculums porque, lo corriente es la mediocridad. En cuanto a la edad de jubilación ¡ disfrutarla a partir de los 75 años ! En todo caso, por el desgaste lógico de la edad, debería ser en condiciones adecuadas a la misma y siempre que fuera posdible. No todo… Leer más »
Lo que cuenta es el cuento de la lechera. Había escrito una parrafada contestando, lo borro, no merece la pena
No es muy lógico. Nos aumentan cuando nos jubilamos, es decir cuando menos nos hace falta. No sería más lógico ayudar cuando verdaderamente se necesita el dinero, es decir cuando los tienes que mantener.
El párrafo terdcero desde abajo lo dedico a eso que dice usted. Léalo!!!!!!!!