Seis injustos jueces del Tribunal Supremo “avalan” los ineficaces, letales y liberticidas bozales
Por Luys Coleto.- Con el asunto de los bozales, el Tribunal Supremo, supremamente injusto, no dejo nunca de ser más que un muerto viviente a las órdenes del gobierno al que jamás exigió una mínima formalidad, tolerando todo lo intolerable. A saber, el ministerio de Illa Pesadilla no tiene ni un solo informe que justifique la imposición de los bozales y actúa de forma abusiva, terrorista y criminal. El tribunal supremamente injusto acaba de legitimar esta decisión.
El juez del Supremo deviene irrisorio y grotesco apéndice del Ejecutivo, intercambiable felpudillo del gobernante de turno, manejable guiñapo. Y un juez que sigue el dictado de la atmósfera (bio)política de turno- con pretexto sanitario o sin él – es un perfecto y consumado sinvergüenza. Y un vendido. Y un cobarde. Punto final.
En ese sentido, el Poder continua siendo ese gran delincuente impune, Leonardo Sciascia dixit. El Poder cree tener derecho a la impunidad y no tolera el control. Por ello siempre recurre a la payasada del consenso (de la maldad).
Consenso bajo amparo togado. En nuestro caso, ahora, el inicuo y falaz consenso PLANDÉMICO.
(In)Justicia española: indecente y domesticada
La inmoralidad, la sumisión, la arbitrariedad y la censura, indesmayables clásicos de nuestra inexistente injusticia española. Fidelidades (perrunas) confesas o inconfesables. Realidad desoladora. En el Supremo español, más.
Todo ello con el trasfondo de una obscena tramoya político-económica-mediática en la que se han representado – y se siguen representando – algunos de los episodios más significativos y señalados del acaecer nacional. Y todas las élites participan. Quien se mueve no sale en la foto. Ni participa de sus indignos e inmorales “privilegios”. Hasta de los más sórdidos. Jueces, policías, militares, periodistas, empresarios: grosso modo, en su inmensa mayoría, alfombrillas del poder político.
Injustos jueces españoles, palmeros del gobierno de turno
Genuflexos lacayos afanados en la villana labor de agradar al poderoso. Conspicuos cuervos mimetizándose con su horripilante atavío. Palafreneros copistas del que manda en Moncloa. Con su deplorable fraseología, siempre dispuestos a ofrecer al Presidente lo que le solicite. En su debido tiempo. Estos seis caliginosos palmeros y agradaores pasarán y se olvidarán. Y recordemos sus nombres, algún día nuestros sucesores querrán saberlos. Jorge Rodríguez-Zapata Pérez, presidente de Sala de lo Contencioso-Administrativo. Pablo Lucas Murillo de la Cueva.
María del Pilar Teso Gamella. José Luis Requero Ibáñez. Rafael Toledano Cantero. Y la ponente, Celsa Pico Lorenzo.
Sus malignas acciones, revestidas de enfática blasfemia judicial, subsistirán incólumes. Las rememoraremos. Y las recordarán las siguientes generaciones. Estos seis injustos jueces legitimaron el horror, justificaron el mal, toleraron la indecencia. Lo recordaremos. Leer la sentencia da grima. Incluso garrapatean jocoso y enaltecido, disfrazándose de matasanos. Lo que leemos deviene jurídicamente deplorable, filosóficamente inane, intelectualmente vacuo, médicamente risible, literariamente repulsivo, moralmente infame.
Las leyes injustas se pueden y, sobre todo, se deben incumplir
Y lo dicho tantas veces: las leyes injustas se pueden y SE DEBEN cumplir. Parafraseando su detritus, rebelarse contra la injusticia es “necesario y proporcionado”. Además de idóneo. Y después de utilizar la sentencia como papel higiénico, os recuerdo, ilegítimos togados: nunca jamás me pondré un bozal, nunca jamás cumpliré una ley injusta.