Lex est rationis ordenatio ad bonum communem ab eo qui curam communitatis habet, solemniter promulgata
Lo demás son inventos de estas gentes retorcidas, más propios del TBO, que buscan su ventaja confiando en la lotería y en los algoritmos de un voto flamígero, y mantengo, puesto en pie, que lo mejor que tienen es su figura, y que no hay nada detrás del gigante corpulento que con tanta gravedad camina -con cara de obseso- sino trapos y fajina. Véase a don Francisco de Quevedo.
No hay que ser Ramón y Cajal para advertirlo. Ved al Echenique en su posturica sedente favorita, la propia para un retablo de las maravillas y observad de soslayo la mirada malévola de la Celaá, que miente bellaquement, y que tanto dice de la vinagre de los capiteles románicos. C’est un poème. Lo que dice santo Tomás es lo que va a misa y si no tiende la ordenación -que es la ley, oíga- al bien común de todos los españoles, de todos, que es fundamentalmente su libertad, ni es ley, ni reglamento, ni nada que se le parezca. Es un zurullo, no otra cosa, como tantos otros que urden, ahítos de vinagre.
Ignoran los mínimos básicos de azúcar, sacarosa y cacao procedente de la Guinea española en sus elaboraciones artesano-rurales. ¿Qué procede en estos casos? Los escobazos de toda la vida. Volvedles a la casilla de salida y anunciar la liberación de esta pesadilla problemática y febril encarnada en la ferviente Lastra reivindicante, que durará lo que duren los duros, que no puede ser mucho. Europa mira. Es como una plaga de múridos comunes. Que siempre haya habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, varones y dublés, pues sí, que sea lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio, chorro, o que lo mismo sea un burro que un gran profesor… ¡Todo es igual, dice, nada es mejor!…
Pues no, este cambalache de Discépolo era en el siglo XX, en 1934, mira tú que casualidad, el año del golpe de Estado en Asturias, en plena república idílica. Hoy es el XXI, ya terciado, y se bajan del carro que es de los españoles.
Sólo hay que observar la actitud decadente del Simancas, encalvecido, sí y mucho, pero adherido al pezón, al dinero que le llueve sin más que sentarse a verlas venir, como a tantos compañeros de pupitre. Todo en ellos es del color de la caca. Es lo que tiene la ley de la gravedad, que no se puede negar. No hay más cera que la que arde, pero se hace eterna y premiosa tanta majadería junta, tanta inutilidad garantista. Es lo malo de la ocurrencia, de la improvisación, la inoperancia y la inanidad que se cierne en este pentecostés de la mentira y el aprovechamiento rápido, antes de que llegue un encargado de obra y les espante de un varetazo en los costillares, donde más duele. Van a ser los heridos autónomos quienes les escupan, les insulten y devuelvan al corral, mezclados con los cabestros. Al corral, sí, de donde no debió salir nunca este ganado.
No se oyen más que cosas sepias, pasadas de fecha y restos podres sin digerir de epopeyas inventadas, que no cuadran con la verdad en caso alguno, por más que se riegue con dinero ajeno a periodistas sin fundamento, por más que se hinche el perro en peligro de reventar. La cosa es no asumir su frustración, su largo fracaso, su funesta formación, su jeta simiesca y su versión para países lontano-latinos.
Por cierto, ¿Conocen a alguien que haya jurado muy seria y solemnemente –con corbata y todo- cumplir y hacer cumplir la Constitución? Creí oírlo en alguna ocasión como un coro enorme de gentes que lo cantaban al unísono, no sé bien… ¿Tuve un sueño, tipo Martín Luther King? ¿Una pesadilla?
¿What´s a matter?