AR.- Aúllan ahora los mismos generales que durante años permanecieron ciegos y sordos ante los acontecimientos que, según advertimos muchos, inevitablemente nos llevaría a la quiebra del sistema. Pretenden que creamos que los males de la patria se han incubado con ellos de retiro. ¿Dónde estaban estos uniformados cuando podían alzar la voz y no lo hicieron? La ciencia médica debería estudiar el tonificante efecto de la jubilación que a los ex altos mandos del Ejército les hace recuperar la vista, el oído y el olfato.

Nos preguntamos en qué creían cuando estaban en activo, más allá de cobrar cada mes y de quedar bien con la autoridad establecida.

Estos que ahora se rasgan las vestiduras, se dedicaron durante años a fardar alegremente con quienes tuvieron el propósito de destruir la patria que juraron defender con sus propias vidas.

Sobre estos ex altos mandos, como el protagonista del adefesio, nada que deba sorprendernos. Hace tiempo que el patriotismo que pregonan es más falso que un atún de Bolivia. Durante sus años de actividad laboral no pasaban de ser meros funcionarios uniformados, vividores sin ningún apego a ese honor y a esos valores que fueron guía y norte para otros soldados en tiempos no tan remotos. Meros figurantes en desfiles sin sustancia y comparsas en misiones internacionales de pitiminí, donde se sigue a rajatabla la hoja de ruta establecida por el mundialismo en contra de las patrias europeas.

Las creencias que nos ofrecen estos individuos son creencias vacías, porque hace tiempo que dejaron de creer en los preceptos doctrinales que fueron el sustento fundamental de los generales de otro tiempo. La implicación emocional de los generales contra los abusos que sufre el pueblo español ha sido siempre nula. Conservamos en la memoria las lacerantes imágenes, en pleno proceso independentista, del general Fernando Aznar Ladrón de Guevara y el mayor agitador del Reino, Carles Puigdemont, compartiendo risas y confidencias, mientras centenares de agentes de policía y de la Benemérita sufrían el acoso, las amenazas y las intimidaciones de la jauría callejera liderada por el hoy fugado.

Hace tiempo que dejamos de creer en la moral guerrera de hojalata de esta gente. Nos hicieron creer que les preocupaba la seguridad de los españoles y la integridad territorial de nuestra patria. Todo mentira. Lo único que les ha preocupado siempre son sus privilegios económicos con el menor esfuerzo posible. España está siendo asaltada por tierra, mar y aire, con indefensión total por parte de los agentes encargados de custodiar nuestros pasos fronterizos, y ellos lo que hacen es colaborar en la recogida de ilegales en el Mediterráneo. ¿Debemos explicarles que tras esos ilegales se hallan las mafias africanas dedicadas al tráfico humano? ¿Se sienten satisfechos de hacerles el trabajo sucio a esas mafias a costa de empobrecer a sus propios compatriotas?

Es fácil llorar como jubilados lo que no tuvieron el coraje de defender como soldados. ¡Que no te engañen más estos canallas!