“El sistema político de los EEUU”, un ensayo elaborado por el abogado de AD, Estanislao de Kostka, imprescindible para conocer la realidad norteamericana (V):El Primer y Segundo Congreso Continental
Alerta Digital reproduce por capítulos el libro escrito por nuestro abogado jefe, Estanislao de Kostka, sobre el sistema político de los Estados Unidos de América, desde antes de sus orígenes hasta los inicios del siglo XXI.
El I Congreso Continental
Estanislao de Kostka.- El aumento de las protestas contra la autoridad de la metrópoli hizo surgir la idea de la creación de un órgano político, a través del cual las colonias pudiesen responder de forma conjunta a las acciones de los británicos. Las actuaciones legislativas del Parlamento de Londres crearon la percepción entre las colonias de que los gobiernos locales se podían ver amenazados, por lo que se hacía necesario crear algún órgano común de defensa de los intereses coloniales. Por entonces, que ya existían contactos entre las colonias, decidieron en la primavera de 1774, en respuesta a la actitud británica, convocar el Primer Congreso Continental antes de que finalizase el año. El objetivo del Primer Congreso Continental era ejercer presión sobre todas las esferas del poder británico, para que pusiese fin a una actitud legislativa contraria a los intereses de las colonias. El objetivo anunciado del Congreso era “deliberar y determinar con sabiduría y con medidas propias […] la restauración de la unión y la armonía entre Gran Bretaña y América”, para lo cual era necesario otorgar a las colonias un régimen de igualdad respecto a los británicos.
El Primer Congreso Continental se reunió en sesión secreta el 5 de septiembre de 1774 en Filadelfia. Integrado por 56 representantes de todas las colonias excepto de Georgia, destacaban entre sus integrantes George Washington, John Dickinson, Samuel Adams, John Adams y John Jay. El Congreso se desarrolló en un ambiente de tranquilidad, pero con debates tensos y extensos. No existía en el ánimo de los congresistas un espíritu de ruptura, sino un amplio deseo de reconocimiento de igualdad respecto a Inglaterra. Tan sólo unos pocos delegados de Massachusetts y Nueva Inglaterra defendían medidas rupturistas. Las instrucciones que portaban los delegados de Virginia habían sido redactadas por Thomas Jefferson y más tarde publicadas bajo el título de “Una Vista Resumida de los Derechos de la América Británica”. En este ensayo Jefferson defendía la autonomía de poder legislativo colonial y una visión muy individualista de los derechos de los colonos norteamericanos. Desde esta perspectiva, las colonias norteamericanas y los otros territorios coloniales del Imperio británico eran concebidos como estados diferentes unidos bajo la corona y, en consecuencia, sujetos a la autoridad del monarca y no del Parlamento. Esta visón, compartida por otros destacados delegados como James Wilson y John Adams, influyó de forma significativa en los principios sobre los que se asentó el debate del Primer Congreso Continental.
La primera decisión que hubo de adoptar el Congreso se refería al procedimiento de votación. El debate se centró en dos posibles alternativas: o bien se otorgaba a cada colonia un voto, o se establecía un sistema de voto proporcional en función de parámetros como la riqueza y la población. Se optó por la primera alternativa, ante la imprecisión de cálculo que la segunda propuesta implicaba. Pero la elección no estuvo exenta de consecuencias posteriores, ya que al otorgar el mismo peso político a las colonias con independencia de su tamaño y población, se produjo en realidad el reconocimiento implícito de la soberanía que cada colonia demandaba. La segunda decisión importante del Congreso fue hacer suyas las Resoluciones de Suffolk (Suffolk Resolves), que recientemente habían sido aprobadas por votación en el condado del mismo nombre del Estado de Massachusetts. Las Resoluciones supusieron la introducción de los derechos naturales en los argumentos teóricos en defensa de la soberanía, que hasta entonces sólo se asentaban bajo los principios del Derecho Consuetudinario y constitucional. El Congreso, mediante este acto, adoptaba una declaración de derechos individuales que incluían el derecho a la vida, la libertad, la propiedad, el derecho de reunión y el derecho a ser juzgado por un Tribunal.
El Congreso quedó constituido en Asociación de Colonias dispuestas a hacer prevalecer sus intereses, aprobando una serie de medidas escalonadas de presión de carácter económico y comercial. Inicialmente se dejaría de importar productos del Imperio, más tarde se dejarían de consumir sus productos y una vez terminada la cosecha se dejarían de exportar. Adoptadas las demandas coloniales, los congresistas debían esperar la reacción de los británicos. En caso de que la presión surgiera efecto, el Congreso dejaría de tener funciones, pues se trataba inicialmente de una asamblea temporal convocada con un único propósito. Sólo si las medidas adoptadas contra la metrópoli fracasaban, las colonias deberían reunirse la primavera siguiente en el Segundo Congreso Continental. En la clausura del Primer Congreso el 26 de octubre de 1774, sólo unos pocos delegados de Nueva Inglaterra y de Virginia optaban por la independencia, frente a una gran mayoría que esperaba una reacción positiva hacia las colonias de la corona, el Parlamento y los propios británicos.
Pero lo cierto es que el Congreso, liderado por delegados radicales como Samuel Adams de Boston, terminó adoptando una Declaración de Derechos que enumeraba las violaciones de los derechos coloniales y que afirmaba que el Parlamento no tenía autoridad sobre las colonias. Por entonces, las protestas de los colonialistas no conminaban al Gobierno británico, ya que el Congreso Continental tenía poco poder político y no representaba una seria amenaza para el Gobierno británico, pero lo cierto es que la metrópoli minusvaloró el malestar de los colonos e ignoró la aparición de un sentido de identidad nacional.
EL SEGUNDO CONGRESO CONTINENTAL
Ante la falta de respuesta de los británicos a las demandas de las colonias, el Segundo Congreso Continental se reunió en la cámara legislativa de Pensilvania, en Filadelfia, el 10 de mayo de 1775. A casi todos los asistentes del Primer Congreso se unió Benjamin Franklin y Thomas Jefferson, siendo la mayoría de los delegados elegidos en votación popular en sus colonias. Inicialmente el Congreso tenía esperanzas de que la metrópoli diera muestras de conciliación con las colonias, aunque ya prácticamente frustradas por los acontecimientos que enfrentaron el 19 de abril de 1775 a las tropas británicas y a la milicia de Massachusetts en Lexington, que desembocarían en el inicio de la guerra de la Independencia. El enfrentamiento de las tropas encendió los ánimos de los congresistas, que lejos de ver satisfechas sus demandas políticas, se encontraron en situación bélica, obligando al Congreso Continental a adoptar medidas destinadas a preparar a las colonias para la guerra. El Congreso se enfrentó por entonces a dos problemas fundamentales: cómo organizar la guerra y cómo definir la relación entre el Congreso y las colonias. El Congreso Continental nombró en junio de 1775 a George Washington Comandante en Jefe del Ejército, quien formó comités responsables de áreas como suministros de guerra o asuntos exteriores y aprobó la denominada Declaración de las Causas y la Necesidad de Alzar los Brazos (Declaration of the Causes and Necessity of Taking Up Arms). La reacción inglesa se produjo en agosto de 1775, cuando el monarca británico declaró el estado de rebelión y, consecuentemente, de guerra.
A pesar de que la insurrección había comenzado, algunos colonialistas continuaban con la esperanza de unas relaciones pacíficas entre Gran Bretaña y las colonias. Otros, como Thomas Paine, en un ensayo titulado “Sentido Común” y publicado en enero de 1776, entendían inevitable el conflicto. En el verano de 1776 la idea de la independencia se había convertido en un sentimiento popular extendido a lo largo de todas las colonias. Aunque inicialmente el Segundo Congreso no tenía más autoridad que el primero, la realidad de la guerra había hecho que muchos colonialistas pensasen en dotarse de alguna forma de autoridad o gobierno común, ya que las tropas debían ser reclutadas y la guerra financiada. Finalmente, el Congreso asumió autoridad y responsabilidad para guiar los esfuerzos de los colonialistas en su lucha contra los británicos. El 7 de junio de 1776 Richard Henry Lee de Virginia elevó dos propuestas al Congreso Continental, una recomendando que las colonias formaran una Confederación permanente y otra reclamando una declaración de las colonias unidas: “las colonias unidas son y por derecho deben ser estados libres e independientes”. La propuesta fue largamente debatida durante casi un mes y finalmente aceptada el 2 de julio.
En cuanto a la organización política, el Segundo Congreso Continental se constituyó como Gobierno provisional de las trece colonias y asumió tales funciones entre 1775 y 1781, hasta la aprobación de los Artículos de la Confederación. El Congreso creó un ejército continental, imprimió papel moneda, estableció relaciones diplomáticas con potencias extranjeras y, entre otras actuaciones, puso en marcha un servicio postal. Con la adopción de estas decisiones, esta asamblea de colonias se constituía en el primer Gobierno permanente de los territorios norteamericanos, con capacidad y autoridad de decisión política.
El Segundo Congreso Continental se encontró con un problema adicional, referido al medio de pago de los gastos de guerra. El rechazo al pago de impuestos había sido el punto de unión de las colonias frente al poder británico y el Congreso era una simple asociación de estados sin poder impositivo sobre los individuos. Esta situación obligó a los congresistas a encontrar fórmulas alternativas de financiación, inicialmente y con poco éxito, intentando solicitar préstamos, pero más tarde asumiendo autoridad para la emisión de moneda, que a la postre se convertiría en el principal método de financiación de las actividades bélicas. Si bien al principio la moneda emitida por el Congreso hubo de competir con la preciada moneda de emisión británica, acabaría finalmente imponiéndose. En 1780 el Congreso Continental retiraría todo el dinero de la circulación y emitiría una nueva moneda, encomendando en el mismo acto la creación de un banco central, a semejanza del Banco de Gran Bretaña. En cuanto a la política exterior ya desde los inicios del Segundo Congreso Continental este organismo asumió funciones, ya que incluso antes de que la guerra de independencia se declarase se negoció en secreto una alianza con Francia.
El inicio teórico del sentimiento de rebelión se localiza en el ensayo de Thomas Paine “Sentido Común”, en el que reclamaba la necesidad de acciones dirigidas hacia la independencia. El escrito tuvo un gran impacto sobre la opinión colonial, incrementando el sentido de unidad frente al ya declarado enemigo británico, en un momento en el que sólo aproximadamente un quinto de los colonos se declaraba lealistas a la corona británica. Físicamente, el sentimiento revolucionario se localiza en Pensilvania en una pequeña agrupación local con conexiones en otras localidades, que desde la primavera de 1776 se extendió por todas las colonias y que supuso también el inicio del camino de la independencia. Pero no menos relevante fue la acción política del Segundo Congreso Continental, al recomendar a las colonias que formasen sus propios gobiernos y que designasen un comité encargado de revisar la redacción de la Declaración de la Independencia. El dos de julio de 1776 el Segundo Congreso Continental aprobaba la independencia de las colonias del poder monárquico británico, resolviendo: “Que estas Colonias Unidas son y por derecho deben ser, estados libres y soberanos”. Los congresistas pidieron a Thomas Jefferson que preparara un discurso para ser leído en público, documento que acabaría siendo la Declaración de la Independencia. Thomas Jefferson, aunque no solo, redactó el texto de la Declaración de la Independencia que el Congreso Continental aprobó el 4 de julio de 1776.
Este documento, revisado finalmente por un comité designado por las colonias, tenía dos partes diferenciadas: el
preámbulo, en el que se fundamentaban las demandas de los colonias unidas en el derecho natural y se incluía una declaración sobre el principio de igualdad. En la segunda parte, se enumeraba una larga lista de agravios y quejas contra el soberano inglés Jorge III, sin atacar al Parlamento británico, al que se considera que carecía de poder legal sobre las colonias. Era al monarca al que se hacía responsable único de los previsibles acontecimientos por venir. La Declaración constituía una defensa pública de la Guerra de Independencia, pero sobre todo era una fundamentación filosófica que reclamaba derechos, proclamando que todos los hombres nacen iguales y poseen derechos inalienables, entre ellos: a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la felicidad; que los gobiernos pueden gobernar sólo con el consentimiento de los gobernados; y que cualquier gobierno puede ser disuelto cuando deja de proteger los derechos del pueblo. Esta teoría política, que tuvo su origen en el filósofo inglés John Locke, frecuentemente denominada el “consenso lockeniano”, ocupa desde entonces un lugar prominente en la tradición política anglosajona.
El 12 de diciembre de 1776, el Segundo Congreso Continental levantaba sus sesiones, aunque posteriormente se celebrarían cinco congresos continentales más: entre 1776 y 1777 en Baltimore; en Filadelfia y en Lancaster en 1777; entre 1777 y 1778 en York; y, el último, entre 1778 y 1783 de nuevo en Filadelfia. El 15 de noviembre de 1777 el Congreso Continental aprobó otro documento de gran trascendencia, bajo el nombre de los Artículos de la Confederación, aunque no sería ratificado por todas las colonias hasta marzo de 1781, momento en el que se convertiría en el primer texto de carácter constitucional del que se dotaban las colonias norteamericanas. Estos Artículos configuraron un marco político sobre la base de un Congreso Confederal y en el que las enmiendas al texto requerían la unanimidad de los estados, una condición que era presumiblemente difícil que se produjese.
Con la ratificación de los Artículos de la Confederación, el nuevo Congreso Confederal se dotó de mayores poderes gubernamentales y los ejerció ininterrumpidamente hasta el definitivo Congreso constituyente de 1789. Los Artículos de la Confederación proveían un Gobierno central consistente sólo en un Congreso unicameral formado por delegados de los trece estados, con un voto cada Estado.
La debilidad del Congreso Confederal se hizo evidente desde el principio, ya que resultaba casi imposible promulgar leyes al requerir una mayoría de nueve estados, cuando normalmente no estaban presentes al mismo tiempo más de diez estados. El modelo político concebido por los Artículos de la Confederación carecía de un poder ejecutivo efectivo, limitándose a determinadas estructuras burocráticas encargadas de ejecutar los mandatos del legislativo.
Por entonces, no existía un poder ejecutivo separado, ni tampoco un sistema judicial común. En la práctica, el Congreso Confederal tenía muy poco poder y carecía de autoridad para regular el comercio interestatal, para gravar con impuestos a los ciudadanos o para reclutar un ejército. Sí podía solicitar dinero y soldados a los estados, pero no tenía autoridad para imponerse a la voluntad emanada de éstos. El texto articulado legalizaba y legitimaba los poderes que desde 1775 había ejercido el Segundo Congreso Continental, asentando las bases constitucionales sobre las que se constituía el Congreso Confederal e intentando dar solución a uno de los problemas que arrastraba el Segundo Congreso desde su convocatoria, al otorgar al nuevo órgano autoridad para solicitar fondos a las colonias en función de su capacidad de pago. Las colonias, convertidas ya en es estados independientes, debían recaudar los impuestos, no el Congreso, ya que sólo ellos tenían autoridad para ejercer la capacidad impositiva. Pero los distintos intentos del Congreso Confederal de recaudar fondos a través de los estados y su incapacidad para ejercitar sus poderes en esta cuestión, dado el ímpetu con el que los estados reclamaban la soberanía fiscal, generó profundas dificultades para hacer frente al pago de las deudas que contraía. La solución pasó por la adopción de acuerdos puntuales y específicos entre el Congreso y los nuevos estados.
Los Artículos de Confederación ponían de manifiesto la idea de la exclusiva soberanía estatal. Específicamente el artículo II promulgaba que la soberanía residía individualmente en los estados, hasta el punto de que no se descartaba la posibilidad de que un Estado pudiese entrar en guerra con otro. En realidad los Artículos, más que un texto constitucional, eran un Tratado entre trece estados soberanos que no configuraban un único Estado, sino una nación política formada por estados independientes y soberanos. Sin embargo, los principios sobre los que se asentaba la reclamada soberanía de los estados no era absoluta, ya que no podían alcanzar la independencia por sí solos, sino en el marco de la Confederación.
En realidad los Artículos de la Confederación se configuraron fundamentalmente como “un pacto de seguridad mutua, que unía a las antiguas colonias, en su lucha contra los británicos”. Como aspectos positivos, los Artículos de la Confederación habían permitido negociar con cierto éxito el Tratado de Paz, lidiar no sin dificultades la depresión económica de la posguerra y adoptar la Northwest Ordinance en 1787, con la que promulgaba normativa que regulaba la incorporación de nuevos estados y prohibía la entrada de nuevos esclavos, aunque no el trabajo de los ya existentes. Pero resultaba a todas luces ineficaz como instrumento de gobierno, al impedir la formación de una unidad nacional interna, para regular el comercio interior y exterior, o para promover la prosperidad económica conjunta. Los estados durante el período de guerra entre 1775 y 1883 vieron en el Congreso Confederal un instrumento de ayuda en momentos de dificultad, pero una vez que la amenaza bélica había cesado, la desunión se hizo evidente. Los estados establecieron sus propios aranceles fronterizos y en algunos casos surgió el conflicto, como el protagonizado entre Pensilvania y Conética en lucha por los mismos territorios. La confederación parecía tambalearse y aumentaba la hostilidad entre las incipientes repúblicas independientes norteamericanas.
(CONTINUARÁ)
EEUU es una dictadura amañada donde los Tribunales están amañados para que gane Biden. Peor que Venezuela