El delantal de la abuelita
(Un recuerdo gráfico de la importancia de lo sencillo: una prenda aparentemente humilde, que siempre ha ido por delante y sin darse ninguna importancia tenia una función múltiple).
Todos hemos visto a nuestras madres o abuelas con un delantal, prenda que tan humilde parece y que tan poca pompa se da, cumpliendo con eficacia tantas tareas.
Eso puede pasar también con las personas que nos rodean o nos cruzamos a menudo, a las que debemos valorar más. Como pasa con el delantal de la abuela, que dejar de ser humilde cuando, siendo la misma prenda, se la ciñe a su cintura con diseños blancos o de vanguardia los mejores chefs en las cocinas de los restaurantes de donde jamás habrá plaza para que nos sentemos.
Date cuenta del valor de las cosas. Cuanto más de las personas que las usan.
El primer propósito del delantal de la abuela era proteger la ropa debajo, desde luego, pero es que, además sirvió como un guante para quitar la sartén del horno.
Fue además maravilloso ver qué con él secaba la abuela las lágrimas de los niños o del primer desengaño de sus nietas la adolescentes o, en ocasiones, las caras sucias de los más pequeños.
En el gallinero, el delantal se usó para transportar los huevos y, a veces, los polluelos.
Cuando llegaban los visitantes, el delantal sirvió para proteger a los niños más tímidos.
Cuando hacía frío. tu abuela se abrazó a ti cubriéndote con su delantal. Este viejo delantal era también un excelente y nada improvisado fuelle agitado sobre un fuego de leña o el lar de la casa de dónde de colgaba durante horas el puchero.
Fue el Sr. Delantal y no otro quien llevó las patatas y la madera seca a la cocina. En el huerto o el jardín, sirvió como una cesta para las manzanas, las peras u otras muchas frutas y en el llovían después de cosechados los guisantes, pimientos, judías o tomates.
Al final de la temporada, se usaba para recolectar frutos secos caídos por el suelo.
Cuando los visitantes llegaban inesperadamente, era sorprendente ver qué, rápido, este viejo delantal podía quitar el polvo en el que se fija la suegra para poner su pero a primera vista.
Cuando llegaba el momento de servir las comidas, la abuela iba a la escalera a sacudir su delantal. Los hombres, en el campo, supieron de inmediato que tenían que ir a la mesa. Y desde ella caían las migas acumuladas en el mantel cuando se recogían los platos para alimentar con ellas a los pájaros en el patio.
La abuela era experta en su uso a fin de poner la tarta de manzana justo fuera del horno en el alféizar de la ventana para que se enfriara.
Pasarán muchos años antes de que algún invento u objeto pueda reemplazar este viejo delantal. Se están sacando al mercado prototipos de robots entre cuyas chapas no habrá nunca el recuerdo y añoranza de nuestras abuelas.
Con este escrito te ha traído la humildad de esta prenda. Lo he escrito para ti, en memoria de nuestras madres, abuelas… ¡y tantas buenas mujeres!
Será por falta de dar importancia a lo que la tiene y ponerlo en su lugar impidiendo que cumpla humildemente su función en la vida normal de las personas.
El progreso que no guarda y venera la tradición es RETROCESO.
Buen catalán, buen español, buen empresario, buen hombre y buen escritor.
Sr. Bellalta, me ha emocionado la sensibilidad con que describe el prodigio que se esconde en el delantal de aquel personaje tan entrañable, la abuelita,, esa prenda que como a todas las cosas sencillas la envuelve un encanto que no tendrá nunca nada de este mundo tan progre, tan absurdo, tan patético…
Muchasd gracias. Ha sido una lectura deliciosa.
Viva el delantal, alias mandil, y todas nuestras madres, abuelas, tías y primas.
Saludos Patriotas Españoles.