El primer paso es ganar de forma absoluta las elecciones en Madrid
El centro-derecha español, ese páramo de difícil parcelación en tiempos de áspera competencia (¿y cuándo no?), lucha no solo contra un adversario más o menos bien organizado. Pelea contra su propia fragmentación. Los votos que pueden exhibir las tres formaciones que están a la derecha del PSOE son más de los que han dado la presidencia al fatuo inquilino de la Moncloa. Pero su división penaliza sus resultados. Podemos y toda la basura que es capaz de recolectar en el arco parlamentario ofrecerán a Pedro Sánchez la liquidez suficiente para mantenerse en el poder mientras no cambien mucho las cosas. Olvídese la derecha española de gobernar mientras se ofrezca a la sociedad dividida en tres siglas.
Desde ayer, sin embargo, lo que no se hizo antes de las diferentes elecciones, con alianzas, coaliciones y acuerdos electorales, puede empezar a hacerse por las bravas tras la poco explicable decisión de Arrimadas de interponer una moción de censura contra el gobierno murciano del que formaba parte y la decisión del PP de adelantar elecciones en Madrid para evitar que le hagan lo mismo. Las razones del meneo murciano (donde hay que echar bien las cuentas para que la Moción prospere), son endebles: ni el ‘vacunagate’ ni otros casos de corrupción explican ni justifican el abrupto acercamiento a un gobierno sanchista que exhibe los peores números en una gestión que, cuando menos, puede calificarse de opaca y confusa. Cuando no desastrosa.
Solo desde otra explicación puede entenderse la maniobra de Arrimadas: marcar distancias con el PP, buscar votos entre los descontentos del PSOE y tratar de pillar a algunos de los que desaprueben la coexistencia cercana de populares y huestes de Vox. Es estrategia legítima, pero a base de poner en dificultades a gobiernos operativos en tiempos muy difíciles. Eso hay que explicarlo algo mejor de lo que lo están haciendo, ya que, de momento, lo que consiguen es expulsar a sus votantes menos cercanos a los socialistas y abandonar ‘de facto’ su parcela en el centro-derecha. Ese lugar se lo dejan en exclusiva a Pablo Casado: con dos siglas en lugar de tres y con una estrategia moderada tendrá más fácil competir con el único rival con el que -por ahora- se puede medir para instalarse en Moncloa.
También es cierto que la única compañía de Vox en el espacio común es el sueño acariciado por Sánchez y sus estrategas, esos que en lugar de ocuparse de las diferentes tragedias que afligen a España dedican su tiempo a juegos de pizarra y a guerrillas políticas. Poder exhibirles como hizo con la foto de Colón es su sueño más preciado. De ahí que deban manejarse con inteligencia escénica ambas formaciones. La tercera pata, Ciudadanos, ha dado un extraño y difícilmente explicable paso, con lo que la redefinición de espacios y estrategias debe ocupar todo el tiempo de quienes se dedican a planificar esos asuntos.
El primer paso es ganar de forma absoluta las elecciones en Madrid, que no es nada fácil. Partido a partido.
Recemos para que los magistrados que tienen que resolver no sean masones, tengan muertos en el armario (que puedan desvelarse), o no tengan grandes aspiraciones políticojudiciales…
Y no digo más.
Ni menos.