¿Dominará Oriente Medio la China comunista?
Por Judith Bergman.- Tras la reciente gira de una semana de duración del ministro de Exteriores chino, Wang Yi, por Oriente Medio, apenas puede haber duda de que China se está volcando en extender su influencia en la región –no sólo en el ámbito económico sino en el militar, el diplomático y el político– y desafiar el rol de EEUU como potencia dominante en la zona.
La influencia china en Oriente Medio viene creciendo desde hace años, sobre todo por medio de la Nueva Ruta de la Seda (NRS), gigantesco plan de infraestructuras y desarrollo económico lanzado por el presidente chino, Xi Jinping, en 2013. Su objetivo es crear una red económica y de infraestructuras que conecte Asia con Europa, África y otros lugares del planeta. Esta megainiciativa de desarrollo e inversión pretende incrementar dramáticamente el influjo global chino, desde el Lejano Oriente a Europa, haciendo cada vez más dependientes de China a países de todo el mundo.
“Estratégicamente, la NRS es la manera china de buscar el colapso del predominio americano-occidental [en Oriente Medio] por vías pacíficas”, sostiene Mordejai Chaziz, autor del libro China’s Middle East Diplomacy: The Belt and Road Strategic Partnership (“La diplomacia china en Oriente Medio: la Nueva Ruta de la Seda como alianza estratégica”).
La conexión entre la NRS y las alianzas estratégicas que genera (…) permite [a China] ir haciéndose gradualmente con la región sin crear tensiones con EEUU o con Occidente. En otras palabras: la NRS es un sofisticado plan chino para transferir la hegemonía de Occidente y EEUU a China sin guerra o conflicto.
«China ha firmado documentos sobre cooperación [en el marco de la NRS] con 19 países de Oriente Medio, y emprendido una colaboración distintiva con cada uno de ellos”, declaró Wang a Al Arabiya durante su estancia en Arabia Saudí, uno de los seis países que visitó en su gira.
Al tiempo que fomenta un nuevo paradigma de desarrollo, China está dispuesta a compartir con los países de Oriente Medio sus oportunidades de mercado, a trabajar con los países árabes para preparar activamente la cumbre China-Estados árabes, a promover una cooperación de alto nivel en el marco de la Ruta de la Seda y a expandir nuevas áreas de crecimiento, como el de la tecnología punta y novedosa.
Los otros países que visitó Wang fueron Turquía, Irán, Emiratos, Omán y Baréin.
China es ya el principal socio comercial de la mayoría de los países de la región, incluidos Arabia Saudí, Irán y Emiratos. Arabia Saudí fue el principal suministrador de crudo a China en 2020, superando a Rusia. China ha forjado “alianzas estratégicas integrales” con Arabia Saudí y Emiratos, así como ahora con Irán, tras la firma de un acuerdo de 25 años de cooperación económica y de seguridad con Teherán que, según se ha informado, incluye la expansión de la asistencia y el adiestramiento militares y el intercambio de inteligencia.
Mediante la NRS, China es igualmente el mayor inversor extranjero en la región, y está construyendo infraestructuras por valor de miles de millones de dólares. Aunque Egipto no fue parte de la gira de Wang, tiene una gran importancia en la NRS. Según Jon B. Alterman, del Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales, en los últimos cinco años, con Pekín cada vez más preocupada por el tránsito a través del Canal de Suez, China ha invertido miles de millones de dólares en Egipto. Compañías chinas están ayudando a levantar una nueva capital administrativa, en el desierto de las afueras de El Cairo, así como desarrollando un puerto en el Mar Rojo y una zona industrial en Ain Sujna. El presidente Sisi ha hecho al menos seis viajes a Pekín desde que asumió el cargo, en 2014, por sólo dos a Washington.
Puede que algunos líderes de Oriente Medio vean con buenos ojos a esta China que se dispone a dominar la región, que –Israel aparte– se compone de Estados más o menos autoritarios que comparten con Pekín ideas sobre la soberanía estatal, la no injerencia y los derechos humanos y que parecen rechazar un orden internacional basado en los valores democráticos, como el que capitanea EEUU.
“China y los países están de acuerdo en que la soberanía, la independencia y la dignidad nacional de todas las naciones han de ser respetadas, y en que han de promoverse vías de desarrollo independientes y diversas”, manifestó el canciller Wang Yi a modo de resumen de su gira. Según la agencia estatal china Xinhua, convinieron en oponerse a la injerencia en los asuntos internos de otros países, así como a su difamación, so capa de los derechos humanos, y en [defender] la salvaguarda del sistema internacional, con Naciones Unidas como núcleo, y un orden internacional basado en la legalidad internacional, el multilateralismo, la equidad y la justicia, dijo Wang.
Wang pasó por alto el hecho de que en 1984 China ofreció al mundo seguridades similares a cuenta del mantenimiento del régimen político y económico de Hong Kong durante 50 años tras el retorno del territorio a su soberanía, sólo para renegar de su compromiso 27 años antes del final programado (2047) del acuerdo un país, dos sistemas.
También se las arregló para ignorar que China ha roto su compromiso (2015) de no militarizar las islas artificiales que ha estado construyendo en el archipiélago de la Spratly, en el Mar del Sur de China, y que ahora están rodeadas de buques de pesca que amenazan a la vecina Filipinas. El canciller también olvidó, por lo visto, que China nunca ha cumplido al menos nueve de los compromisos que asumió cuando se unió a la Organización Mundial del Comercio (OMC), ni los relacionados con sus pruebas nucleares o con el nombramiento de obispos católicos.
«Los líderes comunistas han prometido numerosas veces reformas de calado o cambios de política para ganar acceso a acuerdos internacionales, sólo para desdecirse en cuanto han conseguido lo que querían”, advirtió el columnista Chris Tomlinson ya en 2016.
El afianzamiento de los lazos de China con Oriente Medio más allá de los acuerdos comerciales debería preocupar a EEUU, sobre todo ahora que la Administración Biden ha dado pasos para despriorizar la región, abriendo así la puerta a la dominación china. “Si haces una lista de las regiones que Biden considera prioritarias, Oriente Medio no está entre las tres primeras”, le dijo un ex alto funcionario de la seguridad nacional y estrecho asesor de Biden a Politico.
Están Asia-Pacífico, luego Europa y luego el hemisferio occidental, y eso refleja el consenso bipartisano de que los asuntos que demandan nuestra atención han cambiado con el resurgir de la competición entre las grandes potencias [China, Rusia y EEUU].
Al parecer no satisfecha con la cooperación estratégica y económica, China también ha sugerido su disposición a asumir un mayor protagonismo en la mediación entre Israel y los palestinos. “Nada representa la equidad y la justicia en Oriente Medio más que una solución sensata a la cuestión palestina y la implementación sincera de la solución de los dos Estados”, afirmó Wang durante su entrevista con Al Arabiya.
Apoyamos la mediación activa de la comunidad internacional para la consecución de tal objetivo y la celebración de una reunión internacional sobre la cuestión cuando las condiciones sean propicias. Durante su presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU, que arranca en mayo, China alentará al Consejo a debatir a fondo sobre la cuestión palestina y a reafirmarse en la solución de los dos Estados. Seguiremos invitando a los partidarios de la paz palestinos e israelíes a que vengan a China y dialoguen. También damos la bienvenida a los representantes palestinos e israelíes, para que entablen en China negociaciones directas.
Mientras China se afana en amasar influencia internacional a fin de convertirse en la mayor potencia –militar, económica, tecnológica y política– del planeta para 2049, es probable que Oriente Medio se torne crucial, con independencia de la importancia que quiera darle EEUU.