Al 2050 de la mano de Largo Caballero
Sánchez se ha ido a Raticulín y ha venido con las tablas de la Ley. Ha descorrido la ventana y nos ha mostrado cómo será España en 2050, mitad espejismo, mitad hojarasca, parte en virutas de humo, parte en ensoñaciones voluntaristas. Ha hecho lo que todos los trileros: anunciar la felicidad pero sin señalar el camino que lleva a ella. Que curioso resulta que el rey del cortoplacismo se suba a lo alto de la torre del campanario y con la mano puesta de visera vea venir por el horizonte al futuro vestido de verde. Podemos engañarnos si queremos, pero la maniobra comercial de ayer era solo un intento de vestir a un rey desnudo, de arropar a un tipo que quedó desbaratado un 4 de Mayo en Madrid. Cada día tendrá su afán, pagado por supuesto con el bolsillo del contribuyente, pero el de ayer concluyó sin que este tipo aclarara las dudas que de verdad agobian a los españoles del presente: ¿habremos pagado parte de lo que debemos? ¿tendrán nuestros hijos que cargar con la deuda que la política irresponsable ha ido acumulando? ¿Habrán atomizado España todos los que mantienen en el poder a este individuo? ¿Saldremos de la pandemia y podremos rehacernos? ¿Nos quedará algo de dinero después de todos los hachazos fiscales que están empezando a urdir? Y así.
Un par de días atrás, en contraste con lo expuesto en el despliegue futurista de ayer, Sánchez acudió al Congreso de la UGT y venteó todas las alabanzas posibles a la figura de Francisco Largo Caballero, socialista que llegó a ser presidente del Gobierno amén de varias cosas más. ¿Cómo es posible que el tipo que ayer hablaba de futuro, visión conjunta y desafíos colectivos pueda afirmar sin caérsele la cara de vergüenza que «LC actuó como hoy queremos actuar los socialistas»? Si Pedro Sánchez piensa que los españoles debemos alcanzar 2050 impulsados en el ejemplo de Largo Caballero o bien es un ignorante -nunca habría que descartarlo-, o bien es un irresponsable cantamañanas.
Aquél socialista tan ejemplar fue, entre otras cosas, un sectario incompetente que afirmaba sin recato que «si los socialistas son derrotados irán a la violencia», o que «en cuanto caiga Azaña habrá por fin un Soviet»; fue responsable, entre otras cosas, de las pavorosas checas en las que se asesinó a miles de personas; Largo Caballero jamás creyó en la democracia que colaboró a despedazar, y promovió la muy criminal Revolución de Asturias solo por el hecho de que la derecha ganara las elecciones del 33; el ídolo de Pedrito, después de vaciar el Banco de España y encomendar a Negrín que se llevara el oro a Moscú, fue uno de los grandes responsables de la Guerra Civil, que de haberla ganado habría convertido España en un triste satélite de Stalin. ¿Sánchez piensa llevarnos al futuro de vino y rosas a lomos del ejemplo de Largo Caballero? No sé para qué pregunto algo así. Nos llevará al futuro a lomos del dogmatismo. Si no descabalga antes.
No duden que este tipejo, si puede, nos llevará a lo mismo que Largo Caballero, o incluso peor.
En nuestros votos ESTÁ EVITARLO, por lo menos mientras todavía podamos votar…