El multipartidismo ha muerto: El PP retorna a la senda de las mayorías absolutas al obtener 43 escaños en Castilla y León
Dos años después de sufrir la primera derrota del PP en Castilla y León desde 1983, los de Alfonso Fernández Mañueco retornan a la senda de las mayorías absolutas. Con holgura. 43 escaños. Absorben a Ciudadanos y certifican el regreso del bipartidismo a las Cortes. La reunificación de la derecha, con Vox multiplicando su presencia, desborda a un PSOE lastrado por la inercia nacional hasta uno de sus peores resultados históricos.
Quienes estos días, aún hoy, le susurran a Alfonso Fernández Mañueco que convoque elecciones anticipadas, que es el único modo de renovar Gobierno, de desarbolar por completo a Ciudadanos, de erigirse en bastión indiscutible del partido, como Ayuso o como Feijóo, y acabar con las dudas de Génova; quienes le susurran que además es el modo de desbancar a Francisco Igea, que no solo es portavoz sino procurador, de finiquitar esa incómoda minoría en las Cortes; quienes le susurran todo eso al amparo del resultado de Madrid, del barómetro del CIS y de las encuestas nacionales, tienen hoy un argumento más. El sondeo autonómico de GAD3 para El Norte de Castilla le concede una mayoría absoluta holgada y con modos de bipartidismo: 43 procuradores. Dos más de los que necesita. Y con Vox, aliado en otros territorios, como socio suficiente para limar el ‘por si acaso’, con 7 procuradores. Ciudadanos, hasta ahora compañero de Gobierno con 11 procuradores y cuatro consejerías a su cargo, se queda con uno.
Como Podemos. Dos elecciones ha durado la eclosión del multipartidismo en las Cortes de Castilla y León. Del 10% y el 15% de votos de Ciudadanos en su irrupción en el sistema político regional, a un 5,6%, según el sondeo, que le condena a engrosar el grupo mixto del hemiciclo. En Podemos, del 12,4% de aquel estreno poderoso en 2015 al 5,1% de 2019 y a la continuación de la caída libre hoy, con un 4,6% que le sitúa a una décima del promedio histórico de Izquierda Unida en la comunidad, 4,5%.
El retorno al binomio clásico PP-PSOE no está completo porque, aunque Ciudadanos y Podemos quedan relegados a un papel residual, Vox experimenta un crecimiento que le lleva a pasar de un 5,5% de los votos a un 9,7% y eso le permite multiplicar por 7 su actual representación. Sin embargo, el porcentaje de voto de las dos principales formaciones empieza a acercarse al promedio histórico desde 1991, momento en que el PP se impuso por primera vez con holgura en las elecciones autonómicas -en 1987 ganó por cinco mil votos, con empate a procuradores-. Entre esa fecha y 2015, el promedio de voto de los populares fue el 50,45% y el de los socialistas, el 34,6%. Esos porcentajes saltaron por los aires cuando irrumpieron en escena Podemos y Ciudadanos, en 2015, y se sumó Vox, en 2019. El triunfo popular en 2015 se quedó con el 38,7% de los sufragios. La victoria socialista de 2019 llegó con un 35,2%. Con esas cifras apenas habrían ganado, y por los pelos, en 1987, cuando tres partidos pugnaban por el poder y se segregó mucho el voto: AP (32), PSOE (32) y CDS (18).
En el sondeo, el PP alcanza un 43,6% y superaría el 50% junto a Vox. Antes de 1991, y salvo los dos comicios más recientes, con Ciudadanos, Podemos y Vox en escena, nunca se quedó en un porcentaje tan bajo. El PSOE baja hasta un 28,8%. Y este sería su segundo peor resultado en unas elecciones autonómicas en Castilla y León. Solo en 2015 le fue peor (26,6%) .
El multipartidismo ha muerto. Y se ha llevado por delante a Ciudadanos, que desaparece del mapa político para quedarse con un único procurador, en Valladolid. La debacle naranja es la continuación de lo ocurrido en Cataluña (de 35 a 6 diputados en el Parlament) y en Madrid (de 26 a 0 en la Asamblea) y sus votos son absorbidos por completo por el PP. No hay reparto con el PSOE, como no lo hubo en Madrid. Y los de Mañueco se benefician de la inercia de Isabel Díaz Ayuso y de la clave nacional, con el barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas elevando la intención de voto de los de Pablo Casado hasta situarse a 4,5 puntos del PSOE tras las elecciones madrileñas. Cuando se publicó el CIS, sin embargo, aún no se había producido la crisis fronteriza en Ceuta, ni se había encendido al máximo el debate sobre los indultos a los secesionistas del ‘procés’, ni la factura de la luz se había convertido en foco de indignación popular. Tampoco cuando El Norte de Castilla publicó, el pasado 23 de mayo, una encuesta nacional, también realizada por GAD3, según la cual PP (138) y Vox (40) sumarían mayoría absoluta en el Congreso.
La visita de Teodoro García Egea, secretario general de los populares, a la Ejecutiva regional del PP se enmarcó en este nuevo escenario propicio. Con los congresos provinciales en el horizonte, pidió acatar, unificar listas y mitigar rebeliones. Silencio. El proceso interno es obligado, pero el ruido puede espantar a los potenciales electores.
Generales en clave popular
El efecto arrastre de la política nacional se hace evidente cuando se comparan los porcentajes de voto estimados para ambos comicios, prácticamente un calco. La inercia ganadora que ahora disfrutan los populares era impensable cuando se celebraron las elecciones catalanas en el mes de febrero, cuando se quedaron con 3 escaños y perdieron su discurso constitucionalista en favor de Vox, que logró 12. Sin embargo, el triunfo de Díaz Ayuso en Madrid ha dejado muy tocado al Gobierno de Sánchez y eso beneficia al PP en otros territorios.
Así, el porcentaje de voto estimado para el PP sería de un 43,9%, solo tres décimas más que el previsto para los comicios autonómicos, 43,6%. Una recuperación impactante desde el 32% obtenido en noviembre de 2019 que tiene un doble efecto. Por un lado, permite que el PP consiga 20 diputados en el Congreso, por los 10 que obtendría el PSOE, que de ese modo pierde 2. Por otro, el sistema electoral, con las circunscripciones provinciales y los cada vez menos diputados asignados a los territorios de Castilla y León, hace que Vox retroceda de forma significativa en número de escaños. Y eso a pesar de que los de Santiago Abascal consiguen mantener cierta estabilidad en el voto: un 14,9% frente al 16,8% de 2019.
En junio de 1977, las nueve provincias se repartían 35 diputados en el Congreso. En 2019 fueron 31. Esa pérdida de representantes, consecuencia de la despoblación, hace que en Soria solo se pongan en juego 2 diputados y en Zamora, Segovia, Palencia y Ávila, 3. Lo que deja poco margen para que un tercer partido logre arrebatarle uno a los dos mayoritarios. La recuperación del PP, más de once puntos porcentuales, deja sin opciones a Vox en esos territorios. De los 6 diputados, tan solo conservaría el de Valladolid, única provincia que reparte 5 puestos para el Congreso. Pierde, además, los que logró en Salamanca y en León.
El resobado ‘granero de votos’ del PP volvería, por tanto, a conseguir una diferencia relevante a favor del partido de Pablo Casado en un territorio que le ha sido favorable. Una comunidad en la que solo perdió una vez en once convocatorias generales desde que tiene las actuales siglas. Fue en la fallida legislatura que nació en abril de 2019, en el momento de esplendor de Ciudadanos, que logró 8 diputados nacionales en Castilla y León y redujo la cuota popular a 10, por 1 de Vox y 12 del PSOE.
Al mes siguiente fueron las elecciones autonómicas. El gran despegue de Ciudadanos, el primer hundimiento en tres décadas del PP y el triunfo de Luis Tudanca (PSOE). El pacto contra pronóstico de Cs y el PP dejó sin Gobierno a los socialistas y motivó en buena medida, seis meses más tarde, la desaparición de la escena política de los 8 diputados nacionales de Ciudadanos en Castilla y León.
Esa tendencia a reducir la fragmentación del voto hace que el PP, en estos momentos, se sitúe con 20 diputados muy cerca de sus mejores resultados históricos en la comunidad. De hecho, cuando obtuvo 22, en los comicios de 1996 y 2000, había 33 escaños en juego. Y en los 21 de 2011 también había más tarta para Castilla y León, 32 puestos para el Congreso, uno más que ahora.
Reunificación en la derecha
La desaparición de Ciudadanos, que tanta chanza despierta en las filas socialistas en las Cortes por la famosa frase del portavoz, David Castaño, en la moción de censura, «déjennos morir en paz», es de hecho una mala noticia para los socialistas en Castilla y León. El PP absorbe todo el voto naranja. Lo supieron los socialistas antes de las elecciones madrileñas, cuando Ángel Gabilondo abandonó rápidamente la táctica de acercamiento a Cs y alejamiento de Podemos porque las encuestas ya le anticipaban que sus apoyos no iban a derivar del naranja al rojo.
La desaparición de Ciudadanos, cero diputados en el Congreso y 1 procurador en las Cortes, se traduce como el inicio de reunificación de la derecha bajo las siglas del PP. Vox, aun en crecimiento en unas eventuales elecciones autonómicas, está en proceso de extender su estructura, inmerso ahora en el mismo vértigo expansivo que en su día vivieron Ciudadanos o Podemos. Su 9,7% de voto estimado no es suficiente para ser decisivo, aunque sí para tener grupo parlamentario propio, aunque enfrentado a la frustración de no gobernar y verse sometido al rodillo popular. Con medidas, incluso, que tendrían que apoyar por afinidad ideológica.
En el otro bando, al descenso socialista en intención de voto se le suma que Podemos se hunde aún un poco más, a la espera de si fructifica una alianza con IU en Castilla y León, algo que no se produjo en los últimos comicios autonómicos. Los de Pablo Fernández ya no tienen la fuerza para convertirse en un apoyo decisivo. El PSOE, por tanto, tiene ante sí de nuevo el reto hercúleo de derrotar, casi por sí solo, al PP y a Vox, tándem que hoy sumaría 50 procuradores.
La horquilla de 27-28 procuradores que le concede la encuesta significa no solo una derrota sin paliativos, sino uno de los peores resultados de la formación socialista en Castilla y León desde 1983. Pronóstico que algunos cargos socialistas ligan a la situación del partido a nivel nacional. El ‘sanchismo’ ilusionante que aupó a la formación no hace mucho es ahora un ‘sanchismo’ culpable. Y los líderes del PSOE en la región se han significado mucho en esa línea que ahora, de nuevo, se discute desde el socialismo histórico -personalizado en Felipe González o Alfonso Guerra- y con la resurrección de los derrotados, como la andaluza Susana Díaz. Tudanca ya hizo ver esta semana su «incomodidad» por los indultos a los secesionistas catalanes, aunque después considerara que sería una decisión «valiente» en un intento por «recuperar la convivencia» en Cataluña.
En ese balancín político compuesto de momentos, en el que la bajada de unos es el impulso de otros, es el momento de caída del ‘sanchismo’ y, por tanto, del empuje del ‘casadismo’. Y eso, a su vez, implica subida del ‘mañuequismo’. Y así se lo recordarán de nuevo al presidente de la Junta quienes le piden, aún hoy, elecciones anticipadas.
El triunfo electoral del PP le permitirá implementar la Agenda 2030 que ha empezado Cum Fraude Sánchez. España es rehén de los globalistas. Se necesita una derecha nacional, antiglobalista y franquista para recuperar la grandeza de España. Nuestro sitio no está en la Europa masónica.
Totalmente de acuerdo con usted.
Se puede decir más alto, pero no más claro.
Y, por supuesto, RETORNANDO A NUESTRAS RAÍCES CRISTIANAS, que son la base y el fundamento de nuestra civilización.
LA DEFENSA DE LA FAMILIA, LA LUCHA CONTRA EL ABORTO Y LA EUTANASÍA, etc., y la reducción al máximo posible de las competencias de ese cáncer que son LAS AUTOSUYAS…
En resumidas cuentas : Los siguientes 8 años,les toca a los PPEROS darnos de hostias, y así, durante otro cuarentitantos años mas ( si la cosa no revienta antes ), claro, y que por lo visto, no va a reventar. Todo seguirá como hasta ahora ha seguido, a la vuelta de esos 8 años, les tocará darnos de ostias a los pesoeros, y vuelta a empezar en éste bucle sin fin…………………