Un nuevo ejemplo que pone al descubierto la intolerable doblez moral de la siniestra progresía española. Uno de sus más conspicuos representantes es Jordi Évole, un tipejo despreciable que dedicaba programas a la subida de un 4 por ciento de la electricidad durante los gobiernos de Rajoy. Ahora, el canalla calla como un miserable tras el incremento de un 45 por ciento de la tarifa eléctrica bajo el Gobierno de Sánchez. Todo sea para mantener la facturación con LaSexta.

Este mercenario sin escrúpulos recicla su moral de hojalata para erigirse en justiciero o mamavergas dependiendo del color ideológico del Gobierno de turno. Es decir, que nos toma por auténticos gilipollas. Y tal vez lo seamos cuando ahí sigue, atiborrado de millones que pagan los españoles.

Escuchando a estos farsantes progres se diría que tienen un código ético prístino y ejemplar. Llevan años repartiendo lecciones. Con una falsa superioridad moral que es a la vez impúdica y ridícula. Sobre todo cuando culpaban a Rajoy por la subida de la luz un 4 por ciento y ahora ignoran la responsabilidad de otro Gobierno, en este caso socialcomunista, por subirla 10 veces más. Sinvergüenza, no, lo siguiente.

Es una doble vara de medir absolutamente pueril. Que les hace perder la poca credibilidad que podrían todavía tener.

La izquierda actual de este país es así. Van por la vida repartiendo doctrina sobre ética pública y exhibiendo impúdicamente su execrable doble moral. Por eso apelamos una vez más a la derecha social y política a que rompa con ellos.

Si ese sector claudicante de la derecha española quiere que sus ideas tengan un calado socialmente mayoritario, tendrá que dejar de pensar como pasiva “gente de orden” y comenzar a movilizarse, a sacudirse los complejos, a perder el miedo, a preferir el fondo que las formas, a ventilar las contradicciones del enemigo, a vivir con conciencia política, a sostener la coherencia moral como principio básico, a defender sin miedo los valores en los que dice creer, a rechazar la corrección política y la dictadura del pensamiento único, a perderles el respeto, a no dejar que la apisonadora izquierdista nos pase por encima, a tratarlos como enemigos rompiendo cualquier relación personal y afectiva con ellos.