Croacia, la selección que nació del fuego
(R) En 1989, un equipo de balonmano de Bosnia-Herzegovina fue a Croacia a jugar un torneo en la isla de Hvar. Llegaron en tren hasta Kardeljevo (actual Ploce), luego caminaron un buen rato entre palmeras y olivos y finalmente cogieron el ferry que les trasladó a Jelsa, ciudad en la que competirían durante una semana. En su trayecto, los muchachos (eran juveniles) veían ondear banderas desconocidas, ajedrezadas, por las calles les ofrecían pegatinas con símbolos extraños y los graffitis hablaban del orgullo croata, de la independencia, de un nuevo tiempo que no tardaría en llegar. Ellos, yugoslavos todos, no sabían que Hrvatska (así se llama en realidad el país) ya se había ido.
Apenas dos años después, Zagreb proclamó su soberanía, homologada por la comunidad internacional en 1992. Poco después, la recién creada criatura saltó por los aires con una guerra que dejó miles de muertos y desplazados. Las llamas consumieron vidas, casas, familias y llenaron autobuses, coches y aviones de refugiados, algunos de ellos convertidos en futbolistas que fueron subcampeones en el Mundial de Rusia y ahora se cruzan en el camino de España en los octavos de final de la Eurocopa.
Croacia, al igual que varias de las exrepúblicas yugoslavas, ardió y pagó en sangre su independencia. El precio ha sido alto en vidas, convivencia y odio, aún notable en aquella zona de los Balcanes, pero el Estado es una realidad y además miembro de la UE desde el 1 de julio de 2013. Con solo 29 años de antigüedad, los croatas rozaron la proeza en Rusia ante la poderosa Francia y sedujeron al mundo por su valentía y competitividad. El pequeño país de 4,1 millones de habitantes y forma de cruasán, que abraza a Bosnia y da la espalda a Eslovenia, soñó con la inmortalidad y se quedó en la antesala de lo imposible. No paró de aporrear la puerta y de intentar tirarla abajo, pero los galos aguantaron sus aldabonazos. Muchos de aquellos jugadores ya no están, pero siguen Modric, Vida, Vrsaljko, Lovren, Perisic, Brozovic, Kramaric, Kovacic. El lunes estarán en Copenhague, ante España, partiéndose el alma por su pequeño país porque con el fútbol honran el fuego que le vio nacer.
La presencia constante de los croatas en los grandes eventos no hay que buscarlo en un sistema de planificación ordenado ni tampoco en el apoyo estatal, simplemente porque no los hay o son testimoniales. Todo lo que hacen y lo que consiguen se basa en un talento innato y en un carácter indomable que incluso les permite creerse lo que no son. Como por ejemplo ser la mejor selección del mundo, una utopía que en 2018 aproximaron a la realidad. Son nueve veces más pequeños que España, que además multiplica su población por 12, y según las últimas cifras oficiales disponibles, no llegan a 800 futbolistas profesionales. Más de 600 compiten en Primera y Segunda división croatas y el resto se gana la vida en el extranjero.
Campeones en casi todo
Croacia es una nación extremadamente patriota, religiosa y que cae en trance cada vez que sus selecciones salen a competir por ahí fuera. El deporte es el mejor embajador de un país que no para de perder población y cuyos jóvenes sueñan con marcharse a trabajar fuera y construir una vida mejor. Los demógrafos calculan que podría quedarse sin una cuarta parte de sus habitantes en apenas una década y bajar así de los cuatro millones. Pero cada vez que el balón echa a rodar los croatas respiran como uno y ríen y lloran juntos, en cualquier parte del planeta. En menos de 30 años de vida, han sido dos veces campeones olímpicos de balonmano y también del mundo; en waterpolo se colgaron el oro en los Juegos de Londres y conquistaron dos mundiales y un Europeo. En cuanto al baloncesto, una plata olímpica en Barcelona, un bronce mundial y otro continental lucen en sus vitrinas. ¿Y el fútbol? Terceros en Francia’98 y segundos en Rusia’18. Ahora quieren eliminar a España y escribir su historia en la Eurocopa, en la que van de menos a más.
«Algunos no saben ni ubicarnos en el mapa», solía decir Zlatko Dalic, el hombre que cogió a los ajedrezados desahuciados y los llevó hasta la final del Mundial de Rusia y ahora les lidera en su asalto al trono de Europa. El título que buscaban los Suker y compañía en París en 1998 casi lo encuentran Modric y los suyos dos décadas después en Moscú, ahora inmersos en el sueño continental. Los ‘Vatreni’ (Flamígeros o Hechos de fuego) mantienen encendida la pasión futbolera de un país nacido de la desaparición de otro y quieren que se sienta orgulloso de ellos, de sus embajadores. Valientes y competitivos, con 14 hombres que estuvieron en Rusia y repiten ahora, admiran a España y al mismo tiempo diseñan una batalla sin cuartel.
Por cierto, aquel torneo en Hvar de 1989 lo ganaron los chavales del Medvescak. Sí, croatas, es decir, hrvati. El mundo ya sabe lo que significa. España también. Y por eso irá a Dinamarca con su mejor fútbol.
(El Correo)
pues si muy competitivos los croatas son los mas competitivos,los herederos futbolisticos de la desaparecida Yugoslavia,muy buena calidad los balcanicos que recuerdo a algunos como Rober Prosinecki,bodimir Bodan,Zucker,Mijatovic,Modric,Rakitic,Los mejores clubes de europa incluidos los nuestros,siempre han contado con sus mejores exponentes,Seran muy dificiles de derrotar,Parecen alemanes en ese estilo de jamas dejar de intentar,sera un gran parr
tido ,tal vez uno de los mejores de la euro.