La burbuja universitaria no tardará en explotar
En estas fechas que muchas familias españolas, de esa gran mayoría cuyos padres tiene la enorme ilusión de que sus hijos vayan a la Universidad; en estas semanas en que, los hijos están angustiados, echando cuentas, calculando qué posibilidades tienen sus vástagos de cursar la carrera universitaria que más les apetece (sí, ese es el principal criterio por el que se guían los y las estudiantes que acaban de terminar el bachillerato), en estos tiempos en los que están a punto de incorporarse a las universidades españolas nada menos que 300.000 nuevos estudiantes, es también momento de hablar de la calidad de la enseñanza que reciben nuestros jóvenes, de si, tal como se afirma por doquier, la actual juventud española es la mejor preparada de la Historia… El deterioro de la formación de nuestros niños y jóvenes españoles se ha acelerado de forma terrible en las últimas décadas, basta con echarle un vistazo a los informes Pisa y observar también el funcionamiento de las universidades sostenidas con fondos públicos para comprender la situación de degradación a la que hemos llegado.
Según diversos informes internacionales, el 68% de los jóvenes españoles que logran terminar sus estudios en las universidades españolas –a las que en general llegan con una paupérrima educación primaria y secundaria- no reúne los requisitos mínimos exigidos para incorporarse al mercado laboral, motivo por el cual es un absoluto disparate que haya quienes reclamen para ellos empleos para los que se necesita una alta especialización, así como altos salarios.
La idea requeterrepetida de que los jóvenes actuales son la generación mejor preparada de la Historia de España y que por desgracia está condenada a emigrar o a aceptar empleos precarios, mal remunerados, es un tópico muy socorrido, sin fundamento, una absoluta necedad. Es una tremenda falsedad con la que los políticos profesionales que España y los españoles sufrimos desde hace años, tratan de engañarnos de forma demagógica, porque su tremenda mediocridad los conduce a creérsela, o para tratar de no tener mala conciencia y eximirse de cualquier responsabilidad, o sencillamente porque nos toman por estúpidos. Dicen que un demagogo, aparte de hacer mucho ruido para intentar salir airoso en medio de una multitud gritona (lo que los antiguos griegos y romanos llamaban “oclocracia”) es aquel que promete estupideces en el convencimiento de que quienes lo escuchan son estúpidos…
Los caciques y oligarcas de los diversos partidos políticos que, nos malgobiernan, han convencido a una gran mayoría de nuestros compatriotas (entre otra muchas cuestiones), de que la escolarización masiva –masificada, en la que se impide y sanciona el mérito y el esfuerzo y se premia la mediocridad- el aprobado general, o casi y un fácil acceso a los estudios universitarios <más del 95 por ciento de quienes se someten a la selectividad supera el examen de acceso> es un signo de modernidad y de progreso (olvidan que progresar es sinónimo de avanzar para mejorar), olvidándose de que el problema reside en la pobrísima calidad de la educación que reciben nuestros jóvenes, que inevitablemente conduce a la incapacidad para satisfacer las necesidades que demandan las empresas.
Pero, lo que más sorprende es que todos aquellos a los que de vez en cuando se les llena la boca de expresiones como que “es necesario un pacto nacional por la educación” y recursos retóricos vacuos semejantes, nunca argumentan nada medianamente racional, nunca mencionan ninguna medida que pretenda mejorar la actual situación de indigencia y que vaya en la dirección de que los jóvenes tengan salidas profesionales y empleos duraderos.
Por un lado tenemos a la izquierda que, nos vende constantemente la idea de que la culpa de todo la tienen los empresarios, esos bandidos que se niegan a contratar a la generación de jóvenes mejor preparada de la historia de España, y que cuando lo hacen les ofrecen sueldos irrisorios y regímenes poco menos que esclavistas (esta historia macabra también se vende en los centros de enseñanza, desde el parvulario a la universidad, y se ve reforzada por los medios de información “progresistas”).
Pero la triste y cruda realidad es muy diferente, esos sapientísimos y cualificadísimos jóvenes, son generalmente analfabetos funcionales, y muchos de ellos no dominan su propio idioma y la mayoría tendrían enormes dificultades para superar las antiguas reválidas que ahora tanto se denostan y demonizan. Sí, son muchos los que apenas saben hacer la “o con un canuto” por no saber, algunos no saben qué es un canuto).
Y, por otro lado está la derecha boba que se ha adherido, también, al consenso socialdemócrata y al discurso igualitarista, y en las últimas semanas hablaba, por boca del Ministerio de Educación que una solución para acabar con la precarización de la enseñanza, el fracaso escolar y el abandono temprano de los centros de estudio era permitir pasar de curso con suspensos… e incluso promocionar al bachillerato de ese modo.
¿Se trata de una burla cruel o de sadismo?
Es llamativo que sigan administrándole al enfermo una medicación que a todas luces hace que empeore su salud. Es aquello muy común, de haber emprendido un camino equivocado, darse cuenta de que no conduce a ningún lado, y en lugar de volver al comienzo del sendero –para tomar el camino correcto-, seguir, seguir hacia delante, y repetir una y otra vez que ya se encontrará un atajo, y que bastantes dinero, tiempo y energías se han invertido ya, como para volver al principio… Sería reconocer que se ha emprendido un camino equivocado, pero eso será lo último que hagan nuestros actuales gobernantes, sean en las taifas hispánicas o en el gobierno de la nación.
Por supuesto, todos, el gobierno y la oposición nos dirán que les preocupa la mejora la empleabilidad de los jóvenes y que están estudiando la manera de procurarles ese empleo estable por el que dicen “apostar” (aunque siempre olvidan decirnos que el dinero que apuestan no es el de ellos, sino el nuestro).
Todas las sesudas “soluciones” que nos ofrecen siempre caminan de facto en la dirección contraria: la de perpetuar la existencia de esa insoportable bolsa de paro juvenil. Y no se trata, solamente de que en las universidades españolas entren muchos malos estudiantes, sino que la mayoría de ellos acaba consiguiendo el título sin apenas hacer esfuerzo, y por supuesto con muy escasa formación. Y todo ello se da por la sencilla razón de que en la enseñanza universitaria española, tal como en el resto de los centros y niveles educativos está proscrito el mérito y el esfuerzo, y apenas sirve de guardería en la que se aparca a nuestros jóvenes, a los que se les crea falsas expectativas, se les engaña, y se les acaba suscitando frustraciones.
El ministro de Universidades, Manuel Castells, desprecia el esfuerzo estudiantil: “Condenar al alumno por un suspenso es elitista”.
Claro que, todo esto les importa un bledo a los miembros del consenso socialdemócrata, incluidos los partidos que supuestamente forman parte de la oposición: PP, VOX y Ciudadanos.
Y mientras tanto, existe una enorme mayoría de padres españoles que parece estar satisfechísima, enormemente orgullosa con la idea de tener en casa uno o varios titulados universitarios, y orlas que colgar en las paredes… pero conocimientos, y capacitación que la empresa privada no pide (tampoco la pública), titulados universitarios que tienen como futuro inmediato el desempleo.
Llegados a este punto, la única conclusión posible es que todos los españoles, salvo honrosas excepciones, viven felizmente engañados.
Otra cuestión no menos importante es la de las tasas universitarias ¿a cuento de qué viene ahora plantear que hay que bajar el coste de las matrículas, de unas tasas universitarias que apenas cubren el 15% del coste real de los estudios como media?
¿No sería lo más correcto que esas tasas estuvieran en relación con los costes reales, y que se ayudara y atendiera a quienes en verdad están necesitados, y por supuesto, se concedieran becas teniendo en cuenta la capacidad y el mérito de quienes solicitan ayudas para el estudio, que se tuvieran en cuenta el talento y el esfuerzo personal?
¿No sería más correcto elevar el nivel de exigencia a la hora de conceder unas becas que ahora se conceden a quienes no aprueban?
Me dirán que, “así”, de ese modo posiblemente España dejaría de tener más titulados universitarios que la media de la Unión Europea; ciertamente, pero es seguro que estarían mucho más capacitados para conseguir un empleo de calidad y bien pagado, ya fuera en España o en el extranjero.
Llegados hasta aquí, es hora de hablar de la BURBUJA UNIVERSITARIA:
España vive en una continua burbuja, que cambia de forma y de tamaño; la tendencia al endeudamiento, a despilfarro, por parte de las administraciones es enfermiza, obsesiva. Tenemos –y sufrimos- la burbuja de los aeropuertos, también la del AVE, la de las autopistas de peaje y las denominadas “radiales”, la burbuja de las cajas de ahorro… y por supuesto, no podemos olvidar la más famosa de todas: “la inmobiliaria”. Pero de la que apenas nadie habla, y cuando reviente puede tener resultados catastróficos, es de la burbuja universitaria.
¿De verdad que en España son necesarios 2.425 grados y 2.854 másteres?
España posee más de 1,5 millones de estudiantes universitarios, frente a una población de 3,23 millones de sus mismas edades, es decir una tasa del 47%, lo que nos sitúa en la parte más alta de la lista de países de UE.
En España hay carreras similares, con el mismo programa de estudios, a las que las universidades les ponen nombres diferentes -cada vez más rimbombantes- con la intención de hacerlas más atractivas pues entre las diversas universidades hay una encarnizada competición en lo de captar alumnos-clientes. Tal es así que, hasta la universidad más pequeña de España ofrece la misma lista de titulaciones que la más grande, pues todos los papás desean que sus hijos estudien cerca de casa.
Otra causa de la desmesura, del exceso de grados y de másteres de nueva creación es la lucha permanente entre departamentos de las diversas facultades universitarias por conseguir capacidad de influencia. Cada departamento es una taifa que aspira a conseguir el mayor número posible de alumnos para lograr más profesores y conseguir más poder.
Casi todos los departamentos ofrecen su propio grado, un esperpento, pura demencia. Ofrecer más titulaciones es la excusa perfecta para reclamar más puestos de trabajo. Hasta el extremo de impartirse másteres con escasamente una decena de alumnos.
Existe una hiperinflación, una enorme burbuja de titulaciones: infinidad de títulos que se crean no para atender a la demanda de los estudiantes, sino para justificar la contratación de profesores, y para conservar sus empleos.
Y la calidad de la mayoría de las titulaciones deja mucho que desear.
Y la gran paradoja es que cada vez hay menos jóvenes que antes, y por lo tanto una demanda a la baja, debido al descenso de la natalidad. A pesar de ello, la oferta de titulaciones con baja demanda sigue persistiendo y vuelve a incrementarse, sin que nadie lo cuestione ni esté por la labor de ponerle remedio a tamaño desbarajuste.
España cuenta con 83 universidades y más de 240 Campus presenciales, es decir 25 universidades por cada millón de personas en edad universitaria o 1,78 universidades por cada millón de habitantes a secas.
Hablo de una descomunal burbuja a la que nadie pretende poner fin. Y lo peor de todo es que se siguen abriendo nuevas universidades, al ritmo de una por año, y como consecuencia, a corto o medio plazo habrá facultades universitarias en las que muchos profesores no tengan alumnos o que el número de horas semanales sea auténticamente ridículo.
¿Cómo podemos mantener, pagar, todo esto? ¿Estamos dispuestos a seguir malgastando, despilfarrando, derrochando tales cantidades de dinero, con la intención de mantener a nuestros hijos al lado de casa, y para obtener un título sin apenas valor?
Como resultado de todo lo narrado hasta ahora, en España existe una minoría de jóvenes altamente especializados, y realmente bien preparados que, generalmente coinciden con hijos padres que se pueden permitir la posibilidad de enviarlos a prestigiosas universidades privadas, en España, o en el extranjero. Y obviamente esos jóvenes tienen más posibilidades de optar a mejores puestos de trabajos y conseguir altos salarios. Y, por otro lado existe una enorme cantidad de titulados universitarios, con formación escasa, precaria que tiene muy difícil, por no decir imposible, acceder a empleos bien pagados. Ni que decir tiene que este círculo vicioso irá aumentando de forma exponencial a medida que se vaya generalizando la mecanización y robotización de los diversos sectores de la economía.
Y con la que está cayendo, los miembros del consenso socialdemócrata (PP, PSOE, CIUDADANOS, PODEMOS, VOX…) siguen empecinados en seguir fomentando la mediocridad en todos los niveles de enseñanza, también en las universidades, en bajar cada vez más el nivel de exigencia, en regalar becas, en poner cada vez más problemas para conseguir empleo a los jóvenes… y algunos, hasta se empeñan en reformar a peor las normas laborales; cuando lo lógico sería que la educación realmente formara para la vida y se tendiera a la libre contratación y a una mayor profundización en la economía de mercado, eliminando todo tipo de obstáculos y trabas burocráticas para los emprendedores.
Frente a esto, solo caben dos soluciones:
Una a largo plazo, aumentar la natalidad, e incluso si así se hiciera, tampoco tiene demasiado sentido mantener tal número de centros universitarios.
Otra opción sería darle otro uso a multitud de instalaciones universitarias, cerrar algunas de ellas y recolocar a los profesores en otros centros, e incluso, más todavía: reciclar a parte del profesorado universitario, para que preste mejores servicios a los españoles, en otros ámbitos.
Pero, de lo que no cabe duda a estas alturas es de que, resutaría mucho más barato becar al conjunto de alumnos existentes, más de 1,5 millones con 12.000 euros/año, para que vayan a las mejores universidades, que mantener la burbuja universitaria, la multitud de facultades universitarias que en muchos casos no poseen ni calidad ni excelencia.
Como ex profesor universitario “segregado”,. suscribo totalmente su brillante artículo, de la a a la z.
Sobran universitarios, y falta personas de oficios, que está quedando en manos de los rumanos e hispanoaméricanos.
A la universidad sólo debe ir la élite intelectual, los alumnos realmente SOBRESALIENTES, no los mediocres, como sucede en España.
Me cuento entre los optimistas que confian en que la burbuja universitaria este llena de metralla y que no haya nominas supervivientes entre la militancia marxista genocida que ha vaciado nuestras iglesias y ha llenado nuestros cementerios con suicidas y nenes abortados, la aristocracia universitaria de mendrugueros bolivarianos es una lacra, su sitio por derecho natural es la cola del paro, no una poltrona de “docente” desde la que hablar de las pililas de los menores y de como transformarlas en vaginas.