Aragonès, un petimetre
FP.- Monsieur Jourdain, es el personaje de El burgués gentilhombre de Moliere, ridículo por su impostada frialdad a la vez que su ridícula ingenuidad. Su padre se había enriquecido y le pudo dar la condición de burgués. La obra se basa en la cursi pretensión de adquirir los modales de los aristócratas que frecuentan la corte, para así llegar él a ser un hombre distinguido, noble y de alto rango como sus ídolos.
Aragonés no dio plantón al Rey, simple y llanamente hizo el ridículo, su obligación como presidente de la Generalitat de Cataluña es recibir al Jefe del Estado, no exhibir fatuidad.
Podrá pensar lo que crea conveniente pero su absurda vanidad no siendo educado y, sobre todo no siendo observante de las reglas del protocolo, le delata como un personaje de comedía.
Aragonés, Torra, Puigdemont representan como Jourdain el personaje que pretende ser más de lo que son con una arrogancia tan absurda que deberíamos todos calificar estas acciones como lo que son una reiterada búsqueda de un papel que no les corresponde.
A los actos delictivos la aplicación de la ley. A los actos llenos de complejos y frustraciones aplicarles el desprecio de la ignorancia.
Y que Aragonès no reciba al Rey lo deja en el más espantoso de los ridículos y enaltece aún más la figura del monarca por su serenidad y tranquilidad.
La cuestión no obstante alcanza solo tintes de preocupación cuando los presidentes del gobierno de España lejos de actuar con la autoridad que les otorga el cargo se comportan poniéndose al mismo nivel de quienes solo merecen desconsideración y displicencia.
En 1673, Molière haciendo el papel del Argan, un obseso de si mismo, no pudo terminar la que sería su última función; tuvo un ataque de tos sobre el escenario y murió a los dos dias. Vestía un camisón amarillo.
El independentismo está obsesionado con ellos mismos. Los españoles, incluida la ingente parte de la sociedad catalana preocupada por su futuro personal, familiar y profesional merecen gobiernos firmes y responsables capaces de manejar la cuestión como un problema más de tantos que tiene cualquier gran nación, y no como la cuestión que deshaga nuestra democracia constitucional.
Aragonès volvió a hacer del presidente de la Generalitat catalana una mediocre representación. Quieren ser malvados y solo son ridículos. Una panda de petimetres que han tenido en Zapatero y ahora en Sánchez sus valedores.