El valor de la palabra
Es habitual que en la vida parlamentaria se pronuncien frases o palabras que pasan a los anales de los Diarios de Sesiones del Congreso, como expresión de un deseo que sorprende a los diputados en ocasiones por su enérgica contundencia, por un enfado indisimulable o la ácida ironía para descubrir una mentira o falsedad.
En este último caso se encuentra su señoría Gabriel Rufián, hijo y nieto de trabajadores de La Bobadilla, pedanía de Alcaudete (Jaén), por el que fluye en sus venas sangre andaluza, exorcizada hoy por su aguerrido independentismo catalanista que le lleva a defender y reivindicar desde las filas de Ezquerra, la República Independiente de Cataluña y por ende la separación de Andalucía, tierra de sus antepasados más recientes.
Desde luego algo de cervantino si adorna al Sr. Rufián en su forma de decir, como lo demuestra la lanzada que le propinó al gobernador de la ínsula de Barataria Pedro Sánchez, cuando así le espetó con su fluido verbo: “Dice que no habrá referéndum, también dijo que no habría indultos, denos tiempo.” Inmediatamente después los ojos del Presidente, que sobresalían de la mascarilla y de su inmutable rostro, reflejaban la herida casi mortal que en su desgastada credibilidad le infringía un charnego como Rufián, socio además de su gobierno y aficionado para más inri de El Español (ironías de la vida).
Es inevitable que la persona que miente compulsivamente refleje en sus movimientos, en su mirada e incluso en sus gestos el distanciamiento y la lejanía de la realidad y la verdad a la que no quiere enfrentarse por cobardía o miedo. Esa y no otra, es su actitud de esconder la cabeza en el escaño cuando un orador le recrimina sus falsedades o la de haber evitado la visita a los hospitales durante el confinamiento para demostrar cercanía y solidaridad con los enfermos y familiares o también la de rehuir a las preguntas de los medios de comunicación, como es practica habitual en democracia y aún más en momentos de extrema gravedad como los que vivimos.
Es tal su obsesión por mentir que ha conseguido transmitir este pernicioso hábito a todo su gabinete. Desde las recientes declaraciones del Ministro Escrivá sobre la reforma de las pensiones; el trasiego de los maletines de Delcy con el Ministro Ábalos al frente; las amenazas de atentado con una navaja a la Ministra de Turismo Reyes Maroto, hasta las incontables falsedades de su aguerrida escudera la Vicepresidenta Carmen Calvo con los injustos indultos, entre otras, podríamos ir reseñando a cada uno de los miembros del Consejo de Ministros con su Presidente a la cabeza.
Decía Abraham Lincoln que “nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito, podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos”. Sr. Presidente, su palabra carece de valor para los españoles. Nos sentimos inseguros, desconfiados, engañados y hasta el límite de nuestra paciencia. Si la “verdad nos hace libres” como dijo Jesús a los judíos, a sensu contrario, la mentira nos esclaviza y hoy la mayoría del pueblo español ansía su libertad. ¡Váyase Sr. Sánchez!