Ibrahim Miguel Ángel Pérez

EM.- El mensaje tuvo el mismo efecto que el de una piedra de 500 kilos que hubiese caído en una piscina de tamaño medio. El mismo día en el que el mundo occidental miraba con una mezcla de prevención y horror la rápida subida de los talibán al poder en Afganistán, una organización dada de alta en el registro de asociaciones de la Generalitat y con sede en Barcelona publicaba: «Celebramos que un pueblo soberano se haya liberado de una situación post colonial de opresión. Que se sepa, los talibán se han hecho con el gobierno sin pegar un tiro. Estamos a la expectativa de qué es lo que va a suceder, intentamos informarnos».

El tuit fue difundido por la Plataforma Musulmanes contra la Islamofobia, que suele recibir ayudas del Ayuntamiento de Barcelona para la organización de actos y la celebración de jornadas en las que difundir sus propósitos, con cuyos representantes tienen buena relación. Uno de los recibos mencjonados por Crónica constituye una asignación de 8.000 euros por parte del Ayuntamiento (está publicado en el boletín provincial de Barcelona) para asuntos sobre juventud o inclusión a la plataforma, en 2017, año de su inscripción. Y en los carteles en los que aparece su nombre como entidad colaboradora de determinados eventos en ese año no resultaba extraño que compartiese esta condición con la Diputación de Barcelona (CDC).

Lo que sucedió ese mismo día y en los días posteriores, no tuvo nada que ver con la contención para informarse sino que fue la sucesión de una serie de tuits y retuits en los que se mezclaban la defensa de la sharía en oposición a la democracia, las afirmaciones contra el intervencionismo en el país asiático, las alabanzas a las muestras de moderación del régimen talibán y la aparente convicción de que la mala imagen de los continuadores de un régimen que vulneró y sigue vulnerando todos los derechos humanos habidos y por haber es fruto de las mentiras contadas por los medios occidentales.

Un ejemplo: «La idea de que un pueblo puede experimentar el liberalismo y la democracia y luego elegir la sharía de todos modos, es tan horrible para los liberales que ni siquiera lo consideran como posibilidad», se señalaba en uno de los mensajes como explicación al supuesto respaldo del pueblo afgano a los nuevos dirigentes. En otro se celebraba: «El portavoz talibán dice que las mujeres no han de llevar burka, sino sólo hijab». Y en un tercero se hacía un alarde de extraño feminismo al obviar que el concepto de protección demostrado hasta ahora por los talibanes incluye la imposición del burka, la prohibición de trabajar fuera de casa, el cierre de las escuelas femeninas y, todavía más, el asesinato directo y público en caso de que sus normas no sean atendidas o se sospeche de un cambio de religión: «El movimiento talibán nació cuando un grupo de estudiantes se reunió para rescatar mujeres secuestradas por bandas de violadores. La protección de las mujeres es responsabilidad del Emirato Islámico».

Los miembros de esta plataforma dicen confiar en la versión 2.0 de los nuevos talibán y si alguien les reprocha que sus avances están por demostrar ( o que son directamente mentira), se revuelven con su ramalazo anticapitalista: «Es hipócrita por parte de la gente que hace un mes consideraba a los talibán como un grupo bárbaro indigno de gobernar Afganistán y que ahora, cuando los talibán muestran moderación, han elevado el listón incluso más alto que para Arabia Saudita y los Emiratos».

No en vano, Ibrahim Miguel Ángel Pérez, portavoz de esta plataforma que se proclama creada para promover «el empoderamiento de los musulmanes en clave comunitaria» es un converso que estuvo en las filas de Barcelona en Comú, una de las ramificaciones de Podemos, y que ha alardeado de su buena sintonía con la alcaldesa Ada Colau, aunque hace años anunciase que dejaba la política por el insuficiente compromiso de las formaciones en las que militaba.

Ibrahim es un ingeniero agrícola, sindicalista liberado de UGT, que se convirtió al Islam cuando conoció a su mujer, Afifa Azzouzz, quien no sólo es una vehemente militante de la plataforma sino que ostenta la presidencia de la marca en la que Mohamed Kamboua Yattaoui es el secretario y Mohamed Agana El Hichou, el tesorero.

Afifa Azzouz alcanzó cierta relevancia pública cuando, ante las declaraciones del iman de Algeciras sobre la licitud de golpear a la mujer, consideró que el religioso era un hombre de buena formación pero había sido un imprudente.

«En una sociedad que es un Estado de Derecho, ¿cómo demonios puede hacerse la interpretación que él hace?», se preguntó.

¿Y en otra sociedad sí se puede?», le replicaron.

«Quizás no se le hubieran tirado al cuello», constató segura de que si alguien pegase a alguna de sus dos hijas el iman no lo permitiría.

La plataforma tiene como activista también, a la abogada Zoubida Barik, quien llevó a Estrasburgo a la Justicia española por no haberle dejado intervenir en un Juicio contra terroristas por llevar el pañuelo.

Pero quien sin duda ha centrado todas las polémicas ha sido Ibrahim Miguel Ángel (antaño en la órbita de Nora Baños, la que fuera candidata de Podemos que defendía que Mahoma acabó con la esclavitud y el Islam inventó la seguridad social) cuyas declaraciones han recibido cierta atención. Como cuando dijo eso de «mucho españoles, la vuestra es esa España rancia y católica que encubre a pederastas». O se querelló contra Ortega Smith por delitos de odio. «Hemos creado McIslamofobia para meter en la cárcel a quienes profesen el credo del discurso del odio», proclamó. Y lo ha intentado, selectivamente, mientras hacía uso de su libertad de expresión, inexistente en el mundo de sus amigos los talibán.

Fuente: El Mundo