Breve reflexión sobre estos tiempos de distopía
La clave es el amor que conduce a la verdad, tan escondida hoy en estos tiempos de distopía. Las sospechas que vamos confirmando sobre las vacunas y todo el halo de ocultación y mentiras del universo COVID es para recapacitar, tomar la cosa en serio y actuar por la vía de urgencia. Hay que despertar al dormido. Como sea, aunque nos cueste más de un desplante. Es una cuestión de ayudar al desvalido. Los dormidos lo son, aunque sean ricos y tengan títulos, tesis y masters de las universidades más prestigiosas. Los dormidos no son libres y, por tanto, no ejercen su libertad, porque han entregado su voluntad y han cedido su libre albedrío a otros, quizá por comodidad o por falta de firmeza. Han permitido que otros piensen y decidan por ellos, y por eso se han hecho dependientes. No se sienten capaces de salvarse a sí mismos y confían su salvación a terceros. Eso se debe a un profundo y grave problema de inseguridad y de miedo. Los dormidos son los señalados en las “obras de misericordia” de Jesús: “Enseñar al que no sabe”. Hay que estar muy ciegos para no ver los flecos de esta realidad distópica que nos tiene atrapados desde principios de 2019. ¡Y, sin embargo, no lo ven! Hay que estar muy deformados para no percibir que estamos ante el mayor engaño en la historia de la salud, una cortina de humo que nos impide ver la realidad. ¡Y tampoco lo ven! Hablo, claro está, desde el mundo dual, que es donde sufrimos, donde tenemos que librar esta batalla. Decir que todo es un sueño es volver loca a nuestra mente, tan necesaria hoy para sobrevivir.
No queremos conectar nuestro cerebro a la nube y que otros nos implanten emociones y pensamientos, o nos cambien el ánimo como nos anuncia el presidente de Chile, Sebastián Piñera en la presentación de la red 5G, refrendado por el Primer Ministro británico, Boris Johnson, con similar discurso.
Seguiremos conectando con el mundo platónico de las ideas, con los registros akáshicos, con nuestro inconsciente individual y el colectivo, con las musas de siempre, que premian el esfuerzo, y estaremos atentos a la inspiración de la Divinidad a través de nuestro corazón. Siempre ocurre este milagro maravilloso cuando se trabaja para el bien.
Hoy más que nunca es necesario militar en la resistencia. Para ello, nuestra parte humana se ayuda de nuestra parte divina, y lo contrario, formando un binomio inseparable y necesario. Hay que impedir que “los malos”, sigan pastoreándonos, al servicio de los auténticos dueños de esta granja humana. Hay que dejar de servir de alimento a los dioses depredadores, que tienen a su servicio a marionetas sin escrúpulos en todos los estamentos, dirigiendo el mundo. Hay que dejar de entregarles nuestro dolor, nuestros miedos, incertidumbre y sufrimientos. Así funciona este engranaje desde el principio de los tiempos.
Alguien se preguntará cómo liberarse de esta cadena que trasciende lo humano. La fórmula magistral que proponemos es la evolución. Como siempre decía el gran Salvador Freixedo, hay que evolucionar en cuatro niveles principales: intelectual, ético-moral, estético y espiritual: En el Nivel intelectual: usando la inteligencia para el bien, aprendiendo, sabiendo cada vez más y compartiendo el conocimiento. En el Nivel ético-moral: siendo cada vez mejores, amando con mayúsculas a todo y a todos de manera incondicional, y defendiendo el bien y la justicia. En el Nivel estético: defendiendo la grandeza y la armonía de la Creación, creando belleza para hacer un mundo más bello y habitable. En el Nivel espiritual: orando, meditando, elevando nuestros pensamientos a la Divinidad de la que formamos parte.
Solo así podremos llegar a dar ese salto cuántico del que tanto se habla, y pasar a un nivel evolutivo superior, dejando atrás a los “amos del mundo” y a sus oscuros jefes de las alturas. Mil bendiciones.