El ‘misterio’ pandémico de África: sin confinamientos, con menos del 6% de vacunados… y una cifra ínfima de contagios
África es el continente pararrayos de todas las desgracias, así que cuando la Organización Mundial de la Salud declaró el estado de pandemia mundial, todos los expertos pronosticaron que allí el coronavirus desataría una carnicería. África es tierra fértil para las epidemias, de las que ha sufrido y sufre en abundancia, lo que se suma a una dramática falta de recursos para combatir la enfermedad y los contagios y unas estructuras políticas que hacen imposible imponer barreras jurídicas eficaces a la infección. En definitiva, la receta perfecta para que cualquier peste campe a sus anchas y se extienda sin trabas, provocando una enorme mortandad.
Solo que no es eso lo que ha ocurrido, muy al contrario. En África, donde no ha habido confinamientos y las tasas de vacunación son bajísimas, los casos de covid y las muertes son solo una ínfima fracción del caso per cápita en el Primer Mundo. Los expertos no se lo explican.
En un informe publicado el pasado viernes, la agencia Associated Press señala que cuando “el coronavirus apareció el año pasado, las autoridades sanitarias temían que la pandemia arrasara África, matando a millones. Aunque todavía no está claro cuál será el saldo definitivo del covid-19, ese escenario catastrófico está aún por materializarse en Zimbabue o en gran parte del continente».
La situación ofrece un fuerte contraste con la que se vive en el Primer Mundo, especialmente en Europa, donde en los últimos días han proliferado las marchas multitudinarias -cuidadosamente ignoradas por la prensa convencional- en varios países contra el pase vacunal, la vacunación obligatoria o nuevos confinamientos ordenados por unos gobiernos que no saben qué hacer para detener el aumento de la incidencia.
Dicen que una de las definiciones de locura es volver a hacer lo mismo esperando que tenga efectos diferentes, pero eso es exactamente lo que vemos en los gobiernos europeos. Parte de la ciudadanía, sin embargo, empieza a ejercer una resistencia organizada contra un recorte de libertades que parece no tener fin, con independencia del grado de cumplimiento. Ha habido marchas contra las nuevas restricciones en Austria, Croacia, Italia, Irlanda del Norte, Gran Bretaña, Francia, Alemania y Holanda. Fuera de Europa, en varias ciudades de Canadá, Australia, Japón y Estados Unidos, calificando algunos observadores las jornadas como una misma marcha mundial de la libertad contra unas restricciones interminables e ineficaces. En algunos casos, como Rotterdam, las manifestaciones han degenerado en verdaderos motines, con violentos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes.
Mientras, África aparece ante los expertos como el proverbial elefante en la habitación, demasiado grande como para ignorarlo durante mucho tiempo. En la información de AP, Wafaa El-Sadr, presidente del Departamento de Sanidad Global de la Universidad de Columbia, califica el caso como «misterioso» y reconoce que «África no tiene vacunas ni los recursos para combatir el covid que tienen en Europa y Estados Unidos, pero de algún modo le está yendo mejor”. En África los inoculados contra el covid no superan el 6% de la población y, sin embargo, durante meses la Organización Mundial de la Salud la ha descrito como «una de las regiones menos afectadas del mundo» en sus informes semanales.
Algunos apuntan a que parte del «misterio» se debe a que África tiene la población más joven del planeta, y los jóvenes apenas figuran entre los gravemente afectados por la gripe china. También es probable que contribuya la tendencia a hacer más vida al aire libre, con abundante exposición al sol, esencial para fijar la vitamina D y fortalecer el sistema inmune. Igualmente se está estudiando si pudiera haber factores genéticos y la exposición previa a otros numerosos patógenos.
África se saca de la ecuación desde el principio, no interesa compararla con ninguno del resto de los continentes, ya no porque no tengan muchos viejos para sacrificar, “ejque” si se descubriese que hasta no hacer nada hubiese sido mejor que la suma de todas las acciones realizadas los políticos no podrían relatarnos todas las cosas que hacen por nosotros