El legado de Fidel Castro: una millonaria casta militar perpetuada en el poder
Mamela Fiallo Flor.- Fidel Castro murió a los 90 años de edad. Gobernó en Cuba hasta su último aliento. Desde su falso retiro, continuó trazando todas las “políticas” en nuestro país. Jamás su hermano Raúl se atrevió a tomar una decisión importante sin consultarle. Fidel Castro abandonó esta vida dejando a Cuba literalmente destruida; y al peligroso engendro creado por él (no por Chávez): el socialismo del Siglo XXI. Un pensamiento implantado en buena parte de la América Latina.
Creo que logró parcialmente sus objetivos, no todos, pues desde la adolescencia soñaba con dominar al mundo. Destruyó, sembró el odio y la subversión, lideró a todos los resentidos el mundo; y de este modo, alcanzó algunas de sus aspiraciones esenciales: poder, dinero y trascender como el verdadero revolucionario que jamás fue. Ahora, en estos momentos de recuentos, algunos apuntes sobre su legado:
En el año 1958 Cuba recibía con los brazos abiertos a personas que emigraban desde todos los continentes y acudían a nuestra bella isla en busca de una vida mejor.
Hoy somos más de cuatro millones los que integramos la Cuba errante. Hoy somos más de cuatro millones los cubanos que lejos de la tierra que nos vio nacer, intentamos sobrevivir en las más disímiles regiones del orbe, al tiempo que lloramos día a día las infinitas nostalgias de nuestra incomparable isla.
En el año 1958 el inteligente y creativo pueblo cubano dedicaba sus talentos a crear, a producir, a forjar una Cuba cada vez mejor, la Cuba que anhelaba legar a sus descendientes.
Hoy el pensamiento de los cubanos se concentra en la búsqueda de opciones que les permitan sobrevivir y escapar de la pesadilla que sufre el país desde hace más de medio siglo.
En el año 1958 las manos laboriosas de los cubanos, obreros, campesinos, profesionales y artistas, trabajaban afanosamente para producir prosperidad y felicidad.
Hoy, los cubanos convertidos en limosneros por la dictadura castrista, permanecemos con las manos extendidas en gesto de súplica, esperando la ayuda que nos enviará algún familiar residente allende los mares. Y esperando recibir las dádivas de extranjeros y algunos turistas inescrupulosos que se divierten humillando la humillante pobreza del pueblo cubano, cuando reparten caramelos en las calles a los pobres niños de mi país; cuando prostituyen a nuestros niños, adolescentes y jóvenes o cuando regalan jaboncitos de hoteles a las humildes trabajadoras cubanas.
En el año 1958 los cubanos se preparaban para morir cristianamente. Y creaban condiciones para que sus restos reposaran junto a los de sus ancestros, en nuestra isla de ensueños, la de la tierra generosamente fértil, la de las arenas más blancas, la del cielo más azul, la del mar más cristalino.
Desde hace más de sesenta años, miles de cubanos han muerto como mi madre, en países lejanos que los acogieron como hijos, pero lejos de la tierra que los vio nacer y con la añoranza infinita de la Patria que les robaron.
En el año 1958 los cubanos éramos respetados en el mundo entero.
Hoy, los medios de prensa internacionales, salvo excepciones, y los ciudadanos libres del mundo civilizado, nos congratulan cuando la sexagenaria dictadura castrista nos concede las migajas de algún derecho. Como la falsa libertad migratoria. Olvidan que los cubanos somos hijos legítimos de la familia humana y como tales tenemos derecho no a migajas ni a limosnas, sino a todos los derechos y libertades inherentes a la condición humana.
En el año 1958 el pueblo cubano era un pueblo de Fe, inteligente, generoso, dado al perdón, emprendedor, laborioso, devoto de la familia y feliz.
Hoy, más de 62 años después de implantarse en nuestro país la dictadura más longeva y una de las más crueles de la historia contemporánea, el pueblo cubano sufre un quebranto de su esencia como persona humana; esto es, un daño antropológico que a su vez implica un daño del tejido social de dimensiones difíciles de definir y que se caracteriza por la despersonalización; la pérdida de la autoestima; la dicotomía existencial; el terror; la desesperanza; el desinterés; el agotamiento; la precariedad ética, moral y espiritual; y la ausencia de ideales y de un sólido proyecto de vida.
En 1958, en Cuba imperaban los Valores de Dignidad sobre los que había sido edificada nuestra Nación: La Familia, la Libertad, el Amor y la Vocación de Servicio.
Hoy, más de 62 años después de la llegada de Fidel Castro al poder, estos y otros valores han sido arrasados. Destrozó la institución familiar. Abolió las libertades. Utilizó el odio y el miedo como instrumentos de gobierno. Intentó transmutar la generosidad y vocación de servicio de los cubanos, en simulación, servilismo a su régimen y alienación.
Hoy, más de 62 años después de la llegada de Fidel Castro al poder, los cubanos que dedicamos nuestras vidas a trabajar en pos de una Cuba mejor, lloramos al ver nuestros sueños de la adolescencia reducidos a escombros. Lloramos porque ese régimen, legitimado por los fariseos de izquierda y de derecha, ha convertido a mi Patria en una Cuba para la dinastía Castro y sus generales; y también para los extranjeros.
Lloramos porque después de más de seis décadas de penurias y sacrificios, el saldo final es un país sumido en la más absoluta destrucción moral, ética, cívica, espiritual, económica, antropológica, medioambiental… El saldo final es una Cuba donde los vicios y la corrupción entrelazan al poder con la marginalidad; y donde las inequidades socio-económicas, que privilegian al delito y no al mérito, hieren profundamente el alma de la Patria.
Estoy convencida de que muy poco cambiará en Cuba en cuanto a libertades, derechos humanos, valores y ética. El régimen ha puesto en marcha desde hace mucho tiempo, un plan cuidadosamente diseñado para perpetuarse en la isla y para expandir sus ideas e influencias por América Latina. Una casta millonaria de militares e integrantes de la dinastía Castro controla todos los ámbitos: el político, el militar, la sociedad y la economía dolarizada.
Y esa casta defenderá con fuerza el legado de Fidel Castro: un engendro simbiótico en el que coexisten el Capitalismo Salvaje Militar de Estado y una Dictadura Militar Dinástica de Perfil Estalinista. Lo defenderá con fuerza para garantizar su permanencia en el poder y el disfrute de las fortunas millonarias que han amasado con la sangre y la miseria del pueblo cubano.
Sin embargo, estoy convencida también de que no obstante el daño antropológico que nos han infligido, los buenos cubanos seguiremos luchando porque no olvidamos la historia gloriosa de nuestra Nación. Seguiremos luchando porque no olvidamos a las miles de víctimas de Fidel Castro y de su régimen.
Seguiremos luchando porque no olvidamos que somos hijos legítimos de la familia humana y por tanto, tenemos derecho a todos los derechos. Seguiremos luchando; y a pesar de la cincuentenaria dictadura y de sus cómplices foráneos, con la ayuda de Dios lograremos devolver la dignidad a nuestra Patria.