Qué córcholis
Me entusiasman los ofendiditos. Movilizan en mi persona un interés casi antropológico que me mantiene vivo en medio de tanto amorfismo. Especialmente me excitan los ofendiditos que, además, falsean a todas luces su indignación, la teatralizan, la exageran, la revisten con gestualidad y, por si fuera poco, exhiben sin pudor indelebles rasgos de neopuritanismo en su puesta en escena. La palabra ‘coño’ ha sido el último reclamo de aquellos que se ven llamados a expresar su mohín de disgusto y su postura aparentemente horrorizada: replicada por Pablo Casado en el Congreso, en imitación de una ‘performance’ de Pedro Sánchez, ha motivado todo tipo de censuras por parte de los que en ningún momento se han soliviantado por la presencia de los representantes de asesinos, por ejemplo, en la coalición que nos gobierna. O por otras tantas afrentas. Dijo Casado «qué coño ha de pasar» en referencia a las dotes de perfilero del embustero de Sánchez y un cargamento de tontos ha reencarnado el espíritu de las célebres -pero tal vez improbables- Hermanas Sicur, aquellas gaditanas del XIX, venidas de Francia, que eran la comidilla de la ciudad y que dieron mediante ‘Metátesis’ -que no metástasis- el concepto de ‘cursi’. Lo del dedo y la luna. Fijémonos en el ‘coño’ para no tener que debatir el resto de la pregunta: para no preguntarnos serenamente si no se le mueve nada al descuidero de La Moncloa ante el carretón de adversidades que le sobrevienen a la gente corriente, la que no acostumbra a decir ‘córcholis’ o ‘carambita’ o ‘rayos y truenos’.
Hoy, los ofendiditos y los demás, cerca de once millones de clientes, pagarán la luz a su máximo histórico, un 500% más cara que cuando protestaban en nombre de los que no podían calentarse hace tres o cuatro inviernos, cuando el alza fue de un 10%: mientras, dedican en las oficinas siniestras horas y horas por ver cómo maquillan los números para que parezca que se paga lo mismo que en 2018. España está llena de ganaderos que no ganan, agricultores que se arruinan, transportistas que no llegan para el combustible y familias que tienen difícil afrontar una inflación de casi seis puntos. España ve cómo los amigos de los que depende Sánchez piden apedrear la casa y el negocio de los padres de un niño de cinco años que pide una asignatura más de español en una escuela de su país, no del extranjero. Y Sánchez, entretanto, se hace la anguila para escurrir una toma de postura mínima, una sola frase revestida de decencia con la que expresar desacuerdo, solidaridad, afecto, comprensión. Nada. No busquen nada en él, es una ameba. Y que en una situación clamorosa de cobardía y ruindad, una larga colección de imbéciles solo se detenga en una interjección, llama ciertamente al desaliento.
España está expuesta a lo que Yolanda Díaz advirtió a Olona: movilizaremos a las masas para que ustedes no gobiernen, aunque ganen. Y ningún ofendidito de los del ‘coño’ ha dicho ni palabra. Qué córcholis, ¿merecemos los que nos pasa?
Sí, sin duda alguna.
Este país está lleno de conejos cobardes.
Y de peperos, que no sé que es peor, si ser “socialisto”, o tonto del culo.