La Unión Europea sigue considerando a los cristianos ciudadanos de segunda categoría
Teresa García-Noblejas.- En apenas unos días, más de 1000.000 ciudadanos europeos, entre ellos más de 40.000 españoles, hemos escrito al presidente del Parlamento Europeo para pedirle que cese a su embajador especial para el colectivo LGTBI por insultar a la Virgen María a pocos días de la Navidad.
Su respuesta no ha podido ser más vergonzosa.
A través del departamento de prensa, con un correo electrónico de dos párrafos, el Parlamento Europeo se excusa diciendo que el tal señor Simonetti no tiene categoría de embajador (cargo que este sujeto lleva usando, y aprovechando a diario, desde febrero sin que nadie le diga nada).
Reconocen que trabajan con él, que colaboran, pero que no es exactamente un embajador. Ni una palabra sobre las ofensivas imágenes y palabras sobre la Virgen María. Tan solo un “no nos hacemos responsable de sus opiniones personales”.
“Tiene que quedar claro que el Parlamento Europeo no comparte las opiniones personales que el Sr. Simonetti pueda tener o realizar en sus publicaciones personales. Por favor, tenga en cuenta que no existe ningún cargo de ’embajador de buena voluntad del Parlamento Europeo’. La relación con el señor Simonetti es una entre tantas otras que tenemos con más influencers sobre diferentes temas y reiteramos que el Parlamento Europeo no es responsable ni comparte las opiniones o publicaciones de estas personas”.
¿Colaboraría el Parlamento Europeo con un racista? ¿Permitiría que un negacionista del holocausto usase el título de ‘embajador especial’ durante meses (con toda la prensa anunciando a la persona con dicho cargo) sin decir nada?
Entonces, ¿por qué colaboran y trabajan con este activista que insulta a millones de cristianos europeos y le permiten que se adjudique un cargo que no tiene?
No se atreven con el colectivo LGTBI. Prefieren reírse de millones de cristianos que dejar de colaborar con un hombre que pertenece al lobby LGTBI.
Es hora de defender la religión cristiana. Es hora de dignificar los símbolos en los que se ha forjado Europa (seamos o no creyentes). Es hora de levantarnos frente a una tiranía ideológica que nos impone una visión única del mundo.