Golfadas demoscópicas
Demos la enhorabuena a Su Sanchidad: indulta a golpistas, encarrila la libertad de asesinos, sube los impuestos y cotizaciones a millones de españoles, establece acercamientos llenos de plasticidad con los partidarios de ETA, coexiste con una inflación del 6%, discrimina y boicotea a los medios de comunicación que no son de su agrado, se dispone a ceder lo que convenga a sus socios de legislatura para seguir en el cargo, confecciona unos presupuestos llenos de mentiras, invade sin recato la independencia judicial, tiene ministros que perjudican que emiten declaraciones contra sectores estratégicos y fundamentales… y su servicio particular de encuestas, pagado con el dinero de todos, dice que ganará las elecciones nada menos que con siete puntos de ventaja sobre el segundo.
Sánchez sabe que su voto es casi antropológico: antes de votar a otros, especialmente a partidos opuestos ideológicamente, el socialista se quedará en casa. No es poco, pero con lo que le dice el taller de Tezanos, quiere creer que eso no es suficiente para perder su primer puesto y también que no resulta fácil votar a Podemos porque ya se encargan ellos de mostrar su ineficacia y su estulticia. Pase lo que pase, no obstante necesita que un espejismo deslumbre a algunos votantes haciéndoles ver que son menos, que están equivocados, que la mayoría está en lo contrario. En esa confianza vive los días, sin dejar de cabalgar, eso sí, un pequeño pony de inquietud: ¿será suficiente que se incite al voto de esa manera que lo hace Tezanos o el anuncio de que se sigue yendo por delante ya no influye tanto en los indecisos y, por lo tanto, no hace de inductor de voto?
Me consta que alrededor de este cesarín de pacotilla hay gente que, aunque sea de forma contenida, le advierte de la mortalidad y otras zarandajas, con lo que la broma del CIS -como las otras muchas que ha confeccionado y en las que ha fallado- se queda en un intento de pasar bien la tarde. Pero le hace el apaño: en medio de diferentes estudios solventes que aseguran que el PP tiene al alcance de su mano mayorías suficientes en Castilla y León y en Andalucía, y, con ellas, una nada despreciable proyección para el asalto definitivo, embarra el terreno mediante la entrega del último bodrio demoscópico al objeto de sembrar nerviosismo en una oposición que tampoco ha trazado un camino imbatible hacia el éxito. El votante menos avisado de la derecha irreconciliada tiene ocasión de sugerirse a sí mismo con cierto aire de decepción un «no vamos a conseguir echar a este tipo», sabiendo que el PP por sí solo no lo conseguirá y que la relación con Vox no es la ideal. Y lo siguiente es dudar de la idoneidad de sus candidatos. Ese, el desfondar a los votantes contrarios, amén de ilusionar a los propios, es el trabajo encomendado a Tezanos; enhebra todas las golfadas que precises pero traslada a los españoles que, aunque crean estar cabreados con su gobierno, en realidad y sin saberlo, no lo están tanto.