Ayuso hace méritos para visitar el Club Bilderberg
Por Magdalena del Amo.- Hace algo más de tres años, Pablo Casado aparecía muy orgulloso en una fotografía con el presidente del Foro de Davos, Klaus Schwab, uno de los artífices siniestros de este presente convulso. Aunque aún no se hablaba abiertamente de las élites globalistas ni de la Agenda 2030 y sus aviesos apuntes, la instantánea fue muy criticada y decepcionó a quienes aún creían que el Partido Popular era depositario de los valores del humanismo cristiano –como así reza en sus estatutos— que tanto rechinaban a la progre y “masterizada” Cifuentes, antes de la traición del robo de las cremas y el consecuente final político.
Casado puede ser buen orador, buen parlamentario e incluso buen gestor. Pero no es suficiente. Hoy más que nunca, en este caos de fin de ciclo, de reinicio del mundo hacia una era inestable y desconocida necesitamos políticos de ética intachable y de amplias perspectivas, capaces de “ver” y afrontar el ataque al que está sometida la sociedad.
Esto solo se puede combatir restableciendo el registro espiritual, congelado en las cámaras del laicismo radical.
Casado es un jugador más de la partida política; sin demasiada idea de lo que sucede en el mundo. Prefiero pensar que lo ignora a que es un vendido que se esconde tras la máscara de la barba. Casado no es el hombre que necesitamos en este cambio de paradigma que llevamos tiempo proponiendo. Ayuso, la líder que estos días enamora en Castilla e insufla oxígeno a un PP que se desinfla, tampoco tiene el perfil de luchadora que se enfrenta al sistema, capaz de rescatar las pepitas de oro de entre las ruinas y liderar el renacimiento.
Cuando hace unos meses, Ayuso amenazó con implantar la cartilla de vacunación en Madrid –aún no se había hablado de los pases covid y ya ella apuntaba maneras con esta ocurrencia de control— le dediqué estas palabras:
“Isabel Díaz Ayuso, la política surgida del milagro, de la nada o, más bien, de entre los escombros del derrumbe rajoyano –alguien sin pasado a quien poder lucir sin vergüenza— y además mujer, para que no digan que la derecha no cumple con la paridad y demás sacramentos del progrerío laicista. Aportó ilusión y frescura –hay que decirlo—, cualidades estimadas, aunque nunca suficientes. Pero ante una tropa de Gabilondos, podemitas de segunda mano y otros por el estilo, irrumpió esta guapa chica de rostro pálido y cabello ondulado, como sacada de un cuadro expresionista o de película de cine mudo, y ganó. Y tras mucha pelea con Rocío Monasterio y demasiadas cesiones a Aguado, como la creación de varias consejerías nuevas –porque había que repartirse el botín, perdón por la claridad—consiguió hacerse con el mando de la Comunidad. Pero desde lejanos rincones ignotos –aunque cada vez menos–, llegó esta cosa extraña de la Covid-19 con olor azufre y un manual de instrucciones engañoso. Toda una trampa mortal para cualquiera de buenas intenciones.
No voy a juzgar la política de Díaz Ayuso de estos meses de pandemia, ni siquiera el protocolo seguido en Madrid con las personas mayores, tanto de residencias como las que ingresaban en los centros hospitalarios. Ahí está el vídeo de régimen interno grabado en un hospital de la Comunidad de Madrid donde se dan instrucciones a los sanitarios de cómo actuar. Se empleó el llamado triaje de guerra y se sedó a mansalva. Fue lamentable y eso no se puede ni esconder, ni negar.
Comprendo que no ha sido fácil liderar la mal llamada pandemia cuando las órdenes venían de más arriba y había que cumplirlas. Pero en tiempos especiales y en situaciones especiales, los políticos tienen que ser especiales. Y Ayuso, por mucho que la alaben sus defensores, no es una política para bregar con extremos como este, que requiere dosis de muchas cosas, entre ellas, experiencia y sabiduría. Prueba de ello es la nueva normativa para la Comunidad de Madrid, que tiene a todo el mundo patas arriba, salvo a los hipocondríacos y a los masocas. Algunas de las normas no solo causan escalofríos, sino vergüenza, hablando de Madrid, un lugar de alegría, libertad y derechos. […] Dentro del nuevo panfleto dictatorial lo que realmente debe quitarnos el sueño no es el virus, sino la ignorancia o el mal hacer. El grado de monitorización al que se pretende someter a los madrileños es demencial. Tomo de la web de la Comunidad uno de los epígrafes, titulado ‘Proyecto experimental de cartilla Covid-19’. De entrada, sin leer más, nos ponemos en guardia y con motivo. Es decir, van a experimentar con nosotros, además, a las claras. Somos cobayas y nos lo dicen en la cara. Según Ayuso, están trabajando en un proyecto piloto para activar una especie de cartilla Covid-19 –oigan bien—, similar a la de vacunación internacional e incorporada a la tarjeta virtual, con el fin de que queden reflejadas las pruebas PCR o si la persona ha generado anticuerpos para limitar los movimientos de los infectados. Lo hace a sabiendas de que ningún organismo internacional lo apoya –al menos de momento—, ni está justificado científica ni sanitariamente. Incluso ya se llevó la crítica del ministro Illa, cosa que me alegra, sin que sirva de precedente. Falta que incluya el número de veces que respiramos por minuto y qué tipo de pensamientos nos asaltan. ¡Cómo nos vamos acercando a la profecía! Las medidas de la presidenta madrileña no pueden ser más sorosianas y orwelianas. […]
Pero, además, Ayuso anunció la reapertura de dos pabellones de Ifema “hasta que esté listo el hospital dedicado exclusivamente a epidemias”. Por lo visto, de ahora en adelante estaremos obligados a pensar no en vivir, sino en morir. No es de extrañar que muchas personas mayores digan que para vivir así, prefieren morir. Dice Ayuso que “el objetivo es empezar a derivar a pacientes con coronavirus a estos dos pabellones”, y esto me espanta. ¿Debemos entender que van a confinar ahí a los asintomáticos que dan positivo? ¿Estamos hablando de una especie de campo de concentración? Perdonen, pero esto no es previsión, sino amenaza, tortura continua al ciudadano. Es, por otro lado, atraer la mala suerte. “Aquello que temes lo atraes”, dice la ley de atracción, pero parece que la presidenta no entiende mucho de lecturas.
Entre la gravedad de estas nuevas normas hay que citar el apartado “Campaña para jóvenes y refuerzo vacunación gripe”. Poco hay que explicar. Como está habiendo contagios entre los jóvenes –que siempre los hubo—, quieren vacunarlos contra la gripe y harán rastreos en institutos para hacer pruebas PCR masivas. De esas cuyo resultado no es fiable. A ver si se enteran de una vez, a ver si a fuerza de repetir… Pero también hay premio para los adultos mayores de sesenta, doble premio, pues además de la vacuna de la gripe estacional de todos los años, que no sirve para nada salvo para dar positivo en las PCR –como se lo cuento—, se reforzará con la del neumococo. En lugar de una, dos”.
No siento fascinación por Ayuso, pero tampoco está en mi punto de mira. De hecho, no he vuelto a ocuparme de ella en todos estos meses. Si vuelvo ahora es por el sesgo progre manifestado esta semana en la Asamblea de Madrid, a propósito de la criminalidad de las bandas juveniles, que campan a sus anchas matando a machetazos. Rocío Monasterio incidió en el tema de los menas y resaltó que estas bandas estaban formadas por inmigrantes. La respuesta de Ayuso no pudo ser más oportunista y demagógica: “La delincuencia no está relacionada con el origen de las personas. No vuelvan otra vez a mezclarlo. Madrid es una región segura”. Richard Nikolaus Coudenhove-Kalergi se habría sentido muy orgulloso. ¿Será que se está postulando para promesa Bilderberg? Algún mérito cosechará con su desmarque de los “populistas”. Lo cierto es que la izquierda aprovechó para arremeter contra VOX, y los aplausos se dejaron oír en Alcorcón. La del PP le recordó a la del partido naranja que muchos eran inmigrantes de segunda generación, “tan españoles como Abascal, como usted o como yo”. Sí y no. Es cierto que son españoles, pero a muchos “se les ha regalado la nacionalidad”, como bien le respondió Abascal. Son españoles, pero no se les ha exigido nada para ser ciudadanos españoles. (Cuando un extranjero quiere nacionalizarse en Estados Unidos, se le exige conocer la Constitución, acatarla y jurar cumplirla). Es evidente que muchos inmigrantes no están integrados en nuestra cultura. Los procedentes de países islámicos han traído su sharia, no respetan nuestras leyes, y es de todos sabido que la policía no entra en determinados barrios. Las mafias de chinos y paquistaníes es otro problemón del que apenas se habla. No se puede negar que hemos importado un tipo de criminalidad que aquí no existía, y que se está produciendo un efecto mimético. Además, muchos saben que delinquir en España les sale casi gratis. En virtud de un “buenismo” irracional se les permite campar a sus anchas; incluso, en muchas ocasiones, la policía hace la vista gorda, y los jueces suelen dictar sentencias laxas, porque temen ser tildados de xenófobos. El agitprop de las ONG no gubernamentales –pero sí políticas— siempre está a punto para defender incluso los actos delictivos más deplorables.
En cuanto a que Madrid es una ciudad segura, hay que decir que ya lo fue más que ahora. Sabrá Ayuso que ciertos barrios, como Tirso de Molina, Lavapiés o Tetuán son problemáticos, y muchos vecinos de siempre han tenido que huir; por no hablar de Carabanchel, Villaverde, Usera o Ciudad Lineal. De nada vale ponerse la venda. Por eso, la respuesta dada a Monasterio que provocó el aplauso del progrerío no fue ni justa ni precisa ni oportuna. Atacar a VOX en Madrid, y defender el pacto en CyL no es muy coherente. Aun así, mejor que la estrategia de Feijóo de “apartarse de los populistas”. Otro progre con diploma.
*Psicóloga, periodista y escritora
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Magdalena, habla usted de temas que quizá por no ser madrileño nunca me han preocupado. Pero como sé que lo que dice es cierto, mi aplauso y reconocimiento para usted y los temas que apunta. Aquí sobran populistas y no existen ya los patriotas, salvo Pío Moa.