Los pronósticos del director de AD en 2017: “Sánchez instaurará en el Parlamento un frente común con los podemitas, los separatistas y los proetarras”
Mayo de 2017. Contra todo pronóstico, las bases del PSOE se impusieron al aparato. Contra todo pronóstico y dijeron no a la vieja guardia, a los barones, a Susana Díaz y al «PSOE de siempre» que ella pretendía restaurar.
Los 187.949 militantes socialistas se tomaron la revancha del bochornoso Comité Federal del 1 de octubre que tumbó al secretario general y de la abstención del PSOE para que Mariano Rajoy volviera a ser presidente del Gobierno. Entonces, 15 diputados socialistas rompieron la disciplina de voto para no traicionar la palabra dada, según dijeron. Pedro Sánchez dimitió antes de la votación para no contravenir el mandato del Comité Federal. Aquel 29 de octubre se convirtió, aún sin saberlo, en el líder de las bases.
El resultado fue inapelable. Sánchez consiguió el 50,21% de los votos frente al 39,94% de Díaz: más de 15.000 sufragios de diferencia. Patxi López se quedó en el 9,85% con 14.500 votos.
Pedro Sánchez arrolló a Susana Díaz y alcanzó más del 50% a pesar de que los votos se repartían entre tres candidatos. «Vamos a construir un nuevo PSOE para regenerar España», dijo en su comparecencia. Donde unos veían a un líder renovador y moderado, Armando Robles, director de AD, ya presagiaba “la instauración en el Parlamento de un frente común con los podemitas, los separatistas y los proetarras, de calamitosas consecuencias para el futuro de España”. Lo dejó escrito el 22 de mayo de 2017, a las pocas horas de salir elegido Sánchez.
El artículo de hace 5 años recobra vigencia gracias al cúmulo de acontecimientos ocurridos desde entonces y que premonitoriamente fueron descritos con sorprendente precisión. En su artículo, Robles reclamaba la aparición de una formación política identitaria que uniera a las derechas en torno a un proyecto común de salvación nacional. Al respecto se mostró muy crítico con las consecuencias que para España traería aparejada la indefinición ideológica del PP: “No voy a perder el tiempo concibiendo falsas esperanzas respecto a la deseada catarsis de una derecha liberal obstinada en que las cosas no cambien cuando ha tenido todo el poder en sus manos para recomponer la gran obra de demolición moral puesta en marcha por los gobiernos de Zapatero”. Reproducimos hoy el artículo de hace cinco años del director de AD. Lean y juzguen los lectores:
A. Robles.- Escribo estas líneas tras la abultada aunque previsible victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE, lo que nos hace presagiar la instauración de un frente común con los podemitas, de calamitosas consecuencias para el futuro de España. El PSOE lleva años deslizándose por la radicalidad como principio político. Las primarias han sido tan sólo el pretexto para la desestabilización de España, la burda coartada de una organización política que, junto con otras emparentadas ideológicamente, ya nos abocó a una guerra civil hace 81 años.
No voy a perder el tiempo ni se lo haré perder a ustedes concibiendo falsas esperanzas respecto a la redención moral de los socialistas. Tampoco sobre la deseada catarsis de una derecha liberal obstinada en que las cosas no cambien cuando ha tenido todo el poder en sus manos para recomponer la gran obra de demolición moral puesta en marcha por los gobiernos de Zapatero. Resaltar la ejemplaridad de de Susana Díaz frente a su oponente, como ha hecho el Partido Popular, es otra forma de desconocer la historia real de España y el papel siniestro que el PSOE ha jugado en ella.
Cuando Primo de Rivera instauró su dictadura en 1923, buscó y obtuvo la cooperación oficial del Partido Socialista y de su central sindical, la UGT. El jefe de los socialistas españoles, Largo Caballero, fue nada menos que consejero de Estado en la dictadura militar primorriverista. El decreto de organización corporativa de noviembre de 1925 instituyó los comités paritarios dominados por los socialistas que, luego, trataron de sacudirse el sambenito de colaboracionismo explicando el uso propagandístico que habían hecho de esos comités. Tan embusteros compulsivos como siempre.
Las elecciones de 1933, las segundas que celebraba la agitada II república, se saldaron con el aplastante triunfo electoral de la CEDA de Gil Robles, lo que desconcertó por completo a las izquierdas. Aquel inesperado y rotundo triunfo vino a confirmar el fortísimo entronque popular de las derechas, algo que el PSOE no quiso ni pudo aceptar nunca. “Frente a la traición, nuestro deber es la revolución”, peroraba Largo Caballero en uno de sus incendiarios discursos post electorales. Es decir, si las urnas no nos dan la razón, quitémosle la razón a las urnas y apostemos por la asonada revolucionaria. Se pueden ustedes imaginar lo que habrían hecho de haber tenido al Ejército de su parte.
Los resultados de aquella revolución golpista son por todos conocidos. Centenares de víctimas mortales, ciudades asturianas destruidas, una fractura social que tardaría décadas en restañar sus heridas y, para muchos, el preludio de la ya inevitable contienda civil. Solo el PSOE fue responsable de aquel agrietamiento súbito que, a partir de entonces, haría irreconciliables las posturas. Si pudiera emplearse en historia política el lenguaje penal, la culpa de aquella revolución-golpista fue de las izquierdas representadas por el Partido Socialista, en un puro movimiento de reacción ante la inminente toma del poder por las derechas, a quienes democráticamente correspondía.
Ni siquiera se esperó a que la tentativa golpista tuviese la complicidad de los errores gubernativos. El nuevo gobierno, con tres ministros de la CEDA, se conoció el 4 de octubre. A la mañana siguiente, cuando los ministros aún no habían tomado posesión aún de sus despachos, comenzó en toda España la huelga general revolucionaria decretada por el PSOE y la UGT. ¿Le recuerda esto algo a Rajoy?
El Consejo de Ministros decretó el día 6 el estado de guerra en toda España. En Madrid fracasa la revolución golpista tras esporádicos tiroteos en dependencias públicas. El ministro de la Guerra, Diego Hidalgo, nombró asesor especial al general Franco, quien llamó inmediatamente al teniente coronel Yagüe para mandar una columna de desembarco sobre Asturias, que desde el principio apareció como el foco principal de la rebelión golpista. Franco se convirtió así en el principal valedor y defensor de la legalidad vigente, recibiendo las mismos parabienes y las mismas adhesiones que 48 años más tarde recibiera el jefe del Estado español, a la sazón Rey, con ocasión de los hechos, bien conocidos, del 23 de febrero.
Con la rebelión golpista de 1934, el PSOE perdió toda la autoridad para condenar el Alzamiento de 1936, sin duda uno de sus argumentos recurrentes en los últimos años. No así el dato de que fuese un socialista, Prieto, el encargado de arramblar con todas las reservas del Banco de España.
Y es que los socialistas siempre han tenido un mismo objetivo: alterar la convivencia entre los españoles. El PSOE ha sido siempre un proyecto sin salida, un oximonon antiespañol, sustentado en las mentiras, la corrupción y las pistolas. Cabe reseñar que socialistas fueron los miembros de la Guardia de Asalto que asesinaron al dirigente derechista José Calvo Sotelo. También es prudente recordar que, sin el apoyo de muchos socialistas en los años 60 y 70, ETA posiblemente no habría sobrevivido hasta nuestro días.
Así que no nos engañemos más ni nos extrañemos de que hoy, el PSOE recurra a la misma estrategia que entonces: desestabilizar y añadir confusión a la vida española.
No hago responsable sólo a la izquierda de lo que sucede. Las intenciones de la izquierda nunca fueron oblicuas. Responsabilizo al PP en igual o mayor medida por renunciar a la aplicación de un programa ideológico coherente con los principios que defienden millones de españoles y por dejar ahora a esos millones de compatriotas a los pies de los caballos.
El terror de la derecha liberal a los métodos matonistas de la izquierda les hace también ser cómplices de este desastre en que se ha convertido la vida española. Lo primero que hizo Rajoy al llegar al poder fue mantener el programa ideológico de la izquierda. Nada regocija más a la izquierda para el cumplimiento de sus siniestros objetivos que la laxitud de sus oponentes, el debilitamiento de la autoridad y, más aún, la infiltración en algunos órganos de personas de su confianza.
No estaría escribiendo hoy sobre esta terrible patología social que es el encanallamiento de la izquierda española si una parte del Estado, de la sociedad civil y de la derecha social se hubiesen comprometido a mantener una lucha sin fisuras, eficiente y sistemática contra ella.
Si los dirigentes del PP se debieran al interés del conjunto, tendrían que haber afrontado de inicio la recomposición urgente de la sociedad española y la demolición de todo el proyecto de ingeniería social de la izquierda. A continuación, meter en cintura a los secesionistas, con todos los instrumentos del Estado de Derecho, reasumiendo al mismo tiempo el compromiso con los valores propios de la tradición española, sin los débiles y tramposos pertrechos ideológicos que han sido oficializados todos estos años.
Con todo lo anterior y ante el incierto futuro que se nos presenta a los que tenemos una visión diametralmente opuesta de España a la que tienen los partidos mundialistas de derecha e izquierda, se nos presenta a los identitarios españoles la oportunidad innegociable de al menos intentar vertebrar un proyecto unitario. Nuestro futuro está condicionado indefectiblemente a la forma como acometamos la gran tarea de aparcar diferencias y egos, de tal suerte que logre modificar, mediante hechos, la realidad cotidiana y, con ella, la percepción que cada día tenemos más españoles de que vivir en España es hacerlo de la forma más indigna posible.
Con Pedro Sánchez al frente del PSOE, la izquierda intentará volver al poder al precio que sea. El antagonismo entre nuestras posiciones y las de ellos hace imperativo que el identitarismo salga de las catacumbas. Frente a la presencia cada vez en mayor número de tingladitos “identitarios” social y políticamente irrelevantes, es hora de una derecha alternativa cohesionada y robustecida con los mejores en cada campo. La situación que se dibuja en el horizonte nos obliga a pronunciarnos sobre si queremos o no seguir estando tan divididos y tan mal avenidos, o si por el contrario estamos dispuestos a que las cosas empiecen a moverse.
Necesitamos una derecha identitaria que sirva de muro de contención a las políticas frentistas de la izquierda radical. Si no somos capaces de atender al desafío de al menos intentarlo, con la grandeza humana que la situación nos exige; si sigue imperando la cortedad de miras, la falta absoluta de estrategia y de ideas geniales, el gigantesco oportunismo, el todos ciego antes que admitir al tuerto, entonces no nos quedará otra opción que contemplar la del PP como la menos mala para guarecernos del tornado que se aproxima.
Por desgracia es mucho lo que nos jugamos en los próximos años como para andarnos por las ramas. Lo que busca Pedro Sánchez es el gobierno a toda costa, apoyado en la izquierda podemita y los separatistas, la implantación de los objetivos mundialistas, el reemplazo demográfico de los españoles, el sometimiento de la nación al interés de los separatistas, la represión de las ideas que aquí defendemos con los métodos expeditivos empleados por los bolivarianos, la persecución de los católicos, la disolución de todo cuanto conserve algún valor moral, además de abocarnos a la rúnica económica.
Es verdad que el PP nos ha defraudado a todos, que ha incumplido todo aquello que le hizo contar con el apoyo de cientos de miles de votantes no liberales, que carece de todos esos principios que en campaña dice defender, que ha convivido con la corrupción de forma escandalosa, que Mariano Rajoy ha demostrado falta de agallas, que mencionar a muchos de sus dirigentes no nos sería posible sin una sensación incontenida de asco, pero con todo lo anterior, será cien veces preferible a un Frente Popular, si los que tenemos conciencia del problema seguimos sin hacer nada para acercarnos a la solución.
Quiero que los lectores mediten seriamente sobre si merece la pena que intentemos responder a la apremiante exigencia de una derecha alternativa fuertemente comprometida con nuestro destino. Y si pese a las evidencias presentes e históricas decidimos mantenernos en el actual inmovilismo, atacándonos los unos a los otros, para mayor gloria de los que persiguen el ancestral “divide y vencerás”, entonces no nos quedará otra que apelar al voto menos malo para que el naufragio no nos pille con lo puesto. Eso o la tragedia para España que se barrunta en el horizonte. Solo que esta vez será ya definitiva, sin que nadie pueda rescatarnos, porque no habrá Estado, ni pueblo, ni ejército, ni raza, ni civilización, ni siquiera país que pueda resistir otra pasada por la izquierda radical encabezada por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Bueno. Eso estaba cantando, ha sido la estrategia del PSOE desde ZParo. De todos modos, cualquiera con dos dedos de frente lo habría visto.
Estamos jodidos, salvo que poca gente es capaz de recapacitar sobre lo que está ocurriendo… Les preocupa más el precio en los supermercados (y con razón), pero son incapaces, unos por abulia y otros por ignorancia, de reflexionar cinco minutos a qué es debido… Por cierto, señor Robles, debería en aquel entonces haberse postulado como “la nueva bruja Lola” en la televisión… Mi saludo afectuoso y cordial…