AD.- ¿Es una tendencia incontrolable de Casado sentirse atraído por el fango? ¿Existe en Casado un lado predispuesto a destruir lo que toca? Diríamos que sí.

Hay en Casado una disposición instintiva a maximizar el interés individual sin tener en cuenta, de manera malintencionada, el daño que ese comportamiento puede tener sobre los demás, ni la inutilidad de su comportamiento.

En Casado reconocemos algunos inquietantes rasgos psicopáticos, entre ellos su personalidad destructiva. Casado no admite errores, no debido a un problema de autoestima, sino a una falta de autocrítica y de autoanálisis.

Ya solo un enajenado puede albergar esperanza alguna respecto a la redención de Casado. Experto en desdoblar su personalidad (como anunciar un viernes la entrada de Vox en un hipotético gobierno del PP para, al lunes siguiente, reivindicar el centro político sin “el lastre de la ultraderecha”), en Casado prevalece siempre el egoísmo patológico, que puede definirse como la preocupación excesiva por el beneficio propio a expensas de su partido. Solo desde esa anomalía puede entenderse que haya abierto en canal a su partido solo para destruir a una persona que vale infinitamente más que él. Tan inverosímil como si un jugador del PSG, durante el partido de Champions contra el Madrid, se hubiese dedicado a coser a patadas a su compañero Mbappé para que no destacara en el terreno de juego sobre el resto de los jugadores de su equipo.

Por eso la crisis desatada por Casado, y que se traduce ya en el “sorpasso” de Vox según algunas encuestas de este fin de semana, no le puede salir gratis al canalla. Utilizando un  símil taurino, este toro cobardón y traicionero no puede salir vivo de la plaza. Hay que estoquearlo y luego desollarlo. En ello le va la vida al diestro PP.

Debe ser Ayuso la que encabece la rebelión iniciada por las bases contra Casado. Esta crisis no puede resolverse con una salida en falso, sino con Casado y toda la cúpula mafiosa de Génova fuera del partido. El canalla palentino ha anunciado el cierre del expediente contra Ayuso solo porque se sabe malherido. Si fuera una persona cabal y decente, se iría ahora que el PP está todavía a tiempo de recomponerse con otro liderazgo. Pero no. Casado es como esos psicópatas que nacen para destruir lo que otros han levantado. Ahora pretende escenificar una tregua-trampa con Ayuso hasta estar en condiciones de volver a las andadas y asestarle el aguijonazo mortífero que lleva tanto tiempo deseando. Su odio a Ayuso debería haber sido ya su tumba política. El instinto destructivo de Casado, su naturaleza traicionera, nos recuerda la fábula del escorpión y la rana.

El escorpión le pidió a la rana que lo cargara para cruzar el río, la rana le dijo: ¿cómo sé que no me picarás? El escorpión respondió: “porque haría que ambos nos ahogáramos”. La rana aceptó; y a la mitad del río el escorpión picó a la rana. Cuando la rana le preguntó: ¿por qué?, si los dos vamos a morir; el escorpión respondió: “es mi naturaleza”.

Así que no traten de engañarse sobre la redención de Casado. Hay personas predispuestas a perseverar una y otra vez en el mismo error, sin importarles las consecuencias de sus actos, incluso aunque tengan que destruir las propias circunstancias que los mantienen a flote.

Este pasado viernes, en la sede de Génova, Casado intentó un arreglo-trampa con Ayuso. Le pidió que publicase un comunicado en el que negara haber sido “investigada por el PP” a cambio de “levantar” el expediente informativo en su contra. Ni siquiera esperaron a que Ayuso saliera de la sede para filtrar al diario ultraizquierdista Público más informes incriminatorios, esta vez contra la madre de la presidenta madrileña.

Así que sería muy decepcionante que Ayuso se aviniese a componendas con este canalla. Ha querido destruirla sin pruebas, ha manchado el honor de su familia, ha arrancado algunos jirones de su credibilidad (afortunadamente pocos) y ha logrado que el PSOE la denuncie en la Fiscalía, lo que se convertirá hasta las elecciones en una espada de Damocles pendiendo permanentemente sobre ella. ¿Creen que esto puede solucionarse de otra forma que no sea la cabeza de Casado ofrecida en bandeja a los irritados militantes y votantes (los que no hayan dejado de serlo en los últimos días)?

Y no será porque esta catástrofe no se veía venir. Esto es lo que se dejó escrito en AD hace más de un año, concretamente el 16 de febrero de 2021: “Don Oppas cabalga de nuevo a lomos del PP. Pablo Casado, el pijo inútil que hizo concebir esperanzas a no pocos militantes del principal partido de la oposición, sigue su hoja de ruta para la implosión del partido que fundó Manuel Fraga. O las bases del PP acaban políticamente con este traidor, o pueden empezar a dar por amortizado el proyecto del partido que por cuatro veces logró la confianza mayoritaria de los españoles.

La voladura del PP por Casado es ya una realidad salvo que se observen los últimos acontecimientos con las anteojeras del más sectario. Casado es el principal aliado que tiene Abascal para arrebatarle al PP la hegemonía política dentro de la derecha. Casado es sin duda el mayor traidor que tiene actualmente la derecha española. Y los ha habido por pares. Es urgente que Alberto Núñez Feijóo detenga la voladura interna del PP y asuma las riendas del partido. Solo así podría evitarse lo que hoy parece inevitable: la conversión del PP en un partido residual cuyos restos se disputarían, con hambre canina, los carroñeros dirigentes de Vox, títeres también del poder sionista en la sombra”.

Nadie que sea jefe de la oposición y aspire a quitarle el puesto al presidente del Gobierno puede actuar de la forma tan infame que lo ha hecho Casado con el principal activo de su partido.

Por todo ello, ha quedado acreditada su incapacidad para el liderazgo y para construir una alternativa contra Sánchez, con Vox ya por encima del PP en las intenciones de voto. Permitir a Casado salir con vida de esta crisis monumental sería inevitablemente el comienzo del fin de un PP cada vez más errático y debilitado por mantener a un líder por encima de los intereses de los españoles. Definitivamente, el toro no puede salir vivo de la plaza.