Biden y Von der Leyen en Bruselas.

AD.- No debería ser descabellada la propuesta de conceder a Vladimir Putin el próximo Nobel de Medicina. La llamada invasión de Ucrania ha surtido el prodigioso efecto de que los medios occidentales hayan dejado de hablar del Covid, o de víctimas mortales derivadas del Covid, o de hospitalizados por causa de la enfermedad, ni de medidas precautorias que, al menos en lo que se refiere a las imágenes que nos ofrecen del conflicto ucraniano, no se están siguiendo. Es una prueba más de cómo la rana hervida lo acepta todo sin oponer resistencia crítica. Las opiniones públicas de países como el nuestro aceptan sin rechistar la versión oficial de las mismas instituciones estatales que nos mienten y engañan a diario. Si dijeran que los rusos están lanzando elefantes voladores en las ciudades ucranianas, la mayoría lo creería. El desistimiento moral e intelectual de una parte de la población europea prefigura un futuro de pesadilla.

Putin sabe que las democracias liberales son el sistema político que en cualquiera de sus traducciones o adaptaciones mayor cantidad de mierda produce. El mandatario ruso conoce bien el alma achacosa de esta Europa débil y depravada. Ya sostuvo que los europeos no moverían un dedo por los ucranianos, y no se equivocó. Descreídos y sin ideales trascendentes que llevarse a la boca, al ver a estos europeos a uno le viene a la memoria la cita de Dostoievski, el autor ruso que mejor supo comprender el alma humana: “Una paz prolongada siempre engendra crueldad, cobardía y un burdo egoísmo (…)”.

A los dirigentes alemanes les preocupa las víctimas inocentes del conflicto, pero les preocupa mucho más que a la familia Müller no le falte calefacción. Lo que dará la victoria a los rusos en este conflicto es que, a diferencia de los europeos occidentales, parecen sentir en su mayoría que la identidad de su civilización se encuentra amenazada, fundamentalmente por un libertarismo frívolo, una ideología disfrazada de libertad, que quiere destruir todos los lazos que vinculan al hombre con su familia, su linaje, su trabajo, su historia, su religión, su lengua, su país y su libertad. Parece provenir de una inercia a la que no le importa si Europa prevalece o sucumbe; si nuestra civilización desaparece subsumida en el caos étnico o sustituida por una nueva religión del desierto.

Un continente agnóstico y estéril, privado de sus dioses y niños porque los ha proscrito, ya no tiene la fuerza para luchar contra –o asimilar – una civilización de jóvenes y devotos. No haber hecho nada para contrarrestar esa transformación parece haber favorecido a la Rusia de Putin. Por eso los europeos no tienen el valor de enfrentarse militarmente a las tropas rusas. Prefieren mandar material bélico a los pobres ucranianos e inducirles a que prolonguen una guerra que tienen perdida de antemano. ¿Acaso la llamada resistencia ucraniana ha hecho retroceder un palmo a las tropas rusas? ¿Por qué se arrastra a la población civil de Ucrania a una muerte segura en nombre de esos supuestos valores que la OTAN rehúsa defender? ¿Por qué la Alianza Atlántica recurre a la legislación internacional para justificar su no intervención en contraste con sus bombardeos sobre Yugoslavia en 1999, pese a no existir un mandato de la ONU? ¿Se darán cuenta los ucranianos de que están siendo engañados y conducidos a la muerte mientras Europa se cruza de brazos?

Voluntarios reciben armas en un centro de almacenamiento de armamento, el 25 de febrero de 2022, en Fastiv, Ucrania.

Los ucranianos que se enfrentan estérilmente al colosal ejército ruso están sacrificando sus preciosas vidas por un títere del “Nuevo Orden Mundial”, un gobierno paralelo que manipula a las masas en beneficio de una elite de millonarios corruptos, que pretenden transformar las democracias en un solo gobierno mundial, centralizado y totalitario.

Si la defensa numantina de grupos de civiles no va a impedir a los rusos alcanzar sus objetivos militares, ¿por qué se manda al matadero a esa pobre gente? Las armas que ha distribuido irresponsablemente el gobierno ucraniano a los civiles terminará alimentando el mercado negro en un país devastado como Ucrania, que ahora será todavía más caótico y violento. Parte de esas armas acabarán en suburbios yihadistas de Europa.

Frente al relato oficial que nos describe una Ucrania que transita de victoria en victoria, Rusia está alcanzando sus objetivos con el éxito esperado. No hay contratiempo alguno. Las fuerzas armadas ucranianas no han tenido la menor iniciativa desde el minuto uno de la ofensiva rusa. Han perdido toda capacidad militar. Es la derrota que será total este mismo mes. Fin de la historia.

Entre tanto, Estados Unidos está de hecho financiando la presencia rusa en Ucrania comprando a Rusia 500.000 barriles de petróleo al día. A 100 dólares el barril, eso procura a Putin 50 millones de dólares diarios que le ayudan a costear su campaña militar. También Europa mantiene sin cambios la compra de gas ruso en los mismos volúmenes diarios, mientras desde los medios occidentales se azuza a los civiles ucranianos a que sean carne de cañón y mueran inútilmente. ¿Se puede ser más cruel e inhumano?