Arrecian las voces en Vox Málaga que piden explicaciones sobre la designación a dedo de la inútil Patricia Rueda como candidata al Congreso
AD.- A medida que cobra mayor visibilidad la inutilidad política de la diputada de Vox por Málaga y factotum del partido, Patricia Rueda, arrecian las voces en el partido que exigen al anterior presidente provincial, José Enrique Lara, que explique los criterios seguidos para nombrarla en 2019, si más consenso que el suyo propio, candidata a la Cámara Baja.
Las consecuencias de esa decisión son las de un partido roto en la provincia de Málaga, que en 2021 y lo que llevamos de 2022 ha perdido a dos tercios de su militancia, fruto de una división estructural que comenzó a producirse cuando a Patricia Rueda se le concedió mando en plaza en el partido.
Son ya legión los simpatizantes (los militantes que quedan son ya en su mayoría cargos orgánicos), que consideran la de “Barbie” como una gestión desastrosa. Es algo trágico que con ella ejerciendo el poder en la sombra y con el indigno Sevilla a los mandos del timón, la nave verde se ha hundido en las procelosas aguas del amiguismo, el sectarismo y la variedad disgregatoria de una militancia alarmantemente dividida. No se esfuercen en encontrar en “Barbie” alguna brillante idea, una propuesta original, ni siquiera un titular llamativo que se acerque ni de lejos al que a cuenta del divorcio acuñó su señora madre en un programa de la telebasura. Nada en “Barbie” es genial ni sobresaliente. Todo en ella es postureo político y nadería intelectual.
¿Por qué se ha llegado a esta situación? Para responder a esta preguntar habría que retrotraerse a principios de 2019 y mencionar un nombre propio: José Antonio Rojas, ex secretario provincial del partido. Experto en derecho bancario, economía e inversiones, y tras bregarse durante años en el campo de las operaciones financieras en mercados como Inglaterra e Irlanda, José Manuel Rojas vio en Vox el revulsivo de una conciencia nacional dormida y a expensas de los proyectos de ingeniería social que maquinaban en contra de la salud moral de los españoles.
Rechazó primero el ofrecimiento del ex presidente provincial José Enrique Lara para ir en la lista a la Alcaldía de Málaga, y tampoco aceptó su inclusión en la candidatura a las autonómicas andaluzas celebradas en diciembre de 2018. Ante la sorpresa general, Vox obtuvo 10 diputados. “No puedo aceptar el puesto cuando no creo en el estado autonómico”, se justificó.
Con unas expectativas sin techo para Vox, cuyo ciclón político nacido en Vistalegre unos meses antes era de tal magnitud que parecía inevitable el vuelco al PP, llegaron las elecciones generales de abril de 2019. Algunas encuestas pronosticaban para Vox la obtención de más de 80 diputados.
“Esta vez no te voy a aceptar un ‘no’. Eres nuestro hombre para encabezar la lista de Vox al Congreso de los diputados”, le soltó Lara a Rojas en una reunión del Comité Ejecutivo Provincial.
Tras someter el ofrecimiento a la consideración de los suyos, Rojas finalmente aceptó lo que consideraba un honor y un reto político: representar a Málaga en el Congreso y defender la unidad de España. Al día siguiente de anunciar al CEP que aceptaba el nombramiento, La Opinión de Málaga oficializaba la noticia con su foto en portada.
No había digerido del todo el giro de 180 grados que experimentaría su vida, cuando a José Manuel Rojas le tocó conocer las alambicadas mentiras que son a muchos políticos de la casta lo que el oxigeno a la vida. Ni 72 horas habían transcurrido desde que aceptó el puesto de número 1 al Congreso, cuando recibió una llamada de Lara, en la que daba inicio a su repertorio de embustes. “Lo siento, pero Madrid no te acepta. Tenemos que buscar a otro candidato”. Las explicaciones exigidas por Rojas a Lara resultaron vanas. Este se aferraba una y otra vez a la decisión de Madrid, cuyas razones juraba desconocer.
Rojas, pese a su sorpresa e indignación, prefirió ser cauto.
El catálogo de mentiras se amplió a las 48 horas cuando Lara le comunicó que Madrid había optado por una mujer, que él, seguía insistiendo, decía desconocer.
Una comunicación a través de WhatsApp de un amigo de Rojas con Santiago Abascal, al que conocía bien, alimentaron aún más las sospechas del asesor financiero. Interpelado Abascal sobre el por qué de la exclusión de Rojas como número 1, la contestación del de Amurrio no dejaba dudas: “Málaga ha sido la única provincia española donde no ha habido injerencias del partido para elaborar las listas. Todo ha sido decidido por ellos. No me pidas ahora que interfiera en la selección de los candidatos”
Fue un Comité Ejecutivo Provincial celebrado días más tarde el lugar escogido por Rojas para pedir explicaciones a Lara, quien debió pensar que el dolor de una mentira se tapa con otra. “Verás, es verdad que Madrid nos dio carta blanca para designar a los candidatos, pero por la política de cuotas era imprescindible poner a una mujer al frente de la lista”.
-¿Y quién es la mujer que habéis elegido?
Lara no soltó prenda. Fingía no saber nada. Su inextricable colección de embustes se iba nutriendo día a día.
Pronto se resolvió el misterio. El nombre de una tal Patricia Rueda comenzó a correr como la pólvora. ¿Y quién era Patricia Rueda? Nadie del partido parecía conocerla… ¡excepto Lara! Las primeras informaciones de la candidata a dedo no tardaron en darse a conocer. Llevaba viviendo en Málaga apenas unos meses, había estado muy próxima al PP y dirigía el Museo Automovilístico y de la Moda, en ese momento en números rojos. A esos datos curriculares debemos unir su entonces condición de mujer del director de COPE en Málaga.
El diario Sur fue el primero en dar la noticia, aunque con un dato inexacto. Patricia Rueda, en contra de lo que aseguraba su mentor Lara, no era aún militante de Vox. Ingresó en el partido dos días más tarde de oficializarse su candidatura a la Cámara baja.
¿Cómo es posible que una mujer apenas vinculada a Málaga, con un raquítico expediente curricular, con escasas dotes oratorias, con una magra formación política y sin estar siquiera afiliada a Vox, fuese la elegida para encabezar la lista de un partido que contaba entonces con personas mucho más cualificadas?
Como un derechazo al mentón, la pregunta, aunque sin tantos matices, le fue soltada a Lara en una reunión del Comité Ejecutivo Provincial.
Los guionistas de cualquier serie de humor habrían tenido una impagable fuente inspirativa con la respuesta de Lara en aquella tragicomedia.
“Hice una especie de ‘casting’. Me reuní con cinco candidatas, a las que obviamente no conocía, para hacerles una prueba y decidir cuál de ellas era la mejor para ser diputada”, dijo sin inmutarse.
Rojas y el resto de los reunidos no salían de su asombro. “Y si no conocías de nada a estas personas, ¿cómo entonces es que conseguiste dar con ellas?” ¿Quién te proporcionó sus datos y sus teléfonos? Ni la mejor empresa de Málaga tiene capacidad para una elección de tanta responsabilidad en tan poco tiempo”, le soltó el todavía secretario general, mientras Lara lo taladraba con la mirada.
Acorralado por sus mentiras, en esa misma reunión, Lara ofreció a su número dos el puesto 2 al Congreso. No lo aceptó y el puesto fue a parar a un miembro del Opus, Rubén Manso Olivar. Obras en Vox Málaga no siempre son amores.
Indignado por lo sucedido, mancillado su orgullo, Rojas tuvo esa noche su última intervención como dirigente de Vox. Según las informaciones recabadas de algunos de los presentes, dijo que no podría mirar a la cara a las personas que en toda la provincia había captado para Vox con el reclamo de un partido fiel a unos principios y valores, y también a la lealtad entre sus miembros. Lara lo había quebrado todo. Sostuvo que la lealtad no puede imponerse, que la lealtad es un acto de libertad donde uno mismo elige a qué o a quiénes ofrecer su compromiso, su respeto y su afinidad. Al fin y al cabo, nadie puede demostrar un firme respeto a los demás si primero no se respeta a sí mismo.
La decisión estaba tomada. José Manuel Rojas puso fin a una larga travesía a bordo del partido en el que llegó a creer a pies juntillas. Pensaba que sería un fecundo viaje hasta que le tocó navegar en medio de las procelosas aguas de Vox Málaga, dominada por las ráfagas huracanadas de trampas y las oleadas de mentiras.