La izquierda colombiana ataca a la Iglesia como parte de su culto al Estado
Mamela Fiallo.- A dos meses de las presidenciales, el candidato Gustavo Petro reniega del monstruo que creó; sin embargo, fotos y videos evidencian que los autores del ataque a la Catedral de Bogotá forman parte de la “Primera Línea”, las hordas al estilo de los “colectivos” chavista que responden a su movimiento político, el Pacto Histórico
Un grupo subversivo de encapuchados irrumpió violentamente en la Catedral Primada de Bogotá este domingo en plena misa. Justo una semana después de las polémicas elecciones legislativas, la izquierda colombiana envía un mensaje claro: el culto al Estado no admite competencia, por eso ataca a la Iglesia con el objetivo de destruirla a toda costa mientras busca hacerse con el poder político.
El candidato presidencial Federico (Fico) Gutiérrez señaló en su cuenta de Twitter: «Hasta la fe nos quieren expropiar», y aseveró que derrotará a los violentos en las urnas.
Ante esto, el candidato izquierdista Gustavo Petro respondió de inmediato, alegando que su agrupación política fue la que defendió la libertad de culto.
Enseguida, David Ghitis, creador de La Bodeguita TV, le reprochó a Petro: «A) usted no formó parte de la Asamblea Constituyente. No diga ‘nosotros’, pues es esa la forma de engañar. B) el derecho a la libertad de culto lo presentó Arturo Mejía Borda, constituyente representante de movimientos cristianos. Él sí puede decir ‘nosotros’».
Los vínculos directos con el Pacto Histórico
Se puede observar cómo la principal señalada por haber irrumpido en la Catedral aparece en una rueda de prensa junto al candidato electo como representante a la Cámara por el Pacto Histórico, Alirio Uribe, quien además estuvo también frente al hotel donde se celebró el Foro Madrid en Bogotá el mes pasado, evento que fue atacado violentamente por estas mismas hordas de la izquierda.
El objetivo del primer encuentro internacional del Foro Madrid en Bogotá, organizado por el partido Vox y aliados regionales, era alertar sobre el peligro para Colombia de que la izquierda tome el poder. Los ataques violentos ratificaron esta hipótesis. De manera que no se trata de un hecho aislado. La violencia ha sido el instrumento de estas personas que irrespetaron la casa de Dios y ofendieron a los creyentes.
Al igual que el presidente Iván Duque, la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, (de centroizquierda) también se manifestó en rechazo a la violencia dentro del templo sangrado y lo hizo compartiendo una publicación de quien asume la culpabilidad de los actos: alias ‘Simona’.
Por su parte, el periodista Gustavo Rugeles, director de El Expediente, afirma que Simona es la responsable y que lo hizo con varios referentes del Pacto Histórico.
Simona se declara a sí misma como de «primera línea», en alusión a quienes formaron parte de lo que Nicolás Maduro y Diosdado Cabello denominaron las «brisas bolivarianas» que han azotado a la región desde 2019, tanto en Colombia como en Chile y Ecuador. Es la versión colombiana de los llamados «colectivos» chavistas.
Durante semanas, turbas de la izquierda destrozaron las capitales (y otras ciudades) de estos tres países, atacaron a las fuerzas del orden y, en el caso de Chile, incendiaron iglesias, las saquearon y destrozaron su interior.
La periodista Vicky Dávila, directora de la revista Semana, señala cómo políticos de izquierda han pretendido desvincularse del accionar de Simona. No obstante, antes la apoyaban. De hecho, Gustavo Petro fue uno de los primeros políticos en respaldar a la Corte Constitucional (que violó el Artículo 11 de la Constitución) cuando esta aprobó el aborto hasta el sexto mes de gestación, periodo en el cual la criatura ya está apta para nacer viva. Ese extremismo es una de las principales banderas de Simona y uno de los reclamos que manifestó en la Catedral.
Buscan darle al Estado el poder de arrebatar la vida
Destruir a la Iglesia como base moral de la sociedad es necesario para lograrlo, puesto que pretenden darle dotes divinos al Estado, desde dador (y sobre todo arrebatador) de vida hasta emisor del maná del cielo.
«El marxismo no solo es beligerantemente ateo, sino que busca destruir la religión porque cree que la misma es el ‘opio de los pueblos’, es decir, porque apoya una moral ‘burguesa’ que desaprueba el engaño, la mentira, la traición, la ilegalidad, la confiscación, la violencia», explicó décadas atrás el economista Henry Hazlitt.
«Dios ha muerto», pintaron los manifestantes de izquierda sobre las iglesias de Chile, haciéndose eco del filósofo alemán Friedrich Nietzsche. Lo que desconocen estos activistas es que la frase de Nietzsche no es una celebración sino un lamento. Nietzsche advirtió cómo con la muerte de Dios surgiría con mayor poder el monstruo más frío: el Estado.
La subversiva que irrumpió en la Catedral de Bogotá expone este pensamiento. Gritó dentro de la iglesia para exigir: «aborto legal». Albert Camus, filósofo francés, retrata cómo el nihilismo de Nietzsche conducirá a los peores genocidios. Pues al no poder dar vida, el Estado asumiría el poder divino de determinar desde y hasta cuándo tiene valor la vida.
Fue así cómo en el siglo XX el socialismo arrasó con más de 100 millones de vidas. No solo por medio de la guerra, fusilamientos, campos de trabajo forzado y hambrunas que ejecutó la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) sino también porque el primer Estado socialista fue el primero en legalizar el aborto. Hasta ahora, se estima que supera las 200 millones de vidas arrebatadas en el vientre materno desde 1920, solo en Rusia, desde la era soviética hasta nuestros días.
El objetivo histórico de la izquierda: quebrar la fibra moral
Así como en el ámbito económico el socialismo busca reemplazar la libre competencia del mercado por un sistema de planificación central, en el ámbito cultural y, sobre todo moral, la lucha contra la Iglesia es primordial, pues su ideología y doctrina política ve como un estorbo una alternativa distinta a su sistema de control total.
Desde el surgimiento mismo de la izquierda, durante la Revolución Francesa, el sentimiento anticlerical ha sido clave. Los revolucionarios llegaron incluso a prohibir el calendario, pues se mide antes y después de Cristo. Eso desde lo simbólico. En la acción saqueaban y destruían iglesias
Se denominó «Reino del Terror» al periodo en el cual fueron masacrados hasta 40000 católicos, conocidos en ese tiempo como contrarrevolucionarios, en lo que pasó a ser la precuela del «terrorismo de Estado».
«Si el resorte del gobierno popular en tiempos de paz es la virtud, el resorte del gobierno durante la revolución son, al mismo tiempo, la virtud y el terror, la virtud sin la cual el terror es mortal, el terror sin el cual la virtud es impotente», decía Maximilien Robespierre, máximo exponente de la lucha jacobina.
Y es que como señaló Hazlitt, para que triunfe la revolución es necesario quebrar la fibra moral de una sociedad. Por eso atentan contra la institución que precede al Estado y que la izquierda colombiana pretenden entronizar: la Iglesia.