Carta indignada al presidente Vladímir Putin
Debemos escribirle, presidente Vladímir Vladímirovich Putin, desde nuestra más enérgica consternación por el terrible sufrimiento de la nación rusa con ocasión del conflicto en Ucrania.
Es intolerable que haya privado usted a sus compatriotas de las sofisticadas pitanzas de 1500 calorías de McDonald’s. ¿Cómo podrá vivir su pueblo sin la comida basura rápida? ¡Qué poca consideración hacia los amigos del colesterol!
Es intolerable que haya usted minimizado tanto el efecto del tan temible bloqueo SWIFT, que iba a dejar a Rusia aislada y como un paria en el contexto económico internacional. Es inaceptable que los transportistas circulen despreocupados por todas las carreteras rusas, mientras los nuestros se declaran en huelga por la inasumible subida del gasóleo. Es inaguantable que los supermercados rusos estén rebosantes de productos, y que las estanterías de los nuestros estén cada día más escuálidas, con escasez de productos como leche, harina y aceite. ¿No debía ser la economía de su país la castigada por este conflicto? ¿Por qué en vez de rendirse ha decidido cortar la posibilidad de acuerdos en dólares, sofocar el capitalismo con un superávit de divisas y aumentar la inflación en Occidente?
Presidente Putin, no es justo que tengamos que seguir soportando sus dengues de sátrapa, como poner a los alemanes en la disyuntiva de elegir entre pasar frío para castigarle a usted, o someterse al cálido flagelo del gas ruso en sus hogares para tomarle el pelo a la Unión Europea. ¿Qué derecho tenía usted de poner tan de manifiesto la extrema debilidad y el liliputismo moral de los europeos occidentales?
Por otra parte, execramos que haya usted aislado a Rusia de todas estas modernidades que definen los nuevos valores de Occidente. ¿Qué legitimidad tiene usted para dar la espalda a la comunidad internacional y privar a los ciudadanos rusos de las adicciones, tendencias, influencias y vicios que aquí son unánimemente compartidos por liberales y conservadores, derechas e izquierdas, hombres y mujeres? ¿Qué autoridad democrática le asiste para privar a los rusos de la experiencia escénica de la diversidad del día del orgullo gay? ¿Por qué han sido privadas las reinonas del derecho a hacer burla y mofa de los símbolos sagrados del Cristianismo? ¿Qué sensibilidad elevada podrá soportar la expulsión de Rusia de Eurovisión? ¿Cómo podrán vivir los rusos sin las inclinaciones morales de Occidente tras el bloqueo de los contenidos de Pornhub, de Nestflix, de Facebook, de Instagram…? ¿Qué convenio internacional autorizó sus medidas para proteger a la juventud rusa de la propaganda subliminal del enemigo?
Usted ha puesto en cuestión todos los patrones morales y económicos que constituían hasta ahora los fundamentos del nuevo orden. Algún día debería ser juzgado por acelerar el declive de la hegemonía global y el cambio del equilibrio de poder global. Contrariamente a las apariencias, los movimientos desesperados de Washington y Londres pueden convertirse en una defensa histérica de los centros en declive frente al cambio que se avecina, claramente policéntrico y construido sobre los escombros de la dominación del dólar.
En contra de lo que la propaganda de nuestros países repite machaconamente, usted no es Alexander Nevsky, ni Iván el Terrible, ni Lenin, y por supuesto tampoco Stalin, pero, sin embargo, se atreve a encabezar otra resistencia contra el oeste sin que al caso haya una resolución de Naciones Unidas. Como en el pasado contra los Hermanos de la Espada de Livonia, los papas romanos actuando con manos polacas, el liberalismo usando a Napoleón, luego los februaristas e intervencionistas, finalmente Hitler y ahora el imperialismo estadounidense
Por todo ello es intolerable que usted esté permitiendo a la Iglesia Ortodoxa que convierta este conflicto en una verdadera guerra de civilizaciones, e incluso en la nueva versión de la Cuarta Cruzada, con Moscú en el papel de Constantinopla conquistada por los anticruzados occidentales. Qué derecho tenía usted de poner al descubierto las desvergüenzas del papa de Roma, al dedicar un área fuera de su jurisdicción canónica a un dogma no declarado por el Concilio Ecuménico: la Consagración de Rusia al Corazón de María. El único chiste es que la posible invasión de Rusia no se hará bajo la bandera de los marqueses de Montferrat, sino directamente por la neovenecia globalista. En pocas palabras, usted ha logrado que millones de católicos nos avergoncemos de la unión de la Iglesia de Roma con la OTAN y McDonalds.
También le reprochamos, presidente Putin, que haya puesto usted tan en evidencia la ilimitada impudicia de los medios informativos vendidos al amo globalista; o que desoiga usted las lecciones morales de unas naciones que, en nombre de la sacrosanta modernidad democrática, autorizan por ley el cambio de sexo a los 4 años sin el consentimiento de los padres; que toleran que millones de niños abortados estén siendo diseccionados vivos, almacenados y vendidos en piezas para alimentar a la industria farmacéutica; que dejan morir, solos y abandonados por sus familias, a miles de ancianos; que promueven el polisexismo y criminaliza al docente que antepone la biología al género; que destruyen el núcleo de la unidad familiar y que rinden culto a la eugenesia; o lo que es lo mismo, a la pseudociencia hecha ley. ¿Por qué, presidente Putin? ¿Por qué?
No es menos intolerable, presidente Putin, que usted no acabe aceptando, como la modernizada Europa, la “cultura de la nada”, de la libertad sin límite y sin contenido, del escepticismo ensalzado como conquista intelectual. Le pedimos solemnemente, en nombre de la religión democrática, que encierre bajo llaves el alma antigua de Europa que aún sobrevive en Rusia, y que deje usted de burlarse de esta Europa exhausta y completamente degradada desde el punto de vista moral y social.
Pero sobre todo, presidente Putin, no podemos perdonarle que, por su culpa, un puñado de ancianos que fueron nombrados generales por los distintos gobiernos de la democracia española, muchos de ellos por su actitud lacayuna, estén estos días desfilando en tropel por las cadenas españolas de televisión anunciando toda suerte de catástrofes y calamidades al ejército ruso. Todas sus intervenciones giran en torno a los “golpes intensos” al Ejército ruso, al retroceso del Ejército ruso, a las bajas del Ejército ruso… Escuchando a estas viejas ¿glorias? se comprende por qué el Ejército regular español no ha ganado nunca una guerra que llevarse a la boca.
Entre la batalla del Lago Peipus y lo que representan estos inútiles carcamales, desearíamos no tener que abominar del necesario corporativismo patriótico, pero usted nos obliga a ello.
Indignadamente nos despedimos de usted, presidente Putin.
¿Qué puede ser más inverosímil que la realidad?
Grande F.Gostoyievsky…
Así es, Mª Luisa. Superamos a la mayor ficción imaginada con creces. Comos los mejores. Putin nos lo está haciendo ver claro.