40 años de la Guerra de las Malvinas, una herida que Argentina aún no cierra
El conflicto es tema recurrente en la cultura y el imaginario colectivo de Argentina, que a través de un ejercicio de reflexión sobre esos años duros de dictadura busca aprender de errores y construir un mejor futuro.
“Campo minado” se llama la obra de teatro que se presenta por estos días en Buenos Aires y que reúne a veteranos argentinos y británicos que combatieron en la guerra de las Malvinas, un conflicto bélico que marcó profundamente la historia del país sudamericano, al punto de ser objeto de estudios académicos, libros, documentales e incluso películas. A 40 años del intento por hacerse con el control territorial de las islas por medio de una invasión que el tiempo ha demostrado improvisada, Argentina vuelve a reflexionar sobre esos años, los errores y la huella imborrable de un enfrentamiento que duró 10 semanas y dejó 649 militares argentinos muertos.
“La guerra marcó al país porque la causa de la recuperación de las islas Malvinas, que están ocupadas por Gran Bretaña desde 1833, es una causa nacional. Es algo que se enseña en las escuelas, durante generaciones nos educamos con la idea de recuperar las islas”, dice a DW el historiador y escritor Federico Lorenz, autor de numerosos libros sobre el tema, entre ellos “Todo lo que necesitás saber sobre Malvinas” (Paidós, 2014). “Cuando se produjo el desembarco, los soldados tuvieron mucho apoyo popular”, explica Lorenz. El problema se suscitó tras la derrota, cuando el país se enfrentó de golpe a dos realidades demoledoras, estima el experto.
“Cuando la guerra terminó con la derrota de Argentina, fue tremendamente frustrante porque nos llevó a asomarnos a que estábamos viviendo una dictadura. Y perder el miedo a esa dictadura de Leopoldo Galtieri debido al fracaso militar llevó a denunciar los crímenes que se estaban cometiendo desde 1976. Diríamos que fue una superposición de dos conmociones: la derrota en las islas y el dolor de ver el país en el que estábamos viviendo”, estima.
La suerte de unos, la tragedia de otros
Fernando Soto Roland también es historiador, y durante la guerra realizaba el servicio militar en la Marina. Aunque finalmenteno no fue enviado al “teatro de operaciones”, como se llamaba eufemísticamente a la zona de combates, sí le tocó ver cosas que hasta hoy lo sorprenden. A propósito del aniversario 40 del inicio del conflicto, contactó recientemente a excompañeros, con los que ahora intercambia recuerdos de esos años. “Simplemente fui un marinero y tuve mucha suerte”, dice a DW desde Buenos Aires. “Fueron tres meses de ansiedad tremenda, tres o cuatro veces nos dijeron que iríamos a Malvinas y, por razones que desconozco, ese traslado se descompuso”, explica. “Tuve la suerte de no quedar inválido ni con problemas psiquiátricos, como tantos veteranos”, agrega. Entre risas, cuenta que actualmente es reservista de la Marina “y ni siquiera sé hacer el nudo marinero. En la colimba (servicio militar) me enseñaron, y mal; ahí no aprendí nada”, asegura.
Hay otros que tuvieron menos suerte. El estrés postraumático afectó fuertemente a muchos combatientes, y un número desconocido, pero que fluctúa entre 300 y 450 de ellos, se suicidaron tras la guerra. Otros enfrentan sus demonios escribiendo o formando agrupaciones para reivindicar su papel como combatientes, y en muchos casos también como víctimas. Victoria Torres es académica de la Universidad de Colonia, en Alemania, y ha escrito numerosas obras sobre la guerra de Malvinas, enfocada en el relato autobiográfico. Ella misma dice sentirse ligada al conflicto por los recuerdos de su infancia, cuando veía a sus amigos partir al sur de Argentina con armas en las manos.
En el libro “Poesía Argentina y Malvinas. Una antología”, de la que es coordinadora junto a Enrique Foffani, se reúnen decenas de textos relacionados con las islas, entre ellos, varios de excombatientes. Muchos de ellos escriben sobre un tema que fue tabú durante años: el estrés postraumático y el suicidio. “De 1982 a 2000 no se habló del tema, porque los soldados, para que les dieran la baja militar cuando volvían de Malvinas, tenían que firmar un pacto de silencio. Y cargaron con eso, que repercutió en una serie de efectos que derivaron en alcoholismo, drogas, violencia intrafamiliar y suicidio. De eso se está hablando más. Pero la literatura sí habló de eso, en especial la poesía. Hay poesía sobre el suicidio, y poetas excombatientes que escriben de sus compañeros que se suicidaron. Y contarlo en papel sirve para hacer catarsis y transmitir a los demás lo que les tocó vivir”, dice Torres.
En el ADN argentino
“Desde 1994, la constitución nacional tiene una cláusula transitoria que busca la recuperación pacífica de las islas”, dice Lorenz. “Malvinas es un sentimiento, como se dice en Argentina, pero falta ver qué políticas se hacen con ese sentimiento”, agrega. “La presencia de Malvinas es tan fuerte en nuestra memoria que nos quita tiempo para pensar cómo resolver el conflicto. No hemos pensado mucho qué haríamos con las islas, estamos muy en la lógica de pensar la guerra y no en pensar qué tipo de país queremos que sea el que recupera las Malvinas. Podría ser un vehículo formidable para pensar qué es lo que nos une como país, que no puede ser solamente la recuperación de un territorio”, sostiene Lorenz.
En “La guerra menos pensada”, Torres -junto a Miguel Dalmaroni- pide a numerosos autores que escriban sobre Malvinas. En el libro definen la guerra como “una herida abierta, un episodio que no cierra”. Un paso enorme en ese camino de sanación se dio cuando comenzó a darse reconocimiento a los combatientes. Muchos de ellos se sienten héroes, otros víctimas. Algunos reivindican lo que consideran una gesta. Pero todos coinciden, según Torres, en que, durante muchos años, en los inmediatamente posteriores al término de los combates, se intentó invisibilizar a los veteranos, algo que expone con crudeza la película “Iluminados por el fuego”, de 2005.
“La cultura se encargó de desarmar los discursos que venían del gobierno de facto. Podría decirse que a partir de 1982 no ha habido un año sin que se ejercite la recuperación de la memoria de la guerra. Yo defiendo la tesis de que Malvinas pertenece al ADN argentino”, dice Torres. “Es un conflicto que, como no está cerrado, va a seguir acompañándonos”, añade. “A mí la sola marcha de Malvinas me hace mal. Se trató de una guerra de una dictadura que pretendía prologarse en el tiempo. La muerte de todos esos soldados inocentes sin preparación y mal equipados, y también gracias a muchos militares de carrera que dieron la vida por la patria, permitió que recuperáramos la democracia más rápido”, estima Soto Roland.
¡Malvinas argentinas!, ¡Gibraltar español! Es todo lo que se puede decir y
¡Viva España!