Simbología de izquierdas
Desde el principio de la existencia del ser humano, cuando el hombre comenzó a asociarse con sus congéneres, lo hizo bajo algo que le unía de alguna forma a sus iguales. Lo podemos llamar objeto, o cosa, algo con lo que el grupo o tribu se identificaba. Con el paso del tiempo estos objetos fueron siendo reemplazados por otros más completos y novedosos, pero todo dentro de lo que muchos años después se dio en llamar simbología. Banderas, estandartes, efigies, figuras, estatuas, incluso cantos o himnos, más o menos acompañados con sonidos creados -más tarde música- para la ocasión. Pasado el tiempo se fueron perfeccionando, e incluso cambiando según fueran aceptados, o no, por la población, y los que hacían uso de ellos. La historia es rica en ejemplos.
Demos un salto en la historia y vayamos a la época que nos está tocando vivir. Escojamos un tema, la política, y dentro de ella demos una vuelta de “tuerka”, que diría Iglesias. La política no se entendería sin sus instrumentos principales, los partidos políticos. Diversos partidos, distintas tendencias, unos veían la vida de una forma y sus rivales de otra opuesta o contraria. El hombre y su manía de enredar lo que la naturaleza creó sin tantos problemas.
Ahora ciñámonos a lo que se ha dado en llamar las izquierdas, en sus dos vertientes predominantes, el comunismo y el socialismo, o el socialcomunismo. Aunque para escribir esta esdrújula tan larga haya tenido que doblar el brazo al corrector.
Vaya por delante mi respeto por todos aquellos que dieron sus vidas por un ideal o causa, pensando que era la más justa. No así para todos aquellos que hoy en día han hecho de aquellos ideales su forma de vivir atracando los sentimientos de los que aun creen en ellos, por suerte cada vez menos. La crítica va dirigida a los que se creen que antes de ellos no había nada, después de ellos, habrá menos. Nadie como las distintas izquierdas han hecho tanto mal a todas las causas por las que han combatido, y falseado. Cuando no prostituyéndolas, o cambiando sus fines, o aprovechándose de ellas para medrar e influir negativamente en sus objetivos. Por sus obras les reconoceréis.
No se podría analizar, en este caso cuestionar, el uso que los distintos gerifaltes de las distintas izquierdas han hecho a lo largo de estos últimos años, y de todo el aparataje simbólico que hasta hace poco les ha valido para vivir a costa de todos. Criticarlo con humor es la mejor forma que se me ocurre para contar esta ópera bufa, en la cual han intervenido personajillos de distinto pelaje y condición.
Empecemos por su himno. Resulta gracioso ver a distinguidos millonarios alzar el puño cerrado, mientras tratan de ocultar sus relojes, cuyo costo es el equivalente al salario de seis años de un obrero. Causa asco, cuando no repugnancia, ver la ostentación que hacen algunos líderes de esa izquierda de caviar, vestida con muchos ceros, mientras hablan de subir los impuestos a los que nunca podrán llegar al día quince de cada mes. ¿Se imaginan a Pablo Manuel Iglesias Turrión, cantando la Internacional instalado en el jacuzzi de su mansión? Mientras piensa en como arruinar las vidas de todos los que no comulgan con su apolillado credo. La verdad es que no hay que echarle mucha imaginación.
¡Arriba Parias de la tierra!
¡En pie, famélica legión!
Atruena la razón en marcha:
Es el fin de la Opresión.
Todo ello mientras el servicio le sirve una Mahou 5 estrellas clásica, con aceitunas rellenas de rica anchoa, y un bol repleto de cortezas de cerdo, a los que su ínclito Garzón trata de asesinar con leyes estúpidas. O a Irene Montero, ordenando al servicio que la vayan calentando el habitáculo del coche oficial, antes de salir de su mansión de Galapagar, camino de un ministerio tan útil como el cenicero de una moto. Y qué decir del factótum de la cosa, el genio Monedero, examinando su abultada cuenta corriente mientras tararea:
Del pasado hay que hacer añicos.
¡Legión esclava en pie a vencer!
El mundo va a cambiar de base.
Los de nada de hoy todo han de ser.
Hemos visto como el déspota por excelencia, excelentísimo señor Don Pedro Sánchez Pérez Castejón, entonaba la Internacional, con gesto compungido. Aún no sabemos si producto de la vergüenza que le causaba mostrarse como lo que no es, o por el disgusto que le dio su ayuda de cámara cuando le dijo… que en el Falcon se había terminado el jamón de Jabugo. Nunca un himno lo habían cantado tantos farsantes, farsantas y farsantus. Desde Lenin, con treinta y tantos palacios a su disposición, o como Stalin firmando miles de ejecuciones, también de obreros hambrientos, hasta cualquier payaso con ínfulas de lo que nunca podrá llegar a ser, respetado.
No, la verdad es que hoy día con estos sujetos en la cúspide de la ultra izquierda comunista y la extrema izquierda socialista, verlos cantar la Internacional resulta grotesco, y cuando menos poco edificante. A esta pléyade de vividores, no les queda nada por vender, nada. Basta echar un vistazo a lo que representan hoy día, y preguntar a la clase trabajadora algo que les produce pánico ¿qué piensan de ellos?
A la vista de lo que están consiguiendo, se termina antes diciendo su palabra preferida, nada. Decir que en su conjunto no representan a nadie, es harto sabido, lo único que se puede decir ya de ellos, es que nos mueven al desprecio y a la carcajada. Solo les queda el rescoldo de aquellos que aún tienen alguna esperanza de que el amado líder, les tire alguna migaja. Echar la vista atrás para analizar lo que ha significado la izquierda en su conjunto para España y sus ciudadanos, y sobre todo últimamente, es desolador. Tienen la desvergüenza de apropiarse de todo lo que de bueno se ha hecho, aunque ellos ni estaban ni se les esperaba. Les da lo mismo.
Concluyo este pasaje echando un vistazo a la purria de getas y vagos, cuyo único logro es haber estado cerca de los que repartían cargos. Quien tiene más de mil cien asesores, solo puede obedecer a dos causas, o es un listo inútil que no sabe nada y necesita que le enseñen, lo cual no sería malo, aunque nos costase mucho dinero, o por otra causa aún peor, ha colocado a otros más inútiles que él, y encima continúa siéndolo el mismo inútil de siempre. A la extrema izquierda socialista le sobran Margaritas Nelken, y les faltan Julianes Besteiros.
Desde Marcelino Camacho, el de la Perkins, a Nicolás Redondo, obrero metalúrgico de oficio, ha pasado mucha agua debajo del puente. Hoy día lo único que pasa por los sindicatos de la extrema izquierda, son subvenciones, y pasta, mucha pasta, como diría un insigne personaje “pasta como pa asar una vaca”. La única manifestación coherente de los sindicatos de la ultra izquierda, ocurrió cuando algunos de sus miembros desfilaron por los pasillos del club Don Ángelo, cargados de gin-tonic y cocaína. No sabemos si cantando “maricón el último” o Paquito el chocolatero versión tecno.
Lo novedoso de estos sindicatos de clase son los banquetes pantagruélicos o las mariscadas, o ambas a la vez. Pero siempre con menos sabor a obrero y más a nuevos ricos. Alguien dirá que no me caen bien los sindicatos, y acertará. Dos ruedas traseras acuchilladas y un apedreamiento con cascotes de obra obraron el milagro. En el segundo caso las fuerzas vivas sindicales previamente habían sido caldeadas a base de orujo de hierbas Rúas Viejas, obsequio de la casa de todos, que no la del pueblo.
Las distintas izquierdas han sido las que más banderas han izado en este mundo de Dios, y las que más han abandonado cuando las arcas estaban vacías. O cuando el personal estaba ya cautivo de sus encantos, o de vuelta de todo y de todos. La historia nunca la escriben los que la sufren, lo hacen los que se aprovechan de ella, verbigracia los que además de sacar mucha pasta en limpio, son los primeros en abandonar el barco cuando haya otro que les proporcione más poder y más pasta.
Levantan la bandera LGTBI y al mismo tiempo pasan el cepillo en los países donde se ahorca a los homosexuales y se lapida a las mujeres. Izan la bandera feminista, pero no condenan a los que abusan de adolescentes y menores a su cargo. Lanzan soflamas contra las mujeres que no se arrodillan ante la nueva papisa, condenan al ostracismo a las que no se dejan embaucar por su verborrea insulsa y agreden dialécticamente a las oponentes políticas. Existen hienas con más estilo y menos dientes.
Nunca han enarbolado la bandera de su nación, en cambio lo han hecho con la soviética de la hoz y el martillo.
Esclavos de sus acciones, presos de sus mentiras y aliados fieles de las patrañas de su viejo amo, el comunismo de Lenin y de Stalin. Incluso han llegado al extremo de lucir el chándal de la DDR, lo hizo Alberto Garzón, ser insulso y mediocre hasta la extenuación y después también. El nuevo comunismo es el viejo de siempre, pero con Tablet y móvil caro, sobre todo para copiar las respuestas y contestaciones en las tertulias televisivas de sus camaradas los dueños de las pocilgas mediáticas. Una zarigüeya habría quedado mejor, con mejores argumentos y menos prosopopeya de todo a cien.
Allá por los ochenta sus amos los soviets de siempre les encargaron pasear la bandera de “Nucleares no, gracias”. Hoy día el obrero no puede calentarse en invierno, y no tiene trabajo por el alto coste de la electricidad a las empresas. Mientras ellos tienen de todo, el resto no tiene de nada, mientras ellos se han colocado como garrapatas a las patas de la administración, la juventud que ha estudiado y vale mil veces más que ellos tienen que irse fuera o colocarse ganando un salario de hambre. Malditos sean aquellos que anteponen el bienestar de sus gordos y sebosos culos al bien común de los necesitados, no de los recién llegados, a los que se les da de todo a cambio de nada. Las izquierdas y todo lo que les cuelga son el cáncer de nuestro tiempo, amigos de dictadores bananeros, y a sueldo de los mismos sátrapas comunistoides de siempre. Nadie sabe qué de bueno han hecho, de ellos lo único que nos llega es propaganda, falsedades y embustes, impuestos y saqueos. Nos roban las casas, nuestro dinero y nuestro futuro, dejándonos a merced de toda la chusma infecta que nos viene de fuera, tanto o más que la que ya tenemos dentro. La izquierda impide que nos llegue inmigración decente, a cambio de propiciar que nos llegue lo que no le da la gana alimentar al déspota marroquí.
A la izquierda no se la debe nada, pues nada ha dado, lo único respetable que ha hecho en su existencia es perder lo que empezó.
Si alguien sabe de un país donde haya gobernado la ultra izquierda comunista, y que gracias a su gestión haya proporcionado a su ciudadanía bienestar y libertad para desarrollarse como ser humano libre, que lo diga. Lo mismo reza para un socialismo como el que tenemos.
Las banderas se quedan en un trapo pintarrajeado cuando detrás de ella no hay historia, valor, entrega, coraje, sacrificio y lealtad. Lo mismo reza para los símbolos, máxime cuando detrás de ellos solo hay sectarismo, mentiras y opresión. El puño y la rosa, la hoz y el martillo, la nada revestida de vacío, una oquedad en el agujero negro de su funesta historia.
Hablando de Símbolos, esta vez con mayúsculas. Estamos en Semana Santa, la izquierda lo llama de otra manera, el caso es inmiscuirse en todo aquello que no controla, o no controlaba hasta ahora. Desde antes de mitad del siglo pasado, muchos malagueños profesan su devoción por el Santísimo Cristo Mutilado. Como tal imagen y lo que representa para muchos malagueños, merece muchísimo más que este modesto artículo, y no soy yo el más indicado para escribirlo, por respeto y por ignorancia. Lo que sí está en mi mano es denunciar la obscena manipulación que se ha hecho de su imagen por parte de quienes están llamados a preservar la historia del mismo, y sus circunstancias. Si una religión venera restos, reliquias, briznas de espinas y astillas de una Cruz, sin atreverse a recrear como eran en un principio, en nombre de quien o quienes se atreven a hacerlo con una imagen que tal y como quedó tras su destrucción, ha sido faro y guía de muchas devociones. La religión cristiana está basada en gran parte en símbolos, lienzos, esculturas y figuras, estos tesoros han ido pasando de generaciones en generaciones, guardando sus circunstancias y avatares, tal y como dejó en ellas el paso del tiempo y sus diversas circunstancias. Alterarlos implica deformarlos, tirando a la basura de la historia el legado que los feligreses y creyentes dejaron en ellas. Los tontos útiles suelen madrugar, más que nada por aquello de pillar sitio.
Hago mías las palabras de un malagueño, devoto del Santísimo Cristo Mutilado, dice así: “Antes y después. Me quedo con el mutilado por lo que representa y que algunos se han empeñado en ocultar, continuando en la misma labor, “por motivos que no vienen al caso y que, pasados más de 40 años, a pocos cofrades importan”. Así nos va.
Concluyendo, como diría mi difunto amigo Bernard, “algo huele mal en este antro, y no son los cadáveres de Dimas y Gestas”.
La izquierda se arroga todo lo que le pueda serle útil, inclusive los símbolos religiosos, aunque previamente los haya mutilado a martillazos.
Cuando dentro de mil años alguien quiera estudiar las ideologías que han gobernado entre el inicio del siglo XX y comienzos del XXI, y quiera saber de primera mano lo que significaron las izquierdas, deberán rebuscar entre las páginas de sucesos. No dieron para más.
Maravilloso artículo, me descubro ante este señor. Su opinión sobre el Cristo Mutilado, no puede ser más acertada y veraz.
Enhorabuena por el artículo