Política y religión
La democracia ha llegado más o menos a todas partes, eso dicen, pero a ciertos estamentos no. Últimamente ocurren cosas muy extrañas, en la política, en el deporte, en la vida profesional de los españoles y en todos los órdenes de la vida. Incluso en la iglesia, como estamos viendo, y también en todo lo que la reviste y adorna. Nada ni nadie se libra de esta especie de maremágnum que todo lo intoxica, que todo lo pudre y que todo lo manosea. Vivimos tiempos convulsos, el déspota ha metido el palo de la discordia en el avispero, y todas las avispas han entrado en confrontación cuasi homicida, y están enzarzadas en ver quien de todas tiene más largo el aguijón.
Desde hace muchos años política y religión siempre fueron de la mano. La política se apoyaba en cierto modo en la religión, y ésta brindaba su cobijo espiritual al poder que en cierto modo la “prestaba“ presencia, y también poder. Con pocas palabras se podía describir el engranaje de lo que algunos dieron en llamar en tiempos aun recientes, el nacional catolicismo. Esta coalición se normalizó hasta tal punto, que a nadie le llamaba la atención el “matrimonio” entre ambos estamentos de la vida social española. Incluso se admitía de buen grado, era lo “normal”.
Con el paso del tiempo, las cosas fueron cambiando, la política y la religión no. A una forma de hacer las cosas la sucedió otra muy distinta, pero en el fondo siguieron entendiéndose mientras el equilibrio entre ambas se mantuviera más o menos firme. Al parecer, o eso pensábamos, el estatus era sólido, indeformable, a prueba de meapilas, pero nos equivocamos. Ocurre a veces que para que un pacto siga siendo fuerte, una de las dos partes tiene que ceder, o hacer como que cede, aunque sea cierto por aquello de las apariencias. O prostituirse, unos en sus formas y postulados, otros simplemente en contemporizar hasta asestar el golpe final. Nos conocemos todos, pero algunos hacen como que son ciegos y tontos, los otros van de listos siendo más tontos que los otros, pero lo compensan siendo malos, muy malos. No es muy difícil saber quién de los dos poderes es el que ha cedido últimamente. ¿Adivinan quién? En efecto, la Iglesia.
Contaré tres casos reales como la vida misma. Muy recientes, omitiré nombres y ubicaciones, no así las circunstancias y los escenarios donde se produjeron.
PRIMER CASO: ocurrió hace unos años, antes de las navidades. Colegio público, reunión de padres de alumnos, con dos puntos del día. El primero, a propuesta del presidente de la asociación, era el de retirar de las aulas el crucifijo. El motivo por el que se hacía esa petición fue defendido muy ardorosamente por el mismísimo presidente de la asociación, algunos asistentes llegaron a decir que violentamente dado el calibre del lenguaje utilizado por el mismo presidente. El sujeto en cuestión se había significado por sus diatribas a favor de la libertad religiosa, del laicismo en la enseñanza pública y de la supresión de todo signo de índole religiosa. Además, era una de las cabezas visibles del sindicalismo de la enseñanza, y muy próximo a UP. La coartada que se utilizó fue la presencia en el colegio de cuatro alumnos marroquíes, y la amenaza de sus padres de no llevarlos al centro hasta que no se hubieran retirado los crucifijos. La moción salió vencedora y la dirección del centro retiró, de mala gana, los símbolos cristianos. Tiempo después se supo que el director había sido amenazado con la expulsión ¿…? si no cedía a retirar los símbolos religiosos.
Hasta aquí, lo “normal”, dijeron los padres. Lo chusco viene a continuación. En la misma reunión se trató del Belén infantil que todos los años se monta en el colegio del que hablamos. En la reunión se reparten los papeles que los niños van a desempeñar, San José, la Virgen, los pastorcillos, etc. Adivinen quién llevaba desempeñando el papel de la Virgen María desde hacía tres años, en efecto, la hija del presidente de la asociación. Naturalmente volvió a salir elegida.
Nadie se opuso, nadie presento otra alternativa, ni siquiera se intentó, ni para mantener los crucifijos en las aulas, ni para mandar a esparragar al mazámpulas sindicalista que preside la asociación. No olviden este párrafo final.
SEGUNDO CASO: ha ocurrido esta semana pasada. Pero antes de ir a él es conveniente razonar la crítica. Todos los asuntos concernientes a la Iglesia, tarde o temprano nos terminan afectando al resto de la ciudadanía, inclusive a aquellos que no hacen un uso cotidiano de sus servicios. Todo aquél que hable de los feligreses tendría que tener mucho cuidado al hacerlo, más que nada por no quedar en evidencia al hacerlo sin tener en cuenta a los que desde su humildad y anonimato, engrosan sus filas. Galardonar a según quién debería ser por votación de todos los cofrades, no por el mero capricho del que va a salir en la foto, o del que va a imponer un galardón a ese alguien al que la mayoría detesta o desprecia, por su más que acrisolado sectarismo, o inclusive por su animadversión al ente que le galardona y a la religión a la que representa.
Cuando el politiqueo se mezcla con los asuntos más o menos sagrados, como lo son las cofradías, por muy importantes y añejas que éstas sean, la religión es la que sale perdiendo. Si la Iglesia es la que está detrás del galardón, mal. Si es la cofradía la que lo ha hecho, peor. Y si es la cúpula de la cofradía la que ha impuesto su dedazo, es un desastre para ella, pues el ejemplo que ha dado no puede ser peor para sus intereses, y para los cofrades que la integran.
Un cargo del gobierno social comunista ha sido galardonado con una distinción, por no se sabe bien que valores o que méritos cristianos. Lo que sí se sabe es el valor que dicha persona da a las instituciones religiosas, su doctrina y su forma cristiana de afrontar los temas en los que esta sociedad moderna está inmersa. Dos o tres preguntas: ¿no hay otra persona más cualificada, y que atendiendo a sus valores o méritos religiosos o en pro de la cofradía que la ha galardonado, lo mereciese más que este personaje? ¿Qué busca o gana esta cofradía premiando a un personaje que no se distingue precisamente por sus valores cristianos? Y tercera: ¿quién decidió que este personaje fuera el premiado? La verdad sólo la saben los que han participado en la elección. Lo que sí sabemos es que nadie se perdió la imposición de la medalla a ese personaje, nadie se marchó dejando patente su descontento con la decisión tomada.
Medrar y figurar tiene un precio, y el de estos notas, es muy barato. Equiparar en el merecimiento a una institución muy querida y valorada, con una persona que lo único que atesora es sectarismo, es devaluar el galardón. Lo más grave de todo está muy claro, uno de los dos debería devolverlo, o por inmerecido o por infravalorado.
Conclusión, el poder influye lo que el influido se deja, no hay más. Esta iglesia nos está demostrando varias cosas, lo permeable que es a las imposiciones, y lo manejable que es por parte de los que supuestamente no se tendrían que dejar manejar. No tenemos noticias de ningún lado de España, no me importa el exterior, donde una medalla o distinción se haya concedido a los que de verdad luchan por el mantenimiento de las esencias cristianas desde la base. ¿Por qué nunca premian a una persona anónima que se ha dejado la vida ayudando a los demás? ¿Por qué siempre son los poderosos los que copan medallas halagos y distinciones? La respuesta sólo puede ser una, un poder está subordinado a otro, si no siempre, sí en muchas ocasiones, tal vez demasiadas. La iglesia la conforma el pueblo llano, y los que la mandan y la manejan no son pueblo, son otra cosa. A mayor redundancia cabría decir que todo por el pueblo, pero sin él.
Me pregunto qué habrán pensado los cofrades de a pie, personas que llevan toda la vida ayudando y aportando, sin que ninguno de ellos nunca haya sido premiado. Que nadie se llame a engaño, sin el pueblo la iglesia no existiría, sin rebaño no hay pastor. La mayor parte de una iglesia la llena el pueblo llano, los prebostes y los figurones sólo llenan un sitial, o a lo sumo dos. No sería de extrañar que uno de estos años se imponga el manto espiritual con distintivo morado, a uno de los cientos de comunistas que si les dejasen incendiarían las iglesias como en el año 1936. Todo ello en aras de confraternizar y figurar con los que les desprecian, quedando como lo que siempre han sido, unos meapilas de todo a cien.
Nadie se opuso, nadie presentó otra alternativa, ni siquiera se intentó. Como en el primer caso, todo estaba atado y bien atado, mucho más que el que creyó tenerlo todo bajo control.
TERCER CASO: el más reciente. Cuando la iglesia oficial en uno de sus manifiestos coloca a la víctima, en el mismo plano que al de su agresor, de alguna forma está igualando a ambas. El mensaje que se manda es muy simple: haz lo que te venga en gana, que al final toda tu maldad será olvidada, y compartirás con tus víctimas el mismo destino celestial. Lo siento, pero ese mensaje es insano, profundamente injusto y cruelmente innecesario. Setién ya no está para absolver a los criminales nacionalistas vascos, igualar a los criminales con sus víctimas era tan cruel como innecesario, y aquí lo dejo.
Acabo. Nadie se opuso, nadie presentó otra alternativa, ni siquiera se intentó. Como en los anteriores casos, todo estaba atado y bien atado. La autoridad divina no la rebate nadie, pero la humana son cada día más los que no la comparten.
A veces los cristianos podemos tener la sensación de fracaso…Hasta aquellos discípulos que iban a Emaús pensaban que Jesús había fracasado
-Lucas 24-, pero Éste, gloriosamente resucitado, les reprendió por no entender el significado de Su Pasión y Muerte. Por Su Sacrificio venció al mundo. Venció a la muerte.
Por otra parte, Él Mismo nos dice ” No está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo” -Mateo 16, 24-
Por lo demás no olvidemos lo de “Vanidad de vanidades, todo vanidad”
“Galardones” Bah…
Y para juicio, el de Dios. Algunos deberían temblar.