Los secretos del ‘Un, dos, tres’: dónde iban las cartas del público y el misterio que rodeaba sus grabaciones
El 24 de abril de 1972, Televisión Española estrenaba el espacio ‘Un, dos, tres… responda otra vez’, que se convirtió en un programa mítico de la televisión en nuestro país.
Ese aparatejo de tubos catódicos que nos adentraba por unas horas, la noche de los viernes, en un mundo prodigioso y sorprendente, creado por Chicho Ibáñez Serrador, y que, al día siguiente, había que comentar con todos tus amigos. Acumuló un total de diez temporadas entre los años 1972 y 2004, y no solo era un concurso de preguntas con el que participabas desde casa. Además de preguntas, el ‘Un, dos, tres…’ tenía una parte física, una parte para jugar y competir, con tartazos, trompicones y caídas mil para saber quién pasaba a la subasta final.
Tres partes muy claras: cultura, con las preguntas que nos enganchaban a todos a contestar desde casa. Lo físico, las pruebas de eliminación, y luego el azar, la suerte de la subasta. Junto a esto, el programa dio a conocer a decenas de cómicos y artistas, a los que hizo realmente populares.
Los secretos que se esconden detrás de ‘Un, dos, tres’
Casi dos décadas después del final del programa, siguen conociéndose secretos en torno al concurso. Fue tal la popularidad que alcanzó que miles de españoles enviaban cartas, a diario, principalmente con solicitudes para concursar. Se estima que llegaron más de dos millones de sobres, además de otros tantos que pedían un autógrafo, daban su opinión sobre el programa o enviaban mensajes de felicitación. Fue tal la magnitud de la correspondencia que tuvo que habilitarse un almacén para poder recibirla. Al igual que las cartas, el programa acumuló muchísimos guiones, llegando a contar con más de 7.000 folios al finalizar el programa, en 2004.
El ‘Un, dos, tres’ hizo historia por muchos motivos, entre ellos, fue el primer concurso televisivo en el que se contaba con un notario, que diera fe de que no había ninguna trampa detrás del programa. El propio Chicho Ibáñez Serrador se encargó de que el programa se hiciera con luz y taquígrafo.
En cuanto al público, lo daba todo durante las grabaciones y aplaudía sin parar, aunque hay un dato que pocos conocen. Los espectadores no podían disfrutar del programa al completo, ya que había algunas partes que estaban grabadas previamente y que no las emitían para el público que estaba en plató. Sin embargo, esto nunca se notó al otro lado de la pantalla, donde se percibía al público implicado, de pleno, durante todo el programa.