Las víctimas ofendiditas
Los pobrecitos espiados -supuestamente- en las verdes praderas del independentismo catalán han teatralizado convenientemente, y tal como se esperaba de ellos, la denuncia proyectada sobre el malvado Estado Español por haber instrumentado un operativo perverso para investigar en la intimidad soberanista de un puñado de idiotas. La cosa está dando para bastante porque Aragonès y otras inutilidades quieren expresar su ira de ofendiditos en la misma capital de España, poniendo incluso en aprietos al Gobierno de Pedro Sánchez, al que de momento le ha dado una risa vacilona. Recapitulemos.
Un portalito canadiense en el que mora un independentista catalán y otros cuantos cretinos más denuncia que 60 -¡nada menos que 60!- independentistas catalanes fueron espiados en sus teléfonos móviles merced al programa Pegasus comprado por el CNI al Mossad israelí. El diario ‘El País’ lo da por bueno, sorprendentemente, y comienza a pedir explicaciones. Y nadie, salvo algunos medios que aún conservan cierto nivel de pudor, se pregunta cómo es posible que se de por bueno el relato de esa serie de luminarias. ¿Por qué damos por hecho que esa denuncia es cierta? De serlo, cualquiera sabe que ningún juez autoriza escuchas generalizadas nada menos que a 60 personas de un ámbito determinado: concede permisos concretos para casos concretos y con justificaciones muy concretas. Pero imaginemos que le cogió al juez en un momento de euforia y dijo ¡adelante! -que ya les digo yo que no lo dijo-: el centro, o quien fuera, se dedicó a controlar a personas que habían dado un golpe de Estado y que aseguraban que lo iban a volver a hacer (porque estos imbéciles van por ahí vociferando que van a delinquir de nuevo). Un Estado debe protegerse de aquellos que planean atentar contra su estabilidad, y qué menos que conocer los planes que van estableciendo las personas que se han llevado años preparando, con toda la alharaca posible, un golpe para socavar el orden jurídico; por eso, si se produjo el espionaje, no es más que una maniobra de defensa ante los tejemanejes de un grupo de sediciosas maneras.
Curiosamente, ese grupo de irritados supuestamente espiados es el mismo que quiso adquirir el famoso sistema Pegasus a los israelíes para espiar a su antojo a los constitucionalistas catalanes que no se plegaban a sus caprichos. Israel no se lo vendió porque solo se lo vende a gobiernos de Estados, no de autonomías. Este grupo de irritados es el mismo que obtuvo datos del censo y datos fiscales de no pocos ciudadanos de Cataluña con fines arteros, como reconoció el manifiesto mamerto y juez Santiago Vidal. Estos son los mismos que han organizado brigadas de espías en los patios de los colegios para intimidar a los niños que juegan en el idioma equivocado, instándoles a cambiar de lengua por considerar que no tienen derecho a chutar a gol con la expresión que les venga a la boca. Toda esa chusma ha sumido a Cataluña en una profunda decadencia. Y ahora quieren volver a ser víctimas, su único oficio conocido.