Y salió un hijo de ‘Cobradiezmos’
DS.- Iban saliendo vitorinos y la gente se aburría soberanamente. Hasta cuatro toros de esos cárdenos que criaba el Paleto de Galapagar habían aparecido en el ruedo sevillano y nada que ver con la realidad ya legendaria del hierro con corona. Si algo no se comprende en una corrida de Victorino Martín es que en los tendidos cunda el aburrimiento. Cuatro toros sin que pasara algo y en esto aparece en el ruedo Pobrecito, un toro guapo como era su padre. Y nos damos cuenta de que el tal Pobrecito es uno de los primeros hijos que engendró su admirado padre. Y es que el padre de este Pobrecito es Cobradiezmos, aquella belleza cárdena que nos embelesó arrastrando el hocico por el albero en embestidas sin fin que le sirvieron para salvar la vida y padrear en Las Tiesas a la par que permitió que Manuel Escribano subiera a los cielos del toreo.
Hasta entonces, el tedio, desde el hijo de Cobradiezmos la emoción y la apoteosis. Guapo como su padre, Pobrecito fue una máquina de embestir a los engaños que ese heterodoxo que es Antonio Ferrera le presentaba. Y dentro de la buena actuación de Ferrera, el borrón de obligar a Joaquín a que saliese a la arena para recibir su brindis. Por lo demás y aunque puedan gustar más o menos las formas del extremeño en la puesta en escena hay que resaltar que a este portentoso toro lo entendió para terminar abandonándose y cuajar un faenón. Otra cosa es caer en la heterodoxia de una forma de matar, de una manera de echarse la muleta al hombro o de agacharse más de la cuenta para alargar el viaje, Antonio Ferrera entendió y sacó de Pobrecito lo mucho bueno que llevaba dentro. Cortó una oreja con fuerza y pudieron ser dos de no haber precedido la estocada con un pinchazo.
Hasta ese momento, Ferrera, que salió con un capote azul horroroso estuvo muy por encima de los dos primeros de su lote. Especialmente muy por encima del toro en su primero y entendiendo al semoviente tercero, consiguiendo incluso que le tocasen la música y hasta se vio obligado a dar una más que merecida vuelta al ruedo. Ganó el duelo entre extremeños con toros extremeños Antonio Ferrera y en ello tuvo mucho que ver la diferencia de juego de cada lote. En el sorteo salió claramente beneficiado, pero no puede decirse que Miguel Ángel Perera fuese un derrotado. El poderoso diestro de Puebla del Prior se topó con unos toros que no tenían un mínimo de transmisión. Este toreo, que cuenta con una muleta que se asemeja al látigo de un domador, necesita un toro no sólo que transmita sino que asuste. Y lo que Victorino mandó ayer a Sevilla no asustaba a nadie. Todo se arregló con Pobrecito, pero cerró plaza otro toro que, en tono menor, tuvo cierto parecido con lo que abunda en esta prestigiosa ganadería.
De nombre Buenacara, galopaba de salida, Perera se lució con las chicuelinas con que puso al toro en el caballo. Lo cuidó en varas, fue muy largo al capote de Ambel, Perera brindó a la plaza y empezó a torear sin probarlo ya en los medios. Se acopló inmediatamente con su poderosa mano derecha, llevándolo y trayéndolo con muy buen son. Se echó la muleta a la izquierda y ahí le echó mano el toro, cogiéndolo de forma dramática por la cintura. Claramente mermado y tragándose el dolor, Perera siguió como si no hubiera ocurrido nada. Otra vez con redondos para, en un alarde de valor, insistir por el pitón izquierdo, el que le cogió. Con una estocada despenaba al morlaco, pero la petición de oreja no fue suficiente a juicio del usía y todo quedó en saludos muy cariñosos para pasar a la enfermería.
Ganó el mano a mano Ferrera, pero no puede Perera verse derrotado porque quien da lo que tiene no está obligado a más.
(Diario de Sevilla)