Cataluña cansa
Xavier Rius.- Voy a decir una cosa que nunca pensé que llegaría a decir: Cataluña cansa.
Que me perdone mi abuela, que en el fondo es la que me imbuyó mis ideas catalanistas.
Pero es que están siempre dando vueltas a las mismas cosas: el catalangate, las cuotas de catalán en Netflix, el supuesto dumping fiscal de Madrid.
Cuando no es una cosa es la otra. Lloriqueo.
Desde luego si el CNI ha hecho alguna cosa ilegal que se investigue y depuren responsabilidades a fondo.
Pero voy a decir una cosa: los servicios secretos de todo el mundo hacen cosa que si no infringen la legalidad la bordean.
Para eso están. Y parece lógico que investigaran a los que quieren acabar con el Estado por mucho que después los hayan colado en la comisión de secretos oficiales.
A mí, la verdad, ya me da igual.
Recuerdo que hace años la escritora catalana Laura Freixas publicó un artículo titulado “hartazgo”.
“Estoy harta. Harta de un procés que desde hace cinco años gira y gira como una noria, sin ir a ninguna parte, pero consumiendo energías, monopolizando debates, derrochando recursos públicos que sufragamos todos. Harta de un Govern que ni gobierna ni deja gobernar” (1).
¡Y de eso hace cinco años!
Ha pasado un lustro y estamos igual o peor.
Basta ver los acuerdos de gobierno del pasado martes: el catalangate, 500.000 euros para enseñar catalán a los refugiados ucranianos y más de 14 millones para las federaciones deportivas.
Estamos incluso perdiendo la cuarta revolución industrial, la digital, la más importante desde la invención del ferrocarril.
Yo siempre pongo como ejemplo Corea del Sur.
Salieron de la dictadura a principios de los 90.
Nosotros, en cambio, en 1975.
Y tienen media docena de multinacionales: Samsung, Hyundai, LG, Kia.
Es cierto que los coreanos son un estado independiente y los catalanes no, pero tampoco hay que olvidar que tienen el país dividido por la mitad y viven bajo la amenaza permanente de un conflicto militar. Aquí ni eso. Al menos por ahora.